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EL ÚNICO HOMBRE VIVO

EL ÚNICO HOMBRE VIVO

– GUSTARÁ
A aquellos lectores principalmente de la línea Z (zombis/infectados). También gustará a aquellos que les interesan las novelas que se sitúan en su propia ciudad para que así puedan comprobar hasta dónde ha ido el autor en sus descripciones. Al menos esta primera novela (que podría tener continuación), pese a su título, se acerca más a un 28 días después de Danny Boyle que se ha trasladado de Londres a Barcelona que al Soy Leyenda de Richard Matheson o a En La carretera de Cormac McCarthy.
– NO GUSTARÁ
A los que las novelas de zombis o infectados no les atraen los más mínimo. El riesgo de este género es que es querido y odiado a partes iguales y es difícil que los detractores del mismo le den, aunque sea, una pequeña oportunidad. Tampoco gustará a aquellos lectores exigentes del género postapocalíptico que busquen una estructura imponente, densa y compleja al estilo del Apocalipsis de Stephen King o al El canto del cisne de Robert MacCamon.
– LA FRASE
«Sin embargo, me he percatado de que en las últimas noticias hablan ya de cinco mil muertos. Según he podido contrastar en esa infinidad de páginas que el ébola no tarda un día en matar a una persona infectada. El período de incubación, o sea, el intervalo entre la infección y la aparición de síntomas, oscila entre dos y veintiún día. Y provocar la muerte entre seis y diez días después desde que se confirma la enfermedad. Por lo tanto… ¿Qué coño nos están contando? Nos están mintiendo. Esto es mucho peor que el ébola». Blog La Verdad y Solamente la Verdad.
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar la novela El único hombre vivo de Mario Gómez Giménez. Un aventura apocalíptica en la Barcelona actual. Una lucha por la supervivencia contra los zombis/infectados de un lado y contra el oscurantismo de los medios de comunicación y de los tejemanejes clandestinos de los gobiernos de otro. El débil equilibrio en el que se sustenta la sociedad puede caer siempre que el golpe sea súbito e inesperado. Este puede estar relacionado con un crack bursátil o económico o bien por un brote infeccioso que afecte de manera exponencial a los integrantes de una sociedad. Cuando todo se ve arrastrado en un alud escaleras abajo la situación es de muy difícil reversión. Es precisamente en las sociedades modernas en las que las tecnologías de la información están llamadas a crear barreras de contención donde se encuentra el talón de Aquiles. La inerconectividad e interdependencia de la mayoría de sistemas ocasiona que la caída en picado de la sociedad sea mucho más rápida. La falta de autonomía y de procesos analógicos conlleva que una vez que cae la primera pieza del dominó, todas las demás vayan detrás sin cortafuegos ni antídotos. Son incontables los ejemplos que podemos encontrar en el cine, en la literatura y en la vida de real de que cuando empieza el desmoronamiento, lo que antes creíamos que era imposible que ocurriera en nuestra «rutinaria y acomodada» vida, se torna palpable y verídico. Así sucedió en el crack bursátil de 1929, en la caída del muro de Berlín, en la peste negra que asoló Europa en el siglo XIV y que se llevó por delante a un tercio de la población, en el hundimiento del Titanic en las gélidas aguas del Atlántico la madrugada del 15 de abril de 1912 o el mismo ébola que siempre está esperando pacientemente para convertirse en la nueva pandemia mundial el día que pueda saltarse todos los controles sanitarios (paradigmático el ejemplo de la película Estallido – Wolfgang Petersen – 1995).
En el único hombre vivo, Mario Gómez Giménez nos mete el enemigo en casa creando una atmósfera parecida al Estado de sitio (Edward Zwick, 1998). Durante esta excepcionalidad se desata la mayor de las pesadillas en una ciudad sitiada que corre como pollo sin cabeza en la que cada uno quiere poner a resguardo su propio culo. ¡Sálvese quien pueda! A partir de aquí, la novela se divide en dos temáticas y localizaciones diferentes. Aunque ambas tienen en común el mismo espíritu de supervivencia, una de ellas perteneciente a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado intentará equilibrar la balanza y salvaguardar a los ciudadanos de las hordas de infectados, mientras que la otra, liderada por periodistas investigadores intentarán llegar al fondo del asunto. Su prioridad será poner luz y taquígrafos ante los desbordantes sucesos que se desarrollan en la Ciudad Condal. Vital será su enfoque para encontrar la culpabilidad en aquellos que han desatado la ira del infierno al abrir la caja de Pandora. Tanto la contención policial como la búsqueda de respuestas son tratadas con igual importancia por el autor. Una y otra son consustanciales a la trama. Para acercar la narración al realismo más puro, el autor introduce extractos periodísticos en varios puntos de la novela y, lo que es el mayor acierto narrativo, información tangencial producida y emitida por distintos blogs de noticias particulares y anónimas. Podremos ser testigos de cómo varía el mensaje entre las líneas editoriales regladas, influidas y supervisadas como marionetas del poder y aquellos medios minoritarios en manos de ciudadanos que pueden ejercer sus derechos de información en libertad y sin censura en su mensaje.
Y no es la primera vez que Barcelona se ve envuelta en acontecimientos similares en la ficción y, tristemente, en la realidad. Jaume Balagueró se llevó su claustrofóbica y angustiosa Rec al número 34 de la Rambla de Cataluña (Edificio casa Argelich) y los hermanos Pastor la apocalíptica Los últimos días, protagonizada por Quim Gutiérrez y Jóse Coronado. En la primera vemos muy poco de los exteriores, en la segunda bastante más. Ambas nos hacen tener una idea bastante razonable del resultado de un elemento que distorsiona la tranquilidad social. (En la primera también cobra protagonismo la subtrama de la ocultación del incidente a los medios públicos.). El único hombre vivo es quizás la que más se mueva por la geografía barcelonesa y la que nos permite seguir a sus protagonistas de una manera más pegada al terreno, siendo muy reconocibles los escenarios y emplazamientos por donde se mueven los personajes. Lógicamente no llega al virtuosismo de la Barcelona de Carlos Ruiz Zafón, pero claro, eso es harina de otro costal. Respecto a hechos reales, es muy difícil abstraerse durante la lectura de la presente novela de los recientes incidentes violentos, saqueos, intimidaciones, incendios provocados, destrucción del mobiliario público y bloqueo de la ciudad por una horda zombificada de individuos que quieren imponer su criterio mediante actos de vandalismo. Al final, la zombificación de la sociedad que plasmó excelentemente Stephen King en su novela Cell, queda de manifiesto cuando el individuo deja de pensar por sí mismo y lo hace como colmena. Estos actos de miseria, aunque a escala diferente, también los podemos descubrir en cómo han quedado muchos comercios tras el paso del tifón Black friday. Se han visto escenas sacadas de las peores pesadillas de The Walking dead, de Soy leyenda o de The last of us. No vemos mucha diferencia entre un zombi comecerebros y un consumidor que arrasa una tienda a la carrera para comprar cosas que no necesita y que irá a devolver al día siguiente, una vez que se le haya pasado el «subidón» de la compra compulsiva. Este es uno de los motivos del éxito de la narrativa Z. Nos vemos identificados en esas mentes colectivas que caminan eternamente sin rumbo con la única ansia de alimentarse de sus semejantes y convertirlos en uno más de su colectivo desmemoriado. Esto puede aplicarse a las religiones, a las líneas editoriales, al sectarismo empresarial, al consumo irreflexivo, etc.
Mario Gómez Giménez, se une a Juan de Dios Garduño, Carlos Sisi, o Manel Loureiro, entre otros muchos autores del panorama Z español, para seguir ahondando en este fenómeno que, aunque puntualmente pueda parecer una moda, va diseñando como avanza una sociedad con el miedo latente que tenemos en convertirnos en una sombra oscura de nosotros mismos. Desde el folclore de hace cientos de años cuando los que regresaban lo hacían desde los cementerios, pasando por el mito del vampiro, los experimentos del doctor Frankenstein, los muertos vivientes de George A. Romero, hasta las últimas concepciones cinematográficas más atléticas y postmodernas como Word War Z, 28 días después, la coreana Train to Busan o la magnífica I am a hero, basada en un manga japonés, la sociedad sigue mirándose al espejo de estos seres hambrientos. Esta adicción a ver lo que somos y en lo que nos convertimos es el ejemplo palpable de una sociedad decadente en la que vivimos donde actuar se premia siempre más que pensar. La presente novela marca un ritmo endiablado y solamente cuando indaga en la reflexión sobre el ocultismo y la conspiración de los hechos frena un poco la marcha. Principalmente juega a ser un guion cinematográfico que avanza, en ocasiones, incluso más rápido que la progresión de los propios protagonistas. Peca eso sí, en ocasiones, de acelerada, atropellada técnicamente, y algo descompensada en la unión de ambas tramas y en la ejecución de la relación de los personajes, así como de falta de profundidad descriptiva en una ciudad que se enfrenta al caos absoluto y podría dibujarse más profundamente. Prima el ámbito conversativo al evocativo o analítico del entorno. Su final abierto da pie a una continuación en la que estamos seguros que el oficio de escritor que lleva dentro Mario Gómez Giménez se irá puliendo página a página.
El único hombre vivo quiere hacerse un hueco en el panorama Z español. Denle una oportunidad. ¡Déjense comer el cerebro!


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