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ÚLTIMA

ÚLTIMA

–GUSTARÁ:
A los que piensan alegremente que si ellos tuvieran un gran poder las cosas serían diferentes y que todo iría mejor bajo su manto megalómano. A aquellos lectores que prefieren leer a velocidad de crucero en vez de subirse al autobús de la película Speed. Gustará a los lectores aficionados a la narrativa formal, bien planteada y construida con esmero y dedicación. En definitiva, a todos aquellos que buscan lecturas que digan algo más que correcciones políticas y estadísticas de ventas de editoriales.

– NO GUSTARÁ:
A los amantes de la literatura más rauda y frenética con clichés y estructuras narrativas yanquis. Defraudará a los que galopan por los libros y sacan pecho de tener el certificado del curso de lectura rápida. Aviso: el autor nos introduce en conversaciones y reflexiones muy medidas, alejadas de duelos al amanecer o dentelladas de lobos en la noche de Walpurgis.

– LA FRASE:
“Que por encima de ellos haya un poder superior ha salvado muchas vidas. Y ese poder superior, precisamente por ser absoluto, no necesita ser terrible, opresor o cruel. A partir de ahí reconozco que la crueldad, la maldad, pueden ser subjetivas. En los países del primer mundo se me califica de poco menos que ser abominable, sin embargo fíjate en los países subdesarrollados, se me adora. ¿Qué tienes que decirme sobre eso? Es más, yo te diría que le estoy haciendo un favor a la humanidad echándome la culpa de todos los males y convirtiéndome en el centro de todos los ataques”.

– RESEÑA:
Última, la novela que tenemos entre manos del escritor Enrique J. Vercher García siendo novela en su formato arquitectónico, tira más por derroteros de premisas ensayísticas. Esto no lo notaremos de inmediato ya que el comienzo, como luego analizaremos, es algo desorientador. El autor nos introduce en su mundo (el nuestro) de una manera un tanto azarosa, cambiante y, aparentemente, inconexa. De entrada no entendemos muy bien a dónde nos quiere llevar por los mares procelosos de la narración. Pero el momento llega, la calma interconecta todas las primeras vicisitudes narrativas del primer cuarto del libro para, a partir de ahí, sentar cátedra, bases argumentales y filosóficas sobre a lo que se va a enfrentar la pareja protagonista. Uno será el todopoderoso, otra será la escritora de su biografía (y algo mucho más que tendrán que averiguar). Ahí reside la enjundia y núcleo de la heterodoxa y original obra que tenemos entre manos. Las casi trescientas páginas giran entorno a la eterna pregunta, ¿dónde radica el poder?, ¿cuáles son sus límites?, ¿quién lo ostenta?, ¿cuál es el método para adjudicarlo, traspasarlo, modificarlo, detentarlo o abolirlo? Un poder ilimitado, ¿qué duración tiene si no puede ser derrocado?, ¿qué ocurre cuando una persona se convierte en un dios terrenal?, ¿cómo afectaría este “advenimiento” al orden y equilibrio mundial existente?

Podemos hacer un claro paralelismo con la archiconocida serie televisiva de Juego de Tronos. En Última las reflexiones que nos hace el autor transitan por sendas parecidas a la creación de George R.R. Martin. Llegamos a la conclusión de que el poder es poder. Además quien pueda ejercerlo con la capacidad coercitiva ilimitada y sin la posibilidad de ser derrocado por la disidencia se convierte en una suerte de dios moderno. Durante la historia de la humanidad se han concatenado numerosos imperios y dictadores que han tenido bajo el yugo a sus súbditos. Todos ellos han nacido y han caído. Ninguno se ha podido perpetuar, en todo caso, han seguido prolongándose mediante una dinastía u orden político establecido, pero todo tiene un inicio y un fin. Esto nos demuestra que si así ha sido, así seguirá siendo; el poder omnímodo no existe. Pero, ¿y si apareciera un superhéroe, un todopoderoso que no tuviera limitación alguna, ni en el tiempo ni el espacio? Aunque fuera de manera teórica, un dios que no puede ser derrocado, ¿cómo afectaría al orden establecido? No hay nada más poderoso que el propio poder.

Y en estas preguntas éticas y morales nos andamos cuando el autor decide darle formato novelesco y soltar las cadenas de un todopoderoso en nuestro actual mundo de poderes enfrentados. Las primeras consecuencias a considerar son las relacionadas con los equilibrios de poder. La figura de un líder totalitario es el oxímoron de la paz social dentro de sus fronteras. En tiempos convulsos los mayores líderes sátrapas que han abolido las libertades individuales han contribuido, de manera paradójica, a la paz dentro de sus fronteras. Los cánones geoestratégicos mandan. Última no tiene fronteras así que, en realidad, pese a su amplia legión de detractores, ha conseguido establecer la tan ansiada paz perseguida por muchos. Es su paz, arbitraria, caprichosa, cruel en ocasiones y fiel a su estilo… pero paz al fin y al cabo.

A Red (Morgan Freeman) en la película Cadena perpetua, dirigida por Frank Darabont y basada en el libro de Stephen King, por fin le dan la libertad condicional y le asignan un puesto de trabajo de ayudante en un supermercado. En un momento dado le pide permiso al encargado para poder ir al baño, este le dice que no tiene que pedir permiso, que si quiere ir que vaya. Red reflexiona: “Durante cuarenta años pedí permiso para orinar, ahora no puedo hacerlo sin él”. La institucionalización como método de opresión. Cuando el individuo se siente oprimido, ya sea de manera real o ficticia, tiene las mismas consecuencias: agachar el corvejón, seguir las normas establecidas y pasar lo más desapercibido posible.

Enrique Vercher disecciona la figura del divino omnipotente desde la imagen lejana e inalcanzable en la vertiente más pública hasta la insoldable soledad, tristeza e inseguridad en la forma más privada del personaje. Esta figura, como la de todos los paradigmas del poder que hemos visto y escuchado tantas veces tiene varios factores en común. Pero tres son, a nuestro juicio, los más interesantes:

– La soledad: Desde la Fortaleza de la soledad de Superman a la Batcueva de Batman los súper poderosos saben que no se pueden juntar con sus congéneres, son diferentes, son únicos e incomprensibles. Nadie puede entender la terrible situación a la que se ven abocados. No hay grupos de terapia para estos casos “Hola soy Superman y yo también soy todopoderoso” – “Hola Superman”, 51AZKFHRDQLdirían a coro el resto de participantes. Esta posición elevada desde la que ven el mundo les confiere una particularidad que les diferencia de todo el resto. El poder es una carga que les acompañará siempre, “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, que diría el adolescente Spiderman o que le pregunten a Frodo Bolsón cuáles son las consecuencias del poder definitivo: cambios de carácter, hosquedad, aislamiento, susceptibilidad, etc. Es en un estado de soledad donde estos personajes pueden realmente ser libres del acoso de una sociedad que no les comprende ni les respeta como ellos quisieran. (¿Tienen en mente el vanidoso carácter del futbolista Cristiano Ronaldo? A eso nos referimos). Todo ellos son el Omega Man de Richard Matheson. Héroes o villanos de una sociedad que, aunque quiera ser salvada, siempre mirará con resquemor a estos sujetos que se encuentran por encima de sus capacidad físicas y mentales y que, por tanto, no son manejables ni se les puede limitar. Como ejemplo de lo presente, Enrique Vercher nos presenta a un ser que ha visto transformada su existencia (no siempre fue así) y que en el aislamiento gibraltareño del que estamos hablando se rodea de una colección de blade runners que puede confeccionar a su imagen y semejanza; estos no se cuestionarán quién es su creador ni qué propósitos tiene. Los modernos prometeos de Shelley que ni sienten ni padecen serán su guardia pretoriana ante el resto del mundo. Hasta el emperador Palpatine necesita guardianes, más por un asunto de infundir temor que porque sean realmente necesarios. Algo parecido acaece en las películas de James Bond con las fortalezas de los súper villanos, situándose la mayoría de ellas en sitios remotos e inaccesibles. Son sus remansos de paz malignos.

– Apariencia de normalidad e incomprensión: Y es aquí donde entra la protagonista femenina de la presente obra. Constanza (firme, constante, la que construye). Ella, por razones narrativas que ya descubrirán, se convierte en biógrafa y confidente del archiemperador. Es esta relación de desiguales seguramente la parte más interesante de la novela. Dicho emparejamiento fortuito cabalga entre la reticencia primera, el posterior desinterés abúlico, para finalizar en la confidencia del primero y el síndrome de Estocolmo de la segunda. Constanza intentará encontrar una fisura en el ko.JPGpoder ilimitado del protagonista. Para ello indagará en todos los pormenores de su vida y obra, acompañándole por medio mundo en un sinfín de “recados” de lo más variopinto. En esta coyuntura el protagonista tendrá la oportunidad de darse un baño de realidad bajando al barro de la normalidad al poner en pausa todas su formidables capacidades (se acuerdan en la película Superman II cuando el hombre de acero elimina voluntariamente sus poderes para intentar tener una vida normal al lado de Lana Lang y de Lois Lane. Vemos entonces que Superman puede sangrar. Pero claro, un superhéroe no puede retirarse, ¿o sí?). Otra anécdota más cercana es aquella que dice que el rey Alfonso XIII se escapaba embozando su identidad por los túneles del Palacio Real de Madrid para tomarse el vermú en el local El anciano rey de los vinos de la calle Bailén. Es aquí donde aparecen los Bruce Wayne y Clark Kent que quieren juntarse con el pueblo, sentir sus propias vidas, sus alegrías y sus miserias, su libertaria realidad de luces y sombras. Ajenos a la responsabilidad de sus devenires en ocasiones quieren ser otras personas, anónimos en un mar de cotidianidad que les haga sentirse fluir en una normalidad sincera y despreocupada. Acoplarse con sus iguales, con sus problemas y con sus quehaceres para poder ser entendidos como uno más de la manada y no como un “bicho raro”. Constanza, junto con el lector, estará presente en este viaje catártico. Una singladura por el desierto donde el protagonista renace a un nuevo plano que había olvidado en su atalaya capitolina. Estas reflexiones y vivencias llevarán al protagonista a entender cuál es su situación y su papel en la sociedad que le ha tocado regir. Por ello tomará una decisión que quedará en la retina de los lectores para siempre.

Ùltima también nos habla del conocimiento humano, de los límites de la traducción de los distintos idiomas (de esto el autor sabe mucho) como vehículo del entendimiento y la bonanza cultural de los pueblos. Estarán muy presentes los libros, las ideas, las bibliotecas y el intercambio de información. Paradigmático es que los dictadores más importantes han contado siempre con las mayores bases de datos culturales con autores y artistas a su disposición. Han sido conscientes de que mediante este vehículo los rigores del olvido temporal son menos firmes. Mientras una lápida enmohece y es olvidada rápidamente, el soporte artístico que emana sobre dicho personaje y que se atesora en pinacotecas, videotecas y museos varios puede llegar a ser eterna. En el mundo actual aunque se queme la biblioteca de Alejandría siempre queda una copia digital; que esto sea bueno o malo dependerá de los ojos con los que se enjuicie el asunto, pero lo que sí está claro es que pasar a la posteridad hoy en día se ha convertido en algo mucho más fácil que hace siglos. ¿Cómo quiere ser recordado un dictador? Pues curiosamente como alguien bueno que ha hecho frente al mal. ¿Pero que ocurre si un día descubre que él mismo es el mal?

También podrán disfrutar de guiños a Desafío total, a Tolkien, a En la habitación, a Moby Dick y a muchas otras obras que el lector avispado cazará y degustará. Ejemplos para describirnos un mundo extraño en el que vivimos y en el que corremos como pollos sin cabeza hasta que viene alguien y da un puñetazo en la mesa. Es entonces cuando se nos quita a todos la tontería en la que pacemos. Y si nos portamos mal nos llevarán a la prisión Vulcano, una metáfora de los círculos del infierno de Dante en La divina comedia, donde comprobarán que, según descienden, más sofoco les ocasionará la visita.

Última es una obra muy personal, alejada de las distopías habituales del género de ciencia-ficción donde prima la acción a la reflexión. Su narrativa es muy accesible aunque de una cadencia no apta para una lectura de usar y tirar. Funciona mejor como obra de estudio y reflexión que como thriller al uso. Su composición recae en compartimentos aparentemente estancos que llegado el momento se abrirán para que todo tome sentido. Puede, como decíamos al principio, que esto desoriente al lector menos atento. Asistimos a una búsqueda de los límites del poder y de la condición humana, por ello acierta más en las partes más calmas que en aquellas que transita por veredas más correveidiles. Reflexionamos con la presente novela que, aunque sean imperfectos los equilibrios de poder de las democracias occidentales, con sus altas tasas de corrupción, burocracia, injusticia y prebendas para los que pisan moqueta incluidas, podrían ser mejores opciones que dejarlo todo en manos del arbitrio caprichoso de una sola persona, ¿o no?

Finalmente, apuntar que el concepto de la prisión Vulcano nos ha gustado tanto que le pedimos al autor que, por favor, aunque sea en un relato corto, nos lleve de nuevo allí para contarnos, por ejemplo, que pasaría si metiéramos allí a los líderes de nuestros principales partidos políticos. Para salir tendrían que ponerse de acuerdo en cerrar leyes a largo plazo sobre temas vitales para nuestro país. Cada día que pase sin acuerdo un grado más de temperatura. ¿Qué os parece?


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