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UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE

UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE

– GUSTARÁ
A pequeños lectores y a los padres que los guían en estas primeras lecturas donde pueden encontrar una buena bolsa de valores, empatía y acercamiento a sus compañeros de camino desde la óptica de la libertad y la igualdad. El presente cuento, aunque breve, pone encima de la mesa un mensaje de fraternidad y tolerancia para las futuras generaciones que no debemos desdeñar.

– NO GUSTARÁ
A aquellos lectores que son más propensos a los cuentos infantiles tradicionales.

– LA FRASE
“Allí también habitaba el señor Qué Dirán, mano derecha del rey. Un hombretón rudo y desconfiado conocido por todos en el reino… Nadie era capaz de hacer nada sin temor a Qué Dirán… ¿Y si a él no le parecía bien y se dedicaba a amargarles la vida? Todos en el reino eran muy cuidadosos con él…, pero lo triste es que era por miedo, no porque se hubiera ganado su admiración”.

– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar el cuento infantil Un mundo mejor es posible de la autora Helga Fernández y la ilustradora Joaquina Ruiz. Ambas de la mano de la editorial Círculo Rojo que mantiene siempre unos altos estándares de calidad y de acabados en sus obras. En este cuento la autora cede el protagonismo tradicional de la aventura y la acción de la literatura infantil a una didáctica y expositiva serie de valores que entiende como fundamentales en toda sociedad moderna. Por medio de personajes arquetípicos y telegráficos en sus nombres nos expone el tablero de juego del enfrentamiento metafórico que se sucede entre distintos discursos e ideales que parten de posiciones enfrentadas en las antípodas del entendimiento. Contamos con los siguientes personajes: Rey Confianza, reina Harmonía, princesa Amor, señor Qué Dirán, señor Intolerante, caballero Sin Argumentos, rey Honestidad, reina Bondad, princesa Humildad, señor Amplio de Miras, señor Flexible, señor Razonable y señor Respeto por la Diversidad. Todos estos personajes son los habitantes del reino de las Ataduras y del reino de la Tolerancia. De la interrelación entre ambos estados, plagados de desencuentros y falta de unión, surgirá la esperanza encarnada en dos princesas que están llamadas a conciliar las beligerancias de sus mayores.
La escueta extensión del cuento no nos permite ahondar en cada personaje, y hay algunos de los que nos hubiera gustado saber más como el señor Qué Dirán y el señor Amplio de Miras. Nos parecen unos nombres muy originales para haber podido conocerles más en profundidad. En concreto es muy interesante el proceso interno de estos personajes ya que, en ocasiones, no son las normas ni el adoctrinamiento ni un hipotético castigo lo que nos frena, sino la simple mirada de un familiar, un compañero de oficina, un vecino, o un viandante anónimo. Es precisamente esa autocensura la que nos maniata más frecuentemente en nuestros proyectos y acciones diarias. Esta vergüenza autoimpuesta y limitante encorseta las legítimas aspiraciones de cada uno. La sombra jungiana, las zonas erróneas de Wayne Dyer o los miedos primigenios y reptilianos son los que no nos permiten avanzar. Más allá de las consecuencias punitivas de un estado que cada vez, en la sociedad occidental, es más tolerante, permisivo e igualitario, son los frenos personales lo que detienen el avance personal. De ahí que este personaje, pese a su brevedad, nos parece el más importante del libro. Los demás se mueven más en posiciones clásicas narrativas, pero el señor Qué Dirán navega entre una escala de grises transversales que nos afecta a todos, seamos más del reino de las Ataduras o del reino de la Tolerancia. Todos tenemos miedo o resquemor a la mirada aviesa que encasilla y prejuzga por parte de nuestros semejantes.
Como ya dijimos anteriormente, el cuento de Helga Fernández y Joaquina Ruiz se acerca más al manual de texto educativo de la asignatura de valores éticos que a la épica folclórica tradicional del relato de fábula y leyenda. Aproxima el minimalismo conceptual a los jóvenes lectores introduciendo términos éticos y morales con los que tendrán que lidiar a lo largo de su vida.
No son pocos los estudios que indican que uno de los grandes problemas de la empresa española es la carencia en aptitudes relacionadas con la inteligencia emocional, la empatía y la sensibilidad. Tradicionalmente se ha hecho demasiado énfasis en la formación puramente académica y se ha dejado de lado la parte de las relaciones humanas que en todo grupo de trabajo cada vez se antoja del todo imprescindible. Sin entender las motivaciones y los sentimientos del que trabaja o vive a nuestro lado los demás condicionantes no tendrán sentido, ya que el edificio habrá sido construido con unos cimientos endebles y en un terreno pantanoso. Ejemplos como el de Un mundo mejor es posible ayudan a que las nuevas generaciones puedan pensar como ciudadanos libres e iguales, cumplidores de sus obligaciones legales pero exigentes con los derechos que les asisten. Sin adoctrinamientos de ningún tipo y con la vara de medir de la libertad sexual, de conciencia, credo, religión y opinión es posible evaporar las tensiones que se infiltran por todos los estamentos sociales y que pervierten la convivencia y el espacio de armonía común.
Todo es mejorable y nuestro mundo, del que no tenemos recambio ni plan b, será fundamental mantenerlo a flote. Para ello es necesario que los ciudadanos bajen los humos de las atalayas de sus aspiraciones personalistas e inamovibles para comenzar a ver el corazón de sus semejantes. Aunque como todos sabemos siempre habrá un pequeño núcleo de criminalidad moral que nunca será posible extirpar, pero bueno, dejemos que los niños lo vayan aprendiendo según crezcan. Quizás, algún día, la balanza caiga del lado de aquellos que prefieren darse a la mano a hacer daño con ella.


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