«EL BARBERO DE TREBLINKA» – SANTI OSAKAR – EDICIONES EL GALLO DE ORO (2018)
TÍTULO: EL BARBERO DE TREBLINKA
AUTOR: SANTI OSAKAR FACEBOOK TWITTER
EDITORIAL: EL GALLO DE ORO FACEBOOK TWITTER
PÁGINAS: 493
¿DÓNDE COMPRARLO?: FORMATO FÍSICO – FORMATO DIGITAL
– SINOPSIS –
El 22 de julio de 1942, los nazis pusieron en marcha la mayor y más sanguinaria operación de ingeniería social de la historia: el exterminio de la población judía de Polonia. Es el comienzo de la Solución Final, que encuentra a Carl Lipmann en su barbería de la varsoviana calle Gesia. Deportado a Treblinka, escapará a la muerte gracias a la profesión con la que se ha ganado la vida. Empuñando navaja y tijeras, se las apañará para sobrevivir hasta el estallido de la revuelta, con su verdugo como último cliente. Después, la fuga, el vuelo y el olvido. Y al volver en sí, la operación habrá resultado todo un éxito: un Reich victorioso y la promesa de Israel materializada. La pesadilla no ha hecho más que empezar.
– AUTOR – 
Nacido en la convulsa Margen Izquierda de Bilbao en 1974, Santi Osakar es periodista de formación y vocación, aunque la vida le acabó conduciendo por otra senda. Tras algunos años trabajando como fotógrafo free-lance, cursó un Master en Cooperación al Desarrollo que le permitió conseguir un pasaje de dos años laborales en la sede de Naciones Unidas de Buenos Aires, ciudad en la que dejó un pedazo de su corazón. Tras un corto periplo barcelonés, regresó a tierra vasca, donde se desempeñó durante un tiempo en el campo del marketing y la documentación, algo que no le apartó de su verdadero anhelo, que no es otro que el de escribir. Fruto de ello fue su primera novela, La Estrella de Samarcanda, una incursión en el más clásico género aventurero. Un viaje entre París y Estambul a bordo del Orient Express durante el período de entreguerras, repleto de peripecias rocambolescas, mucho humor y mala leche. Desde hace ya unos años, Santi trabaja para El Gallo de Oro en labores de edición, traducción, maquetación y todo aquello que se tercie. Es precisamente la editorial bilbaína la que ha publicado hace apenas un par de meses El Barbero de Treblinka, su segundo trabajo en narrativa.
–GUSTARÁ
A aquellos que disfrutan con la novela histórica (esta vez con matices ucrónicos). En concreto con el período de la II Guerra Mundial y el mundo nuevo que trajo tras haber sido, principalmente Europa, arrasada previamente. También gustará a los que reflexionan sobre los hechos históricos que tristemente somos capaces de repetir y que no se conforman con una única visión de la verdad.
– NO GUSTARÁ
A los que solamente ven en los libros históricos y bélicos una excusa para armar un thriller propagandístico de parte. Tampoco gustará a los que se sitúan en bandos inamovibles y descartan el punto de vista del que se tiene enfrente. Aquellos que sean sensibles a los horrores de la guerra tampoco digerirán bien muchas de las páginas que aquí, con tono realista, se sirven en bandeja de plata, deslucida e incómoda.
– LA FRASE 
«La química hace su trabajo lentamente. El gas despedido por los tragaluces se propaga de arriba a abajo como una ideología corrupta, se extiende sin oposición como el fascismo que la ideó, se cuela sin permiso en su interior, reclamando la última forma de sometimiento. Respiran con angustia las últimas bocanadas de aire limpio. De pronto, sienten un creciente sofoco. Los corazones comienzan a latir furiosamente, arrojando ríos de sangre contaminada por el monóxido de carbono hacia los pulmones. Estos se muestran incapaces de suministrar el más mínimo aliento. El hambre de oxígeno se acrecienta hasta devorarles por completo. Abren sus bocas ansiando el más básico alimento. Pero no llega. Se desgarran la garganta tratando de desbloquear la tráquea. Todo es inútil. La agonía de esta tortura se prolonga… Tosen entre convulsiones. Escupen sangre. Defecan de horror. Y pierden el conocimiento. Caen. Mueren.»
– RESEÑA
El recientemente fallecido cineasta francés de origen judío Claude Lanzmann (5-7-2018), guionista, productor y periodista, entrevistó a varios testigos directos de los hechos ocurridos en el campo de exterminio de Teblinka para su documental llamado «Shoah». Dicho documental consta de nueve horas de duración y más de once años de preparación. Vio la luz en 1985 y trata de entrevistas a supervivientes, testigos y criminales del Holocausto nazi por toda Polonia. «Shoah» tuvo varios premios de crítica y público, incluidos el Premio del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York a la Mejor Película de No Ficción y el Premio Bafta al Mejor Documental. Las 350 horas de grabación sin editar de Lanzmann, junto con sus correspondientes transcripciones, están disponibles en el sitio web del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos. En el apartado del documental dedicado al campo de concentración de Treblinka, se suceden las entrevistas con varias personas que vivieron lo que allí ocurrió en primera persona. A continuación podemos destacar los siguientes testimonios:
Abraham Bomba: Peluquero polaco que sobrevivió como barbero en el campo de concentración de Treblinka y que, seguramente, ha sido en quien se ha inspirado el autor para crear a su personaje principal. Abraham fue asignado al cuerpo de peluqueros que se dedicaba a cortar el pelo a las mujeres y niñas en una antesala de las cámaras de gas. Relata que un compañero le narró que tuvo que cortar el pelo a su mujer y a su hija para verlas partir a continuación hacia la muerte. Dicho compañero no cruzó palabra con su mujer para no tener que contarle la dura realidad. «El barbero de Treblinka» se fugó durante la rebelión del lunes 2 de agosto de 1943, cuando después de la una de la tarde, cuatro miembros de la SS y dieciséis guardias ucranianos salieron del campo para bañarse en el cercano río Bug y los prisioneros aprovecharon para quemar varias instalaciones (aunque no pudieron acabar con las cámaras de gas y los hornos crematorios) y fugarse a la carrera hacia los bosques cercanos. La mayoría no llegó muy lejos y fueron apresados y ajusticiados inmediatamente.
«La gente atravesó la verja. Ahora sabemos lo que era esa verja, era el camino a la cámara de gas y no los volvíamos a ver. Eso fue en la primera hora después de llegar. Después de eso, nosotros, unas 16 o 18 personas teníamos orden de limpiar el lugar. Era horrible. Pero en cinco, diez minutos, el lugar tenía que quedar inmaculado. Y quedó inmaculado. Como si jamás hubiera habido nadie allí, para que cuando llegara el siguiente transporte no se dieran cuenta de lo que pasaba. Le diré lo que significaba limpiar: retirar todas las ropas. Bueno, no sólo las ropas, todos los papeles, todo el dinero, cualquier pertenencia que llevaran encima. Y llevaban muchas cosas consigo. Llevaban calderos y sartenes. Lo limpiábamos todo.»
Richard Glazar: Fue también un recluso checo-judío del campo de exterminio de Treblinka. Uno del pequeño grupo de supervivientes de la revuelta de prisioneros de agosto de 1943. Glazar describió sus experiencias en un libro autobiográfico, Trap with a Green Fence: Survival in Treblinka (1992). Se suicidó el 20 de diciembre de 1997 saltando por una ventana en Praga después de la muerte de su esposa. Estas son sus palabras en el documental «Shoah«.
«Nos llevaron a un cuartel. Todo el lugar apestaba. Con una altura de cinco pies en una masa desordenada, estaban todas las cosas que la gente había traído. Ropa, maletas, todo apilado en una masa sólida. Encima de ello, saltando como demonios, la gente hacía bultos y los sacaba afuera. Fui entregado a uno de estos hombres. Su brazalete decía «Líder de escuadrón». Gritó, y comprendí que también debía recoger la ropa, envolverla y llevarla a alguna parte. Mientras trabajaba, le pregunté: «¿Qué está pasando? ¿Dónde están los que se desnudaron?» Y él respondió: «¡Muertos! ¡Todos muertos!». Pero aún no se había derrumbado. Él usó la palabra yiddish. Era la primera vez que oía hablar en yiddish. No lo dijo muy fuerte, y vi que tenía lágrimas en los ojos. De repente, comenzó a gritar y levantó el látigo. Por el rabillo del ojo vi que venía un hombre de las SS. Y comprendí que no debía hacer más preguntas, sino simplemente salir corriendo con el paquete».
Franz Stangl: Fue comandante de los campos de concentración de Sobobór y Treblinka durante la fase de la operación Reinhard. En 1967 fue arrestado en Brasil, extraditado a Alemania y juzgado por el asesinato masivo de cerca de un millón de personas. En 1970 fue declarado culpable y sentenciado a cadena perpetua. Murió de insuficiencia cardíaca seis meses después.
«A decir verdad, uno se acostumbra… eran una carga. Creo que comenzó el día en que vi por primera vez el Totenlager [área de exterminio] en Treblinka. Recuerdo los pozos llenos de cadáveres azul oscuro. No tenía nada que ver con la humanidad. Era una masa de carne podrida. ¿Qué haremos con esta basura? Creo que inconscientemente eso me hizo pensar en ellos como una carga… Raramente los veía como individuos. Siempre fue una gran masa. A veces me paraba en la pared y los veía en el «tubo»: estaban desnudos, agrupados, corriendo, siendo conducidos con látigos…».
Franz Suchomel: Criminal de guerra nazi. Participó en el programa de eutanasia Action T4, en la Operación Reinhard. En Treblinka fue el responsable de manejar los transportes entrantes así como la confiscación y recolección de objetos de valor. Profería a las mujeres judías en su camino a las cámaras de gas disfrazadas de duchas: «Queridas señoras, rápido, rápido, rápido, el agua se está enfriando». Fue condenado en septiembre de 1965 y pasó cuatro años en prisión.
«Cuando llegué, Treblinka estaba operando a toda su capacidad. El gueto de Varsovia estaba siendo vaciado para entonces. Tres trenes llegaron en dos días, cada uno con tres, cuatro, cinco mil personas a bordo, todas de Varsovia… Así que llegaron tres trenes, y desde que la ofensiva contra Stalingrado estaba en su apogeo, los convoyes de judíos eran dejados a un lado de la estación de tren. Es más, los vagones eran franceses, hechos de acero. Así que mientras cinco mil judíos llegaban a Treblinka, tres mil morían en los vagones. Tenían las muñecas cortadas, o simplemente estaban muertos. De los que bajaban del tren, la mitad estaban muertos y la otra mitad locos. En los otros trenes que venían de Kielce y otras partes, al menos la mitad estaba muerta. Los apilábamos [en la rampa]. Miles de personas apiladas unas encima de las otras. Apiladas como madera. Además de esto, otros judíos, aún vivos, esperaban ahí durante dos días: las pequeñas cámaras de gas no podían dar abasto. Funcionaron día y noche durante aquel período».
A diferencia de otros campos de exterminio, como Auschwitz, en Treblinka no había barracones para alojar a los prisioneros, pues los judíos llegados al campo eran asesinados directamente. Debido a ello, ha sido difícil llevar el registro de las víctimas. Según fuentes no concluyentes cerca de 900.000 personas fueron asesinadas en Teblinka. Únicamente 54 prisioneros sobrevivieron a la guerra gracias a la fuga de agosto de 1943. Muchos judíos se cortaban las venas antes de llegar al campo, presintiendo su destino, había mujeres judías que les abrían las venas a sus hijos y luego se las abrían ellas, otras se envenenaban.
El ser humano es capaz de conseguir grandes retos mediante la adopción de métodos ingeniosos de investigación, análisis y trabajo duro. Pero esta maravilla evolutiva también es de aplicación a lo peor de la raza humana y durante el Holocausto también se fue perfeccionando la técnica para el exterminio de toda una población. En las fase inicial del campo de exterminio, las autoridades interrumpieron el transporte debido al ineficiente ritmo de las primeras cámaras de gas, había tantos muertos que se amontonaban alrededor de las cámaras de gas y allí quedaban durante días. Bajo esa montaña de cuerpos había una cloaca de diez centímetros con sangre, gusanos y excrementos. Nadie quería recoger esos cadáveres, los judíos preferían dejarse fusilar a enterrar a sus parientes y ver con sus ojos la carne de los cadáveres que se les quedaba entre las manos.
Santi Osakar a lo largo de casi 500 páginas (dividido en tres planteamientos narrativos y reflexivos diferentes pero completamente relacionados: Tesis, Antítesis y Síntesis) nos ofrece su particular visión del horror que subyace en la mente del ser humano que es fagocitada por teorías supremacistas, excluyentes, racistas y eugenésicas y que no entiende ni de derechas ni de izquierdas, ni de rojos ni de azules, cuando el exterminio del «diferente» es la máxima prioridad del régimen establecido. Todo cabe en un discurso político democrático: la valoración de la implantación de la pena de muerte, el sistema de atención a la inmigración, los diferentes modelos de organización territorial, la forma de estado, etc… pero la apisonadora dictatorial que surgió durante la II Guerra Mundial fue el hecho palmario de que cuando el hombre deja de ver a su coetáneo como un igual, termina despojándole de su identidad, cosificándolo y, ya en este nuevo estrato de despersonalización, lo tratará como pura mercancía. Y las mercancías atienden a intereses estratégicos, siendo la intención en el caso del Holocausto nazi, la aniquilación de todo un pueblo por razones más económicas que puramente xenófobas.
Pero el autor nos lleva más lejos. Ahonda en el problema que fue pasado, pero avisa de su posible metástasis en cualquier lugar del mundo presente, con otros actores, con otras campañas de mercadotecnia, con otras justificaciones pero, finalmente, con la misma doctrina. Han sido innumerables los intentos a lo largo de la Historia para exterminar a los pueblos desde el propio estado (no se trata de guerras convencionales, sino de actos de infinita criminalidad). Son ejemplos de estas atrocidades: el genocidio de los Tutsis en Ruanda, el genocidio camboyano por los Jemeres Rojos de Pol-Pot, el caso de los Balcanes con el asesinato en Sebrenika de más de 8000 civiles por parte de las fuerzas serbias, los episodios de infinita crueldad de Josef Stalin o Mao Tse-Tung y un largo etcétera que aparecen periódicamente para recordarnos que algo esta cortocircuitado en nuestro ADN. En El Barbero de Treblinka Santi, Osakar nos permite reflexionar acerca de todo este páramo del infierno. En una lid de vencedores y vencidos, de justicia o venganza, traspasa el papel para recordarnos que ninguno estamos exentos de convertirnos en azotes de nuestros contemporáneos.
¿Qué convierte a esta obra en singular?, Pues más allá de la fantástica descripción de la primera parte en el campo de concentración de Treblinka (seguramente la mejor parte de la obra), es la ucronía a la que se enfrenta el lector. Según fuentes históricas fueron algunas decisiones estratégicas desacertadas del alto mando alemán, unidas a la mala suerte en situaciones vitales, sumadas a un invierno durísimo en el frente ruso y al retraso en la consecución de resultados reales del Proyecto Uranio (cuyo objetivo prioritario era crear la bomba atómica, quedándose a pocos meses de su obtención), lo que conllevó a la derrota nazi en la guerra. Pero, ¿y si no hubiera sido así? Ya hemos leído la plausibilidad de este argumento en «El hombre en el castillo» de Philip K. Dick (1962), o «Patria» de Robert Harris (1992). En segundo lugar el autor también enfrenta al lector a cuestiones más profundas, ¿quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Los malos los conocemos, pero ¿y los buenos?, ¿son tan buenos como nos los describen los libros de Historia?
Podríamos seguir indagando en la trama del libro respecto a la creación del estado de Israel en 1948 y sobre la política de geoestrategia desarrollada sobre el pueblo palestino, etc… pero dejemos al lector que siga su propio camino, no adelantemos acontecimientos. Aquí no diremos más. La novela gustará por su fina y excelsa documentación, así como por la plasmación de los sentimientos de pérdida y alienación de sus personajes principales. Cierto es, que la presente obra puede quedar algo descompensada en su último tercio ya que la narración corre por senderos más alocados y policíacos donde el Deus ex machina asoma su cuello para pintar un par de trazos briosos en esta función. La novela pudiera haber funcionado mejor con algo menos de artificio final, si bien seguramente el autor no podría haber llegado tan lejos en los planteamientos que nos plantea en Tierra Santa (quizás el tercer acto daría por sí solo para una novela independiente). En cualquier caso, es un estupendo vehículo histórico de reflexión filosófica y un incomparable viaje interior con un barbero entrañable (sufridor, doliente y encadenado a su vil destino) que lo pierde todo, una y otra vez. A él, la luz de este túnel se le antoja muy lejana, si acaso cuando llegue al Shamayim, con suerte, Yahvé, le podrá explicar la razón de tanto sufrimiento.
Santi Osakar nos despacha un aldabonazo en la línea de flotación para que espabilemos, para que no olvidemos y, sobre todo, para que reflexionemos sobre los cauces que llevan a los poderosos a auparse y a congraciarse con la excusa de la divina elección de su pueblo. Son caudillos del orden y baluartes del camino que debe llevar a sus acólitos a crear un Reich de mil años. Hay muchos opositores a dictadorzuelos psicóticos que son aupados a los hombros de la Historia por burdos y maleables palmeros que piensan que serán recompensados por ínsulas baratarias, vellocinos de oro y cornucopias engalanadas de fiesta. Con maleable destreza genuflexa y sumisa resolución al amantísimo líder le asientan con su voto, y tras él, serán desechados y despojados de más decisiones cual simples peones. Santi Osakar nos muestra de lo que todos somos capaces si nos sientan en el trono de hierro de la Fortaleza Roja en Desembarco del Rey…
…Y lo que vemos reflejado en el espejo puede que no nos guste.
La esperanza de vida en Treblinka era de, aproximadamente, una hora y media.
17 julio, 2018 en 1:03 pm
Una vez más ForoLibro nos dirige hacia la librería de la esquina, la que quede más próxima, para iniciar la lectura de una obra que previsiblemente nos sacudirá hasta la médula.
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1 octubre, 2018 en 12:16 pm
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4 diciembre, 2018 en 8:34 pm
[…] – “El barbero de Treblinka“ — Santi Osakar (Ediciones El gallo de oro). […]
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17 diciembre, 2018 en 11:39 am
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