…le gusta salir un rato a la terraza del comedor y observar cómo todos los mortales que caminan por la calle lo hacen con tanta aceleración, que parece que les esté persiguiendo el mismísimo diablo. Ahí abajo todo son prisas, malos humores, caras largas o congestionadas, y esa perpetua sensación de llegar siempre tarde a… ni se sabe a veces dónde. La cuestión es ir deprisa, aunque no haya un destino; es igual, correr, correr, que la vida se acaba… Maximilian… ¿Quién es Maximilian? Hay todo un halo de misterio en torno a este afamadísimo escritor de novela erótica del que nadie conoce la identidad. Sus libros han sido traducidos a dieciocho idiomas, y sus historias han atravesado mares y montañas, para deleite de millones de personas. Pero, ¿quién hay detrás de este seudónimo? Ustedes están a punto de descubrirlo. Se van a encontrar con un hombre cuya personalidad les va a atrapar. Inteligente, divertido, excéntrico, sensible y sobre todo… diferente a cuantos hayan podido conocer hasta ahora. Un día, hará quince años, decidió no volver a pisar la calle, y desde entonces vive tranquilo en su confortable casa, escribiendo, acompañado de sus cinco aparatos de radio, y conviviendo con una deseada soledad, que no siempre es respetada. Que el extraordinario Maximilian les acompañe. Les auguro muchas horas de puro entretenimiento.
– AUTORA –
La escritora riojana Alicia Lakatos, hija de madre catalana y padre húngaro, se trasladó a vivir a Barcelona en su adolescencia. Allí, al cabo de unos años, comenzó a compaginar su trabajo, en una importante entidad financiera, con una de sus pasiones: cantar. La música, y en especial la ópera, sigue formando parte de su vida. Otra pasión fue la literatura. A pesar de tener escritas varias novelas, e incluso una obra de teatro, no fue hasta 2015 cuando dio un enorme y decisivo paso al aceptar que sus trabajos vieran la luz. El éxito y la gran acogida por parte de sus seguidores la han animado a continuar publicando. Hasta ahora son cinco las novelas editadas: “Maià y Capi”; “El Cascabel”; “Bexonte, la aldea sin cobertura”, “Un espíritu en mi sofá” y «¿Te acuerdas, Candela?». También ha colaborado en la antología “Del Cielo a Madrid”. Regresa con su sexta novela.
– GUSTARÁ
A todos los lectores que se decantan por historias con trasfondo, temas que se entrecruzan y charlas entre distintas generaciones y sensibilidades. Será del interés de aquellos que ven las historias como hechos que suceden y hacen crecer a los personajes hacia un punto de no retorno, sin dejarse llevar por el omnipresente formato del thriller contemporáneo. Para amantes de las historias mínimas, con jugueteos narrativos, frescura en los diálogos, reflexiones sobre los espacios, el diálogo interior, el alcance de la obra, la exposición a los medios y de cómo golpea la hiperconectividad en la mente de cada sujeto.
– NO GUSTARÁ
A los lectores que prefieren otros géneros literarios más marcados y tradicionales en los que la narrativa no da descanso ni tiempo a la pausa. El secreto de Maximilian se enfoca más hacia un género urbano contemporáneo que se hibrida entre muchos temas, reflexiones, sucesos y rotura de la cuarta pared. A los que no casan con tragicomedias que, aunque de baja intensidad, cuando tienen que pegar pegan, y cuando tienen que soltar lastre mediante el cinismo, la chanza o la crítica mordaz, no ven problema en hacerlo.
– LA FRASE
«La muchacha de la camiseta mojada y los pechos cincelados en ella volvía a sonreírle al abrir el ordenador».
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar El secreto de Maximilian. Una obra con alma de tragicomedia, cuaderno de desventuras y espejo de reflejo posmoderno. Nos preguntamos si esta novela se hubiera parido con igual composición y contenido si no hubiera existido el periodo de tres meses en el que estuvimos confinados en nuestros domicilios. Un tiempo en el que tuvimos que lidiar con el enemigo exterior del virus y el interno, nosotros mismos y los que compartían con nosotros el enclaustramiento. Este suceso, inédito en la memoria de una sociedad mediterránea acostumbrada a vivir de puertas hacia afuera, produjo un sinfín de resultados físicos, pero, sobre todo, emocionales. Desde los más luctuosos de aquellos que no pudieron resistir la presión hasta los más estoicos que lidiaron con la situación como mejor pudieron. Así surgieron una infinidad de historias personales de supervivencia emocional para pasar el trance.
En estas estamos de peleas con nosotros mismos y con nuestro entorno cuando Alicia Lakatos pare a Maximilian. Un singular personaje que, aunque no llega a las altas cotas legendarias del «honorable» Ignatius Reilly de John Kennedy Toole, contiene trazas de él. El protagonista de La conjura de los necios es un tipo solitario, un outsider mordaz y cascarrabias. Mira con recelo, no se fía de nadie y critica con y sin fundamento. Su mirada es la de aquel que no está sujeto a la convivencia ni a lo políticamente correcto. Un alma libre que solo puede tener un resultado de cara a su vecindario: el ostracismo. Nuestro Maximilian tiene maneras que hacen recordar a este inmortal personaje norteamericano, pero pasado por el filtro actual de la hiperconectividad y la soledad acompañada. También podemos ver en la obra de Alicia Lakatos un recuerdo cariñoso de Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo. Ambas obras comparten el microcosmos de la vecindad y de los problemas que acontecen en el interior que no siempre son visibles desde la calle. No llegamos a conocer a tres generaciones ni el realismo literario propio de su publicación en la posguerra española que llega a asfixiar al lector, pero algo de la idiosincrasia de aquella hay en El secreto de Maximilian. Aunque esta respira más y da pie a momentos introspectivos alternados con otros mucho más ligeros y desenfadados.
Algún lector, sobre todo los más jóvenes, sentirán cerca el influjo de la individualidad exacerbada de los tiempos que corren. Tradicionalmente, la soledad estaba reservada, en el imaginario colectivo, a abuelos viudos y cascarrabias aparcados, muchos de ellos, en salas de televisión de residencias de ancianos. Hoy en día, aunque sigue en vigor la soledad involuntaria, se hace cada vez más palpable, con la estadística en la mano, las viviendas habitadas por un único integrante de manera voluntaria (con o sin mascota). Estamos empezando a percibir al otro como un extraño, una fuente de problemas, incordios, desavenencias y frustraciones. Estas limitaciones de la libertad personal, para algunos, ocasionan el individualismo hedonista tan característico de la figura del hikikomori japonés (jóvenes hiperconectados a la red que no salen de sus habitaciones -«sus castillos»- durante meses). Algo de todo esto le pasa a Maximilian. El mundo exterior para él ha perdido todo su encanto, sobresalen las amenazas y quedan eliminadas las ventajas del aire fresco y el contacto con la realidad de la calle. Pero claro, Maximilian tiene otra realidad, él es un alter ego, un avatar, un pseudónimo, una vía de escape en sí misma. Y es que para nuestro protagonista tiran más (editorialmente hablando) dos tetas que dos carretas.
Otro de los elementos que también enriquecen la lectura de la presente obra es la omnipresente, aunque no manifestada de manera directa, controversia o asunto a debate sobre la literatura y el uso del pseudónimo como herramienta para abrirse paso en el mundo editorial: ¿necesidad?, ¿decisión personal?, ¿engaño? El tema está ahí, aparece de vez en cuando como los ojos del Guadiana y vuelve a esconderse durante una temporada. Un tema que además no es nuevo, sino que hunde sus raíces en la propia historia de la producción literaria, aunque fue a partir de la Ilustración y más en concreto durante la época victoriana, donde un sinfín de mujeres tuvieron que firmar sus obras (tanto de ficción como científicas, políticas, filosóficas…) con nombres masculinos para poder ser publicadas. Más adelante, cuando ya la difusión fue aceptada con cierta normalidad, llegó la denostación propia de aquellos que, sobre todo en ciertos géneros, pensaban que las mujeres poco tenían que añadir (paradigmático es el caso de Mary Shelley con su Frankenstein, a la que casi despojan de su autoría). Ahora, las tornas han cambiado y son los hombres los que entran en un reducto tradicionalmente femenino, como es el de la literatura de género romántico/erótico con nombres ambiguos o abiertamente femeninos para intentar ganarse a las lectoras que prefieren que este tipo de historias lleven la firma de una mujer. El debate está servido. Nota anecdótica: nuestro Maximilian empieza por las tres primeras letras del apellido del pseudónimo de una de las escritoras que más vende actualmente en el género romántico del panorama editorial español. Esto se puede poner en consonancia con el mundo del avatar de las redes sociales que, a veces, se come a su propio creador. A tal punto que sin el primero, el segundo moriría en la indiferencia del anonimato.
No queremos que se nos olvide mencionar al narrador de la historia que además de ser omnisciente, es juguetón, incluso retador y vanidoso. Él es así. Y así sorprende al lector cuando le interpela directamente o cuando, simplemente, se mete en camisas de once varas. De esta manera, el protagonista estará acompañado en todo momento en su enclaustramiento voluntario. El prota y su sombra hablarán al lector de aspectos personales, intimidades y reflexiones. Comprobaremos también lo separado que está el escritor de su propia obra y viceversa. Y es que, a veces, nada tiene que ver el brío y contenido de la pluma con lo que se plasma en la página en blanco; otras veces sí, por supuesto. Lo que está claro es que autor, narrador y personajes conviven en la misma persona y de ahí surgen las luchas, inseguridades, recelos y triunfos. Las diferentes identidades (la mitad oscura que habita en cada uno de nosotros) intentan alzarse como vencedoras, situándose en primera línea para recibir el favor del público o sus tomatazos. Maximilian lidia en su laberíntico juego en el que separa su propio ser de la «bestia» que ha creado. Esto le hace plantearse y plantearnos diferentes puntos de conflicto personal y reflexivo. Además, por la casa de nuestro «desfacedor de entuertos» pasan una serie de personajes que, desde la mirada del diván, le harán, al menos durante unas cortas charlas, tomar de nuevo contacto con la realidad de carne y hueso, y así alejarse del onanismo digital.
El secreto de Maximilian, al que se aferra el protagonista con todas sus fuerzas hasta más allá de la muerte, es una pieza singular de agorafobia unida con el amor/odio a la colectividad y al escuchar las penas de los demás cuando uno ya tiene suficiente con las propias. Alicia Lakatos Alonso mete, en una misma corrala, una variada red de tender la ropa en la que hay todo tipo deprendas: ropa interior, de diario y de encaje incluidas. La figura del gruñón auto desterrado se actualiza en estas páginas y nos da pistas y avisos de la sociedad de tabiques que nos separan y redes digitales que nos unen… También va incluido un «toque» al mundo editorial y a los editores sedientos de sangre.