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CAEN ESTRELLAS FUGACES

NOTA: 7,5

CRÍTICA “CAEN ESTRELLAS FUGACES O DE MADRID AL INFIERNO DE POLIFEMO”

Cuando Ulises y Odiseo arribaron a la isla de los cíclopes se toparon con el gigante Polifemo, que devoró a varios de sus hombres haciendo prisioneros a los demás. Los aventureros tuvieron que urdir una calculada estratagema para finalmente poder huir de aquellas peligrosas tierras. Primero emborracharon a la descomunal criatura con un barril de vino, para posteriormente atravesar su único ojo con una lanza. Así, Polifemo quedó a ciegas, para posteriormente ser engañado. Los cautivos pudieron finalmente liberarse y abandonar aquel paraje. Aunque la venganza de Polifemo (hijo de Poseidón) en forma de maldición, les perseguiría en su viaje. Al igual que Polifemo, Elisa, nuestra heroína, es engañada y clama venganza. Lo que sus ojos no pueden ver lo suplen el resto de sus sentidos, afinadísimos todos ellos, incluido el metasensorial. Acompañaremos a Elisa por un tiempo convulso que todavía se lame las heridas del alzamiento popular contra Napoleón.

El personaje principal de “Caen estrellas fugaces” se adivina desde un primer momento que no es de carne y hueso, sino inmaterial. Fluye a los vaivenes de su destino, demuda a todos los personajes que pululan por sus calles en penumbra. Vientos del cambio acompañan a las almas apesadumbradas que intentan sobrevivir a un mundo, que se torna nuevo y que sorprende a calzón quitado a sus parroquianos. Si Ruiz Zafón nos brindó el mejor crisol posible del Siglo XX con la tetralogía literaria de “El laberinto de los espíritus”, Jose Gil Romero y Goretti Irisarri nos pintan el Madrid de la segunda mitad del Siglo XIX, de lo que es, y sobre todo, de lo que será. Son guías de una ciudad que derriba sus murallas para extenderse entre campos de cultivo, viejas fábricas y campos en desuso. El narrador utiliza para ello su omnisciencia para exponernos no solo el estado presente de la capital, sino lo que deparará su futuro, tanto en acontecimientos históricos y políticos como, y esto es seguramente lo más interesante, en la modificación, ensanche, demolición y vuelta a construir de una ciudad viviente, según los gustos de la época y sobre todo, de las necesidades del momento. También nos muestran unas apariciones estelares, “actores invitados”, que mejor no desvelar, pero que engarzan perfectamente con el fluir del momento. Madrid ciudad de acogida de inmigrantes sin recursos en busca de nuevas oportunidades pero también refugio de actores, políticos y escritores que con mayor o menor fortuna se van granjeando un nombre, un salario y sobre todo, un lugar en la Historia.

En una ciudad donde todavía la luz eléctrica no ha recluido a las sombras nocturnas a las esquinas más recónditas, aparece el leviatán en múltiples formas. Dicen que de Madrid al cielo, pero aquí los autores han pensado que es mucho más divertido llevarnos al infierno, que no será de Dante, pero si Del Fierro, que como nos acompaña hasta nuestros días en las figuras de los poderosos sin alma, viste guante de seda, pero en puño de hierro. Y sí, también, a hierro mata, dejando la segunda parte del refrán para una futura ocasión. Es un Madrid que vive la noche con recelo, cautela e inseguridad. Solamente el chuzo del sereno, que ni siquiera caerá de punta, tranquiliza a las pobres almas que se azoran por llegar al hogar antes de que la noche traiga a los demonios a clavetear su pezuñas por las adoquinadas calles, jalonadas de tahúres, pelanduscas, borrachuzos y demás caterva de malandrines. Aunque una categoría más infecta de criminalidad se mueve por salones alfombrados, palcos exclusivos en teatros de postín, calesas relucientes y hoteles de rechupete.

Hoy en día la luz lo inunda todo, ya no hay apenas sótanos oscuros con secretos inconfesables. El subsuelo está asaeteado por cientos de kilómetros de líneas de metro, aparcamientos, túneles para coches y un alcantarillado que tiene mejor mantenimiento que los setos de El Retiro. El misterio se repliega cada vez más, en una sociedad de la “posverdad” (moderneces del lenguaje que parece que la RAE va a adoptar como un hijo pródigo) que limita el contacto con lo sobrenatural e incluso con lo natural que nos circunda. Nada nos apasiona, nada nos importa. Pasamos de puntillas por lo que Madrid nos ofrece. El neón nos deslumbra, el ruido nos enloquece, y con ello nos aislamos en nuestras cajas de cristal. El Madrid que nos pintan en esta novela es abierto, chismoso, inquieto, ilusionante, lleno de ganas por medrar y salir a “portagayola”. Se interactúa con tenderos, boticarios, churreros, modistas. Se llenan los teatros y los bares. Se habla en voz alta. Se discute de lo divino y de lo humano en los cafés que exudan literatura por doquier. En definitiva, es el latido de una ciudad que quiere formar parte de la modernidad y que, sin saber cómo, avanza a trompicones hacia el futuro.

Somos testigo de los primeros vestigios de la moderna técnica policial al estilo europeo. Métodos forenses incluidos, (C.S.I Matritensis). El desarrollo de la sanidad desde el “chicoparatodo” del barbero a la especialización médica reglada. El alcantarillado público quiere sanearse y regularizarse también. Algunos piensan en llevar el agua a las casas. (Incluso agua caliente, ¡válgame Dios!). Mientras tanto, en cárceles, arrabales de las afueras, buhardillas, hospicios y bodegas de mala muerte, la pestilencia sigue contagiando a sus moradores.

Respecto a la trama de la novela, baste con leer la sobrecubierta, aquí no haremos desvelos inoportunos de lo que el lector disfrutará a través de sus páginas. Valga decir que hay correrías nocturnas, emboscadas, pesquisas policiales, descubrimientos escabrosos, maleantes enrabietados, y una sociedad hermética que parece que lo tiene todo muy bien atado para lograr sus fines más secretos. Se agradece que no lastre la novela ni romanticismos forzados ni giros deslumbrantes de la manga que restarían seriedad al resultado final. Quedamos deseosos de ver cómo evolucionan los personajes y su tablero de juego.

El Madrid de 1859 se mueve de día y de noche, lejos quedan todavía los tiempos de la “movida madrileña”, pero este siglo XIX para el tándem “Romero & Irisarri asociados” trae movidas muy truculentas. Tengan el candil siempre cerca, es posible que lo necesiten.

NOTA: 7,5

GUSTARÁ: A aquellos buscadores de lo oscuro en sótanos y subsuelos abandonados que disfrutan de Madrid como su casa, y se interesan por la historia de su ciudad.

NO GUSTARÁ: A aquellos que prefieren el «Thriller bookseller de moda» y que rehúyen de tramas y personajes más cercanos a nuestras costumbres y maneras.


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