RESEÑA: MONSTRUOS – NOEL PÉREZ BREY – VALHALLA EDITORES, 2022.

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OBRA: MONSTRUOS.
AUTOR: NOEL PÉREZ BREY – WEBGOODREADSFACEBOOKINSTAGRAMTWITTER
EDITORIAL: WALHALLA EDICIONES, 2022 – WEB
PÁGINAS: 312.
¿DÓNDE COMPRARLO?: AQUÍ

 – SINOPSIS –

Topete roba a su madre el préstamo para el entierro del abuelo y, enrolado en una barraca de feria, llega a la capital. Medrando y extorsionando, convierte una ruinosa atracción de monstruos en uno de los mayores espectáculos del Madrid de principios del siglo XX. Pero, cuando se enamora de una de las cantantes y la ambición acaba con sus ilusiones, quizá la única salida sea el asesinato. Noel Pérez Brey nos presenta una novela con ambiente circense, de cabaret, de las barracas y museos de monstruos que existían antaño, donde las intrigas y los bajos fondos se entremezclan con el espectáculo.

– AUTOR –

Noel Pérez Brey

NOEL PÉREZ BREY (Toledo, 1979). Licenciado en Filología Hispánica y en Administración y Dirección de Empresas. Responsable de Revista Literaria Visor, especializada en los distintos aspectos del relato corto. Entre otros premios, ha recibido el accésit en el VIII Certamen Sierra de Francia de Relato (2022, San Miguel de Robledo, Salamanca), fue finalista en el I Concurso de Relatos Breves Enrique Gallud Jardiel (2016, Alicante), tercer premio en el XI Concurso de Relato Breve del Museo Arqueológico de Córdoba (2014, Córdoba) o primer premio de narrativa en el Iparraguirre Saria de 2008 (Zumarraga-Urretxu, Guipúzcoa). Elegido como uno de los Talentos 2013 por el diario El País. Ha publicado tanto en antologías como en obras editadas en virtud de los galardones conseguidos, y ha colaborado con múltiples cuentos y estudios críticos en distintas revistas literarias. En 2018, publicó su último libro de relatos: El tiempo está próximo (Editorial Tandaia, Santiago de Compostela), y, en la actualidad, trabaja en su próxima novela.

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A todos los lectores que agradecen que las buenas historias se armen desde los cimientos hasta el tejado. Monstruos es una lectura que conjuga una trama de investigación criminal a lo largo de toda su extensión, pero que pone el foco principal en su costumbrismo histórico de un tiempo de feriantes, picaresca y supervivencia de los más menesterosos de la sociedad. Tiempos de espectáculos y asombros callejeros e itinerantes antes de que la ciencia, la electricidad y el televisor se adueñasen de los sueños de los clientes. Una época de abusos de poder, pero de una gran libertad de acción vital. Tiempos difíciles. Dickens, como nadie en el género del realismo social, lo expresó en el inicio de Historia de dos ciudades: <<Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo que poseíamos, pero nada utilizaríamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo>>.

NO GUSTARÁ arrow-145782__340.png 

Aunque Monstruos no llega a las trescientas páginas, algunos lectores echarán de menos que el tono y fórmula de thriller/bestseller no impere en esta narración. Monstruos es más de atmósferas que de una tensión dramática y cinematográfica exacerbada. Se cuece a fuego lento y esto podrá desesperar a los lectores impacientes del: «bueno, esto está muy bien, pero ¿quién es el asesino?». Tampoco satisfará a los que prefieren lecturas ligeras en las que los diálogos barran por goleada a la descripción de escenas, sucesos y lugares históricos.

– LA FRASE vintage-1751222__340.png

«El feriante vestía de levita y chistera baja y se había rizado con sumo esmero las guías del bigote al tiempo que Topete se anudaba el corbatín, se perfumaba y se enceraba el flequillo aun a sabiendas de que cualquiera advertiría el ojo que el canguro le había dejado a la funerala, pero todo se presumía tan nuevo y rico, y las calles estaban tan bien alumbradas y adoquinadas en aquella parte de Madrid que no le extrañaría que de semejante automóvil saliera la mismísima Victoria Eugenia del brazo de Alfonso XIII».

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Hoy traemos para reseñar: Monstruos, de Noel Pérez Brey. Una fábula picaresca de supervivencia llena de claroscuros. Un viaje cíclico dentro del alma indómita de la figura del feriante que siempre va un paso por delante de sus clientes, ya que le sobra calle, aunque le falten monedas. El autor nos presenta a un colectivo que siempre ha transitado en el filo de la cuchilla. Entre el amor y la expectación de las poblaciones por las que pasan y el odio de los que, con y sin razón, piensan que estos “trashumantes sin hogar” solo pueden desestabilizar las comunidades en las que se establecen durante unos pocos días. Y como de todo hay en botica, están los que llenan la bolsa con sus espectáculos y siguen su camino hasta los que se aprovechan de las pobres gentes a las que timan o estafan. Aquí el autor da su punto de vista de lo que significa una vida peregrina que algunos utilizan como rampa de lanzamiento de su carrera, y en la que otros, tristemente, se dejan ahí sus sueños, al quedarse de manera permanente. Valga el ejemplo de Elvis Presley en sus inicios de ruta itinerante con el coronel Tom Parker. Los sueños se transportan de ciudad en ciudad, pero pueden quedar atrapados sine die si uno no es capaz de saber en qué momento abandonar El viaje a ninguna parte (Fernando Fernán Gómez, 1986).
La_parada_de_los_monstruos-967573588-largeCuando Tod Browning rodó La parada de los monstruos (Freaks, 1932) no sabía que se iba a convertir en una película de culto, aclamada por crítica y público. (Actualizada con un lenguaje y mecánicas más familiares en El gran show, Michael Gracey, 2017). Hay algo perversamente magnético al mirarse en la cara oculta de la naturaleza. Todo un ejercicio de voyerismo al observar desde la grada a aquellos que llevan la tara y la excepción biológica en sus cuerpos. Quizás será por sentirnos agraciados, quizás será por sentirnos superiores, el caso es que el ser humano se jacta siempre que puede de observar todo aquello que le recuerde, que sigue vivo, de una pieza y con todo en su sitio. Lo hemos visto en muchas ocasiones, la fuga hacia delante. El feriante como correcaminos de la libertad que deslumbra al adolescente que busca un horizonte de oportunidades lejos del feudo patriarcal. Es entonces cuando se embarca en un alucinante deambulare con una troupe tan variopinta como experimentada que vuelven cuando el infortunado cliente va y se defienden unos a otros de un público a veces hostil, a veces cruel. Tenemos magníficos ejemplos de escapadas furtivas: desde la escapada de Max, huérfano y maltratado del circo en el que trabaja (La tía de Frankenstein, 1987), hasta las peregrinas aventuras de Kvothe con artistas itinerantes en El nombre del viento (Patrick Rothfuss, 2007). También podemos mencionar la serie Carnivale (Daniel Knauf, 2003) en la que durante la Gran Depresión un huérfano se une a un circo que es una mezcla de freaks, prostitución y vaudeville. Ángeles y demonios atrapados en un ciclo sin fin en el que tienen que exponer sus mejores (y más patéticas dotes grotescas) para poder sobrevivir de la risa y el oprobio público.
19989Monstruos, de Noel Pérez Brey, está imbuido de este espíritu. La del fugitivo en busca de una libertad en tierra extraña. La novela está bien cimentada, tapizada de descripciones y pintura de escenas. Monstruos escenifica todo con pormenorizado acierto para que el lector sienta mucho más cerca una etapa en la que la trashumancia personal y los rigores del camino eran lo cotidiano. (Acordémonos de El médico de Noah Gordon o del mismísimo El Quijote de Cervantes). Dormir al raso, ganar unas monedas al paso o comer cuando se pueda y de lo que sea pueda ha quedado desterrado, al menos en el mundo occidental que conocemos. El trabajo itinerante moderno se está acuñando con el término de «Nómada digital», pero no tiene nada que ver con las difíciles condiciones y la falta de recursos de aquellos pioneros artistas poliédricos. El lector agradecido sabrá incorporarse a la Barraca (mismo nombre que la de Lorca) de Topete, el pillo protagonista con trazas de esa picaresca tan española, y seguir su día a día tan alejado de los quehaceres de una familia tradicional y rural.  En este caso, Oz lo situará el protagonista en Madrid. Mientras, en sus andaduras, se encontrará con todo tipo de aprendizajes, tanto de sus compañeros de camino como de las gentes que se encuentra (mozas incluidas). Todo un ritual de paso a la edad adulta, a golpe de garrote (que si se descuida es vil) y muchos desvelos. Topete mirará al mundo con unos nuevos ojos. Su piel se irá endureciendo a cada etapa que va consumando. Cual tablero de la Oca, el protagonista irá casilla a casilla, hacia la muerte o hacia la salvación.
El autor pinta el lienzo de Madrid como una cacofonía de comercio, tenderetes, chamarilería, mercadillos, salón de pelanduscas… Todo ello aderezado de vapores de espabiladas miradas y gritos de ¡tonto el último! Llega el momento de la verdad en el que el protagonista deberá sacarse las castañas del fuego y <<hacerse un hombre>> si no quiere sucumbir a la lógica del gobierno de los más fuertes. En tiempos en que los gabinetes de curiosidades iban cediendo terreno a la lógica, a la ciencia y a la incipiente comunicación que alejaba las brumas de la leyenda y el folclore en las grandes ciudades, quedaban todavía unos valientes virtuosos que seguían persiguiendo el asombro del respetable a lo Circo del sol contemporáneo. Un último reducto de varietés que conseguían el favor y las monedas de los menos avezados en estas lides de espectáculos itinerantes que intentaban cumplir el sueño de todo feriante: asentarse y que el público acuda en tropel, en lugar de recorrer los caminos para atraerlos… Duros tiempos crepusculares en los que el cine, los toros, el teatro o el fútbol se iban comiendo, poco a poco, la parcela de los shows más grandilocuentes y efectistas.
Noel Pérez Brey nos lleva con este relato a un tiempo ya perdido, donde el funambulismo de sobrevivir era el pan nuestro de cada día. Dibuja un Madrid exquisito y unos personajes bien definidos que tienen como bandera, patrón y lealtad, un plato de lentejas calientes. Fueron tiempos de agudizar el ingenio, de mirar con recelo, de saber de todo un poco y de improvisar para no caer en la cuneta. A esto hay que sumar una gramática y un vocabulario adaptado a la época y a la voz de los protagonistas, que harán las delicias de aquellos lectores que valoran el esfuerzo del escritor que da un buen festín, en lugar de un correteo trillado y una narrativa de saldillo. Mención también a Walhalla ediciones por empeñarse en publicar unas obras muy trabajadas en todos los aspectos y apartados. Da gusto tener una de sus publicaciones entre las manos. Magnífico trabajo.

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