-

SOBREVIVIÉNDOME

SOBREVIVIÉNDOME

– GUSTARÁ:
A aquellos lectores que disfrutan viendo sufrir a los protagonistas. También a todos aquellos que quieran ver arder el mundo para comprobar qué puede germinar de sus cenizas, una vez que el último router se ha chamuscado y el último Mercadona ha cerrado para siempre. La vida se nos presenta en un formato, pero esto podría cambiar con unas simples campanadas. Los amantes de la ficción apocalíptica estarán de enhorabuena; esta obra suma detalles y trazos originales al género. Si fuera una película estaría rodada con la cámara al hombro de Salvar al soldado Ryan.

– NO GUSTARÁ:
A los lectores más apegados a la narrativa contemporánea, donde el hiperrealismo de denuncia social se abre paso en los conflictos que se producen, en detrimento de los demás géneros. Tampoco entretendrá a los que no empaticen con las desventuras de supervivencia de un moderno Robinson Crusoe vestido de Decathlon. Hay que recordar, que en el mundo de Rubén Zamora, ya no existen los establecimientos de manteles caros y estrellas Michelín. Aquí todo se tiene que comer y digerir en crudo.

– LA FRASE:
“Si la Nada fuera un color, ya no sería blanca como siempre pensé, la Nada sería del color negro: un negro con infinidad de facetas, un negro que nace del fuego y vive en las cenizas, el negro del carbón, del plástico retorcido, de la roca quemada; un negro malvado, dañino, ausente de todo, desierto de vida; un punto oscuro en el manto blanco, un hueco sombrío en mi corazón helado”.

– RESEÑA:
portada_la-tierra-permanece_george-r-stewart_201505261051.jpgSobreviviéndome, la obra de Rubén Zamora que traemos hoy a la palestra de las reseñas literarias, explora de nuevo lo que tantas veces ya han abordado los grandes clásicos de la ficción postapocalíptica, como Stephen King en Apocalipsis, George R. Stewart en La tierra permanece, Richard Matheson en Soy leyenda, J.G. Ballard en El mundo sumergido o Robert McCammon en El canto del cisne. Pero esta vez entroncando esta situación final de la supervivencia de los últimos humanos con un acertado e intencionado realismo, claramente identificable en tierras españolas (recordemos en este punto el Apocalipsis Z de Manel Loureiro). Al igual que en la óptica del cineasta M. Night Shyamalan, que va de lo particular a lo general, la presente obra también se centra en el detallismo de la concreción espaciotemporal, más allá de épicas al estilo World War Z o La guerra de los mundos. Sobreviviéndome se halla más cerca de Señales o de las actuales, Cargo o El final de todo (ambas disponibles en el catálogo de Netflix). La lucha es más por la cordura que contra el enemigo (aunque lo hay y muy inquietante). La tensión se asemeja en muchos sentidos a la película 10 Cloverfield lane, en relación al enemigo invisible. El gran acierto radica en formar parte del canon del género postapocalíptico de los que apuestan por plasmar a los humanos como los verdaderos enemigos, frente a las fuerzas externas. El género humano tiende a refugiarse en el caos y en las luchas intestinas en lugar de forjar un nuevo y próspero mundo tras la aniquilación. Preferimos, en la incertidumbre, alzarnos como caudillos, aunque sea para gobernar nuestro patio de vecinos. De Ensayo sobre la ceguera de José Saramago o de Hijos de hombres de P.D James también podremos encontrar trazas.

Las novelas de ficción postapocalíptica ponen a prueba al escritor. Normalmente están divididas en dos partes: “Caída de la Humanidad” y “Renacer”. La primera parte es en la que la mayoría de los autores transitan con notable pericia; el mundo cae fruto de un virus, de armas nucleares o de la contaminación; el motivo es lo de menos. Se exponen sobre el tapete una serie de personajes y de cómo consiguen pasar de una situación cotidiana, a la supervivencia más cruel, durante el peor de los desastres conocidos. El problema viene en la segunda parte. ¿Cómo contar con riqueza y realismo un mundo reducido a escombros?, (por cierto, magníficamente descrito por Cormac Mccarthy en La carretera). En esta segunda parte se dirimen los problemas morales, religiosos, normativos y filosóficos resultantes de crear un nuevo orden, partiendo de parámetros y acontecimientos totalmente nuevos. En Sobreviviéndome no nos da tiempo a entrar en nuevas cimentaciones normativas y éticas. El mundo se acaba en un chasquido de dedos, y lo que sigue a continuación, es una lucha contra un medio agreste e inclemente que va debilitando el cuerpo y la mente del protagonista. Entre los grandes aciertos de la presente novela se encuentra la arquitectura del personaje principal y la de su compleja vida familiar. La construcción del protagonista tiene un gran peso dentro de la narración, ya que no es simplemente un superviviente anodino e insípido. Su mochila está bien cargada de motivaciones, empeños y sentimientos.

Sobreviviéndome, no abraza la distopía, ya que no le da tiempo a llegar a ella. Seguramente en una hipotética segunda parte nos podríamos acercar, pero no de momento. Ahora solamente somos testigos de la caída de la civilización. Los únicos pilares que se mantienen en pie son los de una sociedad que caducó en sus propósitos y, que arrasada en su lento marchitar, se ha convertido en polvo. Con los rescoldos de un mundo pretérito, en el que solamente bailan unos leves reflejos en su estructura, el autor tiene la libertad (y la gran responsabilidad) de armar un cuerpo estructuralmente cohesionado, verídico, formalmente inteligible, rico en matices y con rasgos anticipativos de lógica evolutiva. Todo un aparato social, político, religioso, comercial, legal y relacional que tenga lazos atrayentes en todas sus capas para formar una unidad que funcione, sin errores ni sinsabores en la mente del lector. Esta es una labor descomunal en la que se pueden escapar muchos detalles que lastren el resultado final y lo alejen de una composición robusta. Pero este nuevo mundo salido de las cenizas tendrá que esperar. Se pueden entrever sus líneas maestras, pero de su desarrollo dependerá mucho un “personaje” que no desvelaremos, ya que al ritmo de su batuta se mueve todo el cotarro a su antojo. Escenario madmaxiano, de lucha de clanes y de agrestes y vastos espacios naturales yermos, jalonados de juegos del hambre por la supervivencia. También nos gustaría hacer algún que otro paralelismo con otras obras pero pensamos que podríamos destripar parte de la trama. Así que dejemos que “los otros” sean descubiertos por el lector.

El estilo del autor, como ya comprobarán, es igual de poderoso en las escenas más cinematográficas, como en aquellas que requieren más talento descriptivo, buenos diálogos, poesía narrativa y composición del razonado armazón sentimental de cada personaje. Rubén Zamora, se para y escruta su entorno. No crean que solo basa su estilo en la carrera y el atropello apocalíptico. Es selectivo, punzante y observador en cada escena… Y atentos al “momentazo” Alex de la Iglesia, para quien lo pille (nosotros aventuramos que esa ha sido la intención del autor. También podríamos estar equivocados).

Y para terminar, un consejo: celebren cada Nochevieja como si fuera a última… a lo mejor algún día puede que acierten.


Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.