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UN ESPÍRITU EN MI SOFÁ

UN ESPÍRITU EN MI SOFÁ

– GUSTARÁ
A aquellos lectores que les interesan que en sus lecturas de ficción se espolvoreen posos de reflexión y recogimiento. Sensibilidades que va introduciendo la autora y que van calando poco a poco en la lectura, más allá de la propia y acostumbrada tensión narrativa de cada relato de ficción. También será una lectura apetecible para aquellos que se plantean la consistencia de la transición de esta vida, ¿a la siguiente? y del trato que nos damos los unos a los otros dependiendo de tantos condicionantes; desde la piedad y la empatía hasta el desahucio y el olvido de nuestros familiares y amigos.
– NO GUSTARÁ
A los lectores que puedan verse seducidos por el título del libro y luego se queden defraudados por que los tiros no vayan por donde ellos vaticinaban. No será tampoco del gusto de los lectores de altos ritmos narrativos (clifhangers) ni cinematográficos. Aquí la cadencia es la de los diálogos y la reflexión, más que el de las correrías y los atropellos secuenciales.
– LA FRASE
“Habrá muchos días que al despertarse, ya no solo no sabrá ni que día es (eso nos pasa a casi todos, alguna vez), sino que no sabrá ni dónde está, ni recordará qué hizo ayer, y mucho menos qué debería hacer mañana. Está ahora en una época en que los acontecimientos recientes empiezan a desaparecer, y los antiguos cobran tal fuerza, que se confunden en el tiempo. Hasta que su mente no se relaje y vaya aceptando vivir dentro de este nuevo mundo, que acabará por protegerle y darle paz, una parte de él seguirá rebelándose”.
– RESEÑA
Hoy traemos a reseñar el libro Un espíritu en mi sofá de Alicia Lakatos Alonso y Esstudio ediciones. Una novela contemporánea, sensible, poética, reflexiva, filosófica y escatológica (entiéndase siempre con la primera entrada que ofrece la RAE en su diccionario, no con la más extendida segunda acepción). Relato ágil, muy conversacional y coral en sus personajes protagonistas y secundarios. Pese al título, que puede sugerir un tono más oscuro y neblinoso de thriller de suspense, nos encontramos en cambio con una fábula que da salida y configuración a varias de las preguntas que todo individuo se ha hecho en alguna ocasión del tipo: ¿qué nos espera después del último hálito? Aquí veremos como Alicia Lakatos Alonso propone su esperanzadora premisa: los “viajeros” parten hacia un infinito más allá de toda medida humana. Pero antes y, dependiendo de la mochila de sinsabores con la que hayan cargado en el mundo de los vivos, harán su particular “purgatorio” en una sala de espera original, platicadora y redentora. Todos estamos de paso, pero para la autora cada historia personal cuenta, por convencional o normativa que sea, ninguna es desdeñable. Historias mínimas de mayor o menor calado que sirven a la escritora de cadena de transmisión para exponer la sensibilidad de los individuos en su interacción con sus propias familias y allegados.
El ser humano que visita periódicamente con indiscreción la ventana del prójimo pero sin salir de la revisión diaria de su propio ombligo debe enfrentarse a la parca con las mejores armas que tiene, de ahí que unos opten por la espiritualidad de la aceptación y otros por la rebeldía y la lucha más encarnizada. Recordemos la primera escena de la película Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) donde el propio Ryan le dice a su mujer: «dime que he vivido dignamente, que he sido merecedor de cuanto se ha hecho por mí». El esfuerzo que realizaron por él para que pudiera sobrevivir a la batalla es la raíz de la cuestión. Esa dignidad vital la tenemos muy presente en esta novela. Vivir por vivir o vivir para alcanzar una meta moral que nos eleve a la calidad de digno y al sentido último de nuestra existencia. Este balance y juicio de Osiris es raramente posible aplicarlo en vida (en el más allá ya será el San Pedro de turno el que nos abra las puertas del paraíso o no), mientras tanto, esperamos que nuestros actos surtan algún efecto en la arquitectura cósmica para que allá donde vuelen las almas nos tengan un espacio reservado, sino de primera, al menos de clase turista, ya que en la bodega de carga nadie quiere quedarse. A tenor de lo anterior, hay una escena que ya escribió Mark Twain en Tom Sawyer. Tom se le cree fallecido y, a escondidas, acude a su propio funeral para poder escuchar qué tienen que decir de él una vez muerto. Es precisamente esto lo que le ocurre a uno de los personajes de la presente novela. Aquí aflora ese incontenible deseo por saber qué opinan los demás de nosotros sin el muro comunicativo que creamos a nuestro alrededor en vida. La autora diseña una paralela metáfora de la que todos los lectores se sentirán partícipes. Ya no solo es importante saber qué hay después de la vida sino el poder conocer el legado y la impronta que dejamos en los que “temporalmente” se quedan atrás.
Un espíritu en mi sofá cabalga por premisas próximas a El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999) o a Ghost (Jerry Zucker, 1990) pero ni abraza el suspense efectista de la primera ni el melodrama lacrimógeno de la segunda. El presente libro no debe engañar por el título a aquellos que buscan lecturas fantásticas o esotéricas ni a aquellos amantes de la comedia con leves toques dramáticos. Tiene algo también del realismo mágico sudamericano reencarnado en el Pedro Páramo de Juan Rulfo en el que la muerte lo inunda todo, incluso la propia vida. La presente lectura busca la complicidad del lector mediante la sencillez de sus secuencias y escenas. Incluso en los momentos de mayor tensión narrativa la autora no ahonda en lo policíaco ni en la negrura del thriller como hubieran hecho otros autores más cercanos a estas temáticas. En Un espíritu en mi sofá abundan las conversaciones, los encuentros casuales y la confrontación de puntos de vista entre los distintos personajes. Muchas preguntas y menos respuestas entre unos actores que buscan el sentido a su existencia mientras van recorriendo los intrincados caminos de aquellos que les rodean. Conoceremos también los protocolos hospitalarios, la corrosiva enfermedad que habita por sus pasillos y el desahucio, en ocasiones, de algunos pacientes enfermos que no son visitados por sus familiares (aunque tras el entierro estos mismos acudan prestos como hienas a sacar la mayor tajada posible en la apertura del testamento). Vida y muerte. Desde la afección y el sentimiento humano más puro a las relaciones más especulativas e interesadas. Todo cabe en la eterna “ruleta de la fortuna”. Incluso la enfermedad del olvido que planea con su implacable adormidera por encima de nosotros.
Y como de la muerte, de su cercanía y de su vadeo con Caronte estamos hablando, no podemos dejar de mencionar el poder de la visión de los psicopompos. En esta ocasión encarnado en un pequeño y avispado can que adelanta la llegada de “los visitantes”. Les acompañará y velará en su transición hacia el más allá mediante su complicidad y compañía. No olvidemos que los animales sienten en un espectro que a los humanos, de momento, se nos ha vedado. Ellos son los que nos cuidan y nos consuelan en los peores momentos sin pedir nada a cambio. Nos acordamos del caso del gato Óscar, “inquilino” del geriátrico Steere House en EE.UU que, además de acompañar y animar a los pacientes ingresados, es capaz de anticipar la muerte de los mismos. Su mera presencia al lado de la cama de alguno de ellos es vista por los médicos y el personal del geriátrico como un indicador casi absoluto de muerte inminente, lo que permite a los miembros de la plantilla avisar rápidamente a los familiares. A día de hoy no hay una explicación científica definitiva acerca de este fenómeno.
Un espíritu en el sofá es una narración poética, sentimental e íntima. Juega sus cartas en la creación de sus personajes que comparten todo un crisol de puntos de vista e inquietudes acerca de la muerte y de las diferentes formas de llegar a ella; de la más natural a la más imperiosa y brutal, como en el caso de los accidentes o los suicidios. La novela tiene un tono coloquial, frenético en sus conversaciones, tranquilo en sus reflexiones y algo más libre en sus descripciones. Comentar también que el exquisito resultado final de la edición de Esstudio ediciones ayuda a sumar calidad a la presente lectura. Dura en ocasiones y vital en otras Un espíritu en mi sofá, desde la intimidad de las cuestiones vitalistas que plantea la escritora, nos ofrece un vehículo de reflexión y esperanza hacia lo que, irremediablemente, todos antes o después tendremos que experimentar.


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