– GUSTARÁ
A aquellos que no se rinden ante las mentiras institucionalizadas de los que se saltan la ley ni ante la jauría cacofónica de aquellos que les dicen lo que deben pensar. Aquellos lectores que quieran observar por medio de la ficción, problemas muy reales que suceden en una comunidad que ha sido vilipendiada por una oligarquía que chupópteros, defraudadores y esquilmadores, tienen aquí un ágil vehículo de entretenimiento y reflexión.
– NO GUSTARÁ
A los lectores que prefieren seguir la senda marca por la línea editorial de TV3. No gustará a todos aquellos crédulos que creen que con la supuesta creación de la nueva república catalana, tocando los tambores del actual intento de golpe de estado latente, se les acabarán todos sus problemas y podrán nadar en nuevos privilegios de ínfulas acomodaticias.
– LA FRASE
“Contacten con nuestro historiador, Víctor Tururul y que lo arregle, si hemos convencido a nuestros compatriotas catalanes de que los catalanes defendimos Constantinopla, que los catalanes fueron los precursores del imperio romano, que Cervantes era catalán al igual que Santa Teresa y Cristóbal Colón, si les hemos convencido de que Colón salió del Puerto de Pals, que la guerra de sucesión fue una guerra de secesión, podremos convencer a los extremeños de que son catalanes. Tenemos que seguir el mismo modus operandi que en Cataluña, repetir una y otra vez las mentiras hasta que se conviertan en verdad, y si los catalanes que son altos, rubios y muy inteligentes hemos conseguido convencerles de lo que hemos querido…, a los extremeños que son morenos, bajitos y poco inteligentes, tardaremos la mitad.
– RESEÑA De todos los usos que se le da a la utilización de un pseudónimo en las publicaciones literarias, la del presente caso es (seguramente) la única deleznable: la persecución de las ideas del autor. En todas las épocas y culturas existe la figura del censor que, auspiciado y jaleado por la élite política y cultural, basa su existencia en enrasar el pensamiento único de toda la comunidad para mayor gloria de sus gobernantes. El único sistema que históricamente ha permitido perpetuarse en el tiempo al despótico sátrapa de turno ha sido el exterminio de la disidencia y del libre pensador. Es precisamente en el germen de una idea donde pueden surgir las dudas de los adláteres acomplejados del régimen. Si la verdad y las ideas heterodoxas enraízan entre el pueblo, los privilegios de la clase dominadora corren peligro de ser despojados de sus enmoquetados palacios de vino y rosas. Es desde la atalaya del castillo desde donde se envían a los jueces de la verdad, “su orwelliana verdad”, para que hagan prevalecer el statu quo y que ningún hombre cultivado saque el pie del tiesto. Y como diría el cuento: esto, queridos niños, es lo que pasa en Cataluña. Desde la escuela pública (madrazas fundamentalistas), pasando por la televisión, también pública y, supuestamente de todos, las organizaciones sociales, la policía autonómica y, lo más preocupante, las propias instituciones con el parlamento de Cataluña a la cabeza, se niega la verdad de la mayoría, para apuntalar la reiterativa mentira de unos pocos. Parlamento, sede del gobierno del sin sentido, del secuestro, de la conculcación de las libertades y de la voz de los que no comulgan con sus ideas: sectarias, supremacistas, aislacionistas y fascistas.
De estos sucesos nacen voces que, con megáfono en mano desde un ático, pugnan por hacerse oír entre tanta cacerola abollada como los cerebros de los que las baten en duelo. Esta “resistencia galáctica” se juega literalmente el tipo, los cristales de sus negocios, el ostracismo en su comunidad de vecinos, su puesto de trabajo y, hasta el acoso encarnizado y cruel a sus hijos en la escuela. Ciudadanos que ven como la convivencia familiar, social y política, que toda comunidad humana necesita, ha sido ocupada con caudillaje ilegítimo por el griterío de una masa minoritaria que solo entiende el lenguaje totalitario de buenos y malos, del conmigo o contra mí, o del ellos o nosotros.
En estas circunstancias anómalas, nos encontramos a unos pocos valientes que levantan la pluma para dedicar sus glosas a aquellos fundamentalistas de pensamiento unidireccional. Mediante un discurso mordiente desarbolan, punto por punto, cada soflama esputada por la manada becerril. Aquí el autor arranca con tono de comedia. Es este género literario del que se vale para enfrentar las ideas de los que son sometidos a periódicas lavativas mentales por parte de sus autodenominados “dioses” de la república (algunos de estos dioses incluso se han exiliado en tierra lejanas para velar mejor por los intereses de sus súbitos, encarcelados incluidos). Una vez que la razón y la realidad tangible y demostrable no es capaz de despertar al individuo abducido que se cree ungido en el óleo de los elegidos, es mediante lo grotesco, lo gamberro, lo trasgresor y lo deformador, con lo que el humor invoca su fuerza purificadora para echar por tierra la supuesta solemnidad del discurso independentista. Fue el personaje de Jorge de Burgos en la adaptación cinematográfica de la novela “El nombre de la rosa” de Umberto Eco el que dijo: “La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Pero este libro podría enseñar que liberarse del miedo al diablo es un acto de sabiduría. Cuando ríe, mientras el vino gorgotea en su garganta, el aldeano se siente amo, porque ha invertido las relaciones de dominación: pero este libro podría enseñar a los doctos los artificios ingeniosos, y a partir de entonces ilustres, con los que legitimar esa inversión. Entonces se transformaría en operación del intelecto aquello que en el gesto impensado del aldeano aún, y afortunadamente, es operación del vientre. […] La risa distrae, por algunos instantes, al aldeano del miedo. Pero la ley se impone a través del miedo, cuyo verdadero nombre es temor de Dios. Y de este libro podría saltar la chispa luciferina que encendería un nuevo incendio en todo el mundo; y la risa sería el nuevo arte, ignorado incluso por Prometeo, capaz de aniquilar el miedo”. Y así, como indica el “venerable” Jorge, cuando se elimina el miedo de un pueblo que es gobernado sin libertad, la razón toma su lugar, poniendo en evidencia las vergüenzas de un grupúsculo de estómagos agradecidos, defraudadores y evasores fiscales, que más que el bienestar de muchos, lo que de verdad quieren es el provecho propio. Mientras tanto, los servicios básicos de la comunidad por los que tienen que velar son esquilmados sin rubor alguno.
Crónicas de Tabarnia se compone de seis relatos: Ocho apellidos extremeños, Lazos de sangre, La otra realidad, El cazador de monstruos, Algoritmo y La llegada. Todos ellos con características propias y géneros diferentes a los que se tendrá que enfrentar el lector. Su nexo en común es el de la difícil convivencia entre ciudadanos que han sido abandonados y engañados por las instituciones. A unos se les han hecho promesas que les llevan al abismo, mientras que la voz de los otros ha sido ninguneada y apartada del escenario público. El presente libro está escrito en un tono coloquial, accesible e inteligible por todo tipo de públicos, aunque por su doble lectura y picardía va más encaminado al público adulto. La presentación en seis escenarios distintos y su extensión de poco más de cien páginas permite una lectura ágil, dinámica y perfectamente asimilable.
Si el propósito de todo cuento es su moraleja, aquí tenemos varias. El problema de convivencia en Cataluña se ha abordado por muchos autores desde amplias ópticas, siendo la mayoría de ellas: políticas, económicas y legales. En la presente obra se nos brinda la posibilidad de ver estas circunstancias desde el ángulo de la ficción. Espejo de feria que nos devuelve una imagen distorsionada de la realidad pero con un poso que no es posible desdeñar.
Y, por supuesto, este es el primer volumen. A Tabarnia todavía le quedan muchas cosas que contar.