En 1968, rodeado de focos, Warhol dijo aquello de que, en el futuro, todos tendremos nuestros quince minutos de fama. Aunque el fotógrafo Nat Finkelstein reclame la autoría de, al menos, la mitad de la frase. Lo que demuestra que no solo es cuestión de minutos, sino de lo que hagas con ellos. Han pasado treinta años y Antonio Infante Amasa más conocido —o, mejor dicho, solo conocido— como El Tony, no tiene ni la menor idea de quién era Warhol, igual que en el súper del centro de Bilbao donde trabaja como repartidor tampoco venden latas de Sopa Campbell. Pero si algo tiene claro es que quiere, a toda costa, su parte del pastel. Este libro, corrosivo dicen algunos, cuenta un viaje iniciático entre pirulas de colorines, bakalao, botellines de Lanjarón, un Golf seminuevo y La Columbus, templo makinero de un Bilbao que ya no existe. Una ciudad que, en su propia travesía, abandonó la Edad del Hierro dejándose, a cambio y por el camino, jirones de autenticidad. Y en el que aún, que yo sepa, no puedes encontrar Sopa Campbell pero sí, de vez en cuando, Warhols enlatados en titanio.
– AUTOR –
Creativo y redactor publicitario, empecé mi carrera profesional en 1989. Desde 2005 soy uno de los fundadores de Herederos de Rowan, agencia que tiene por lema «para convencer a miles, les hablamos uno a uno». Durante este tiempo, he trabajado para grandes anunciantes líderes en los más variados sectores, obteniendo numerosos premios tanto de carácter nacional como internacional (New York Festival, John Caples Awards, Best of Europe…) siendo también jurado en el PUBLIFESTIVAL, Festival Internacional de la Publicidad Social 2017 y en el SALUDFESTIVAL Festival internacional de Publicidad Alimentaria y Salud 2018. Soy autor de «Los secretos del vídeo online, guía transmedia para streamers, blogueros y marcas» (ESIC 2021), «Ultramarinos y coloniales. 17 relatos y un (falso) poema» — Libro y portada del año 2020 Forolibro—«Management a la guipuzcoana» (2015), la novela corta «los nietos bastardos de Warhol» (2023) y «Estimado lector: descubre cómo escribir cartas de marketing directo efectivas» (ESIC 2004). Coautor de «Mejor Marketing» (AMDIA 2016), «Manual de Primeros Auxilios de Correos para las PYMES» (ESIC 2014) y «Personal Branding, hacia la excelencia y la empleabilidad por la marca personal» (Madrid Excellence 2011). Seleccionado en 2003 para la antología «Los nuevos escritores latinoamericanos» (Nuevo Ser). Ghostwriter de discursos, artículos, presentaciones… para responsables políticos, consejeros del IBEX 35, directores de museos, presidentes de clubes de fútbol… Profesor de ESIC Business School y del Instituto de Innovación de ESIC, ICEMD, también he coordinado cursos online y sido director del Máster en Marketing Digital en la sede de Pamplona. Colaborador habitual en revistas y blogs del sector, además de ponente en charlas y seminarios nacionales e internacionales sobre publicidad, marketing digital, personal branding, creatividad y comunicación tanto off como on-line. ¿Lo más bonito que han dicho de mí?, que soy un «orfebre de la comunicación».
– GUSTARÁ
A todos aquellos que estuvieron allí* (*lugar pateado y vivido en compañía, preferiblemente en la adolescencia y juventud, donde sucedieron cosas varias, algunas innombrables y que son patrimonio del recuerdo compartido de un grupo). Una obra para los que entienden que el lenguaje y los sucesos hay que atarlos al realismo social del momento, sea este lo macarra, chabacano o sucio que necesite la narración. Para lectores que agradecen la valentía de los escritores que no se esconden con edulcoraciones y certificados de ofensas 100 % free.
– NO GUSTARÁ
A los que prefieren bogar por terrenos más contenidos, mordidos a tijeretazos y que hagan menos daño. A los que tras un traje y una corbata rehúyen enfrentarse con aquel adolescente liberticida, corto de entendederas y con alma de inmortal que fueron en su pasado. No será la lectura ideal para aquellos que olvidan y reniegan de sus raíces de barrio y del nexo que tuvieron con otras cabras locas.
– LA FRASE
«Si la fama era esto, firmaba ya. Tenía sus momentos de acojone, vale. Tenía sus maldiciones bíblicas en forma de cagalera persistente. De acuerdo. Tenía todo eso y mucho más. Pero al final, lo que quedaba en la retina era el reflejo caleidoscópico de los focos. Ese regusto compuesto por adrenalina y sudor a partes iguales».
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar: Los nietos bastardos de Warhol, de Óscar Bilbao. Una furiosa mirada hacia atrás desde el andén hacia un tren que parte en la noche de los tiempos perdidos, pero que deja un poso a carbonilla en el ambiente que se impregna en el alma, quizás para siempre.
Todo lector tiene la capacidad de fotografiar o secuenciar en video las páginas por las que transita. Solo a partir de la imaginación del lector es capaz el escritor de llegar hasta él. Sin una imaginación fotográfica bien entrenada, las letras del escritor podrían yacer estériles en el soporte analógico o digital que las soporta. Pero claro, la imaginación muchas veces no es suficiente para trasladar el erizamiento de vello, el sabor y el aroma de la infancia o la mezcla de temor y emoción de las primeras veces. Aun así, si el lector no es capaz de hacerse una idea de la liada parda que tenía Bilbao en los ochenta y noventa, solo tienen que hacer caso al autor e ir a su buscador favorito e interesarse por el <<Bilbotrón Columbus>>, este podría ser un buen punto de partida. Bajo esos chorros se criogenizaban las diferencias, las Malas calles de Scorsese quedaban en pausa y se lidiaba con los problemas del día a día enjugándolos en botellines de agua de mineralización fuerte. Mientras la modernidad se come a dentelladas los escenarios del pasado, algunos se resisten a dejarlos ir sin entonar una marcha fúnebre y un responso de tintes homéricos. Aprovecharemos el Carmina Burana que incluye el autor en la presente obra. Ya lo dijo Carl Orff: <<¡Oh fortuna!, variable como la luna como ella creces sin cesar o desapareces. ¡Vida detestable! Un día, jugando, entristeces a los débiles sentidos, para llenarles de satisfacción al día siguiente… >>. Antes de que el victimismo y la rutina de quien se despierta presto para ofenderse a la mínima, hubo una generación que sabía que las castañas del fuego no se las sacaría nadie, así que decidieron luchar de día contra la precariedad y de noche danzar, danzar como malditos.
Los nietos bastardos de Warhol traza un doble despertar. El primero hacia una vida adolescente hedonista y, el segundo, tras saturarse de las mieles nocturnas, hacia un lugar solo imaginado en el papel cuché. Un espacio reservado para gente aparentemente despreocupada donde una sociedad deformada por la mirada en su espejo aspira al estatus de comer perdices. El carril de aceleración que todo joven espectador observa en las sonrisas impostadas de las revistas —hoy, televisión, redes sociales y canales en directo— es la ambrosía intocable que solo unos pocos pueden acariciar. Y como no todos caben en la pequeña e inestable cúspide del postureo y el influencerismo, pues tonto el último —Véanse Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016) o Last night in Soho (Edgar Wright, 2021)—.
Los nietos bastardos de Warhol quieren sus cinco minutos de gloria, y los quieren porque han visto que los ofrecen al mejor postor. Solo tienen que postularse, colarse en una fiesta donde haya mucha niña mona y alguna sola para besar el santo que les prometa más vino y más rosas. Estos <<malditos bastardos>> narcisistas y engreídos —nada extraño en una adolescencia que solo busca sobrevivir— son tan avispados y desinhibidos que serán capaces de acceder por cualquier intersticio que les haga salir del fango autodestructivo de su rutina vital entre trabajos poco cualificados y fiestas de setenta y dos horas.
Óscar Bilbao traza con líneas maestras —y con detalle llegado el momento—, la época recorrida por los personajes de la novela —ropa, coches, arquitectura social, jerga, marcas, y demás especificaciones técnicas de esta personal historia del Kronen bilbaíno—. El lector, gracias a esta pintura costumbrista, podrá entrar de cabeza en un mundo perdido ya ideado por Conan Doyle, lleno de dinosaurios cuarentones y cincuentones que solo quieren reivindicar tiempos de calimocho y chunda chunda, frente a cartas con códigos QR de gin-tonics y perreo reggetoniano.
Nada nuevo que no apareciera en series televisivas donde los concursos de baile ya eran una manera de destacar por encima del resto, pero con lo naif y la inocencia de los locos noventa. Ahí tenemos el baile de Ross y Mónica (Friends, T.6, E:10, El del numerito) o el famoso Jump on it de Will y Carlton en la sexta temporada de El príncipe de Bel-Air. Ahora también existen, pero se han convertido en una suerte de Fifteen Million Merits de Black Mirror (15 millones de méritos, T.1 E.2). Hoy en día el grupo Atresmedia y Mediaset compiten cada noche en Prime time para ofrecer carnaza que nada tiene que ver con el concurso clásico basado en la meritocracia y en la justicia de ojos vendados de un jurado experimentado y profesional.
Los nietos bastardos de Warhol desarrolla el arco clásico del cine de gánsteres: ascenso, gloria y afianzamiento o caída en desgracia. Lo difícil es mantenerse. Los cazadores del trending topic lo saben, los contertulios del Sálvese el Chiringuito lo saben, los polemistas profesionales lo saben. No hay producción de bazofia suficiente para un público permanentemente sediento. Mantenerse es jugar en el tablero de la bulimia en el que, antes o después, se acaba hospitalizado y olvidado. Solo el talento es capaz de mantenerse, pero hoy en día de eso queda poco. Bienvenidos a una fiesta remember.
“Tenéis muchos sueños, buscáis la fama. Pero la fama cuesta. Pues aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor”. Fama (Sherry Coben, 1982-1987).