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UN PASEO CON CLAUDIA

UN PASEO CON CLAUDIA

– GUSTARÁ:
A los atentos observadores de las reflexiones sosegadas del alma femenina, a veces muy profundas y, en otras ocasiones, serenamente atormentadas. Hombres y mujeres, sobre todo estas últimas, que identificarán sentimientos o anhelos y, a veces, experiencias reales que se han colado en sus vidas vibrando con intensidad pero que no harán tambalear su universo.

– NO GUSTARÁ:
A los que prefieren bucear en sucesivas capas de complicados complejos vivenciales que hacen del protagonista un ser angustiado, de dramático transitar por la senda de la existencia, para llegar a comprobar la inutilidad de sus esfuerzos en evitar un desesperado final. Eso sí, dejando en el lector la sensación quimérica de ser un digno émulo de Freud.

– LA FRASE:
“Esa no es la solución, Claudia… va a ser uno dos o tres meses, quizás un año. Te llenará de vida y te ilusionará. Pero cuando te deje, que te dejará, te echarás a morir. Y te verás sola”.

– RESEÑA:
Claudia es una mujer adulta, cultivada e inteligente, que nos muestra sus sentimientos, experiencias y recuerdos en un orden aleatorio, pero perfectamente comprensible. Nos proporciona un relato, en primera persona, con un lenguaje sencillo y asequible que no entorpece ni desfigura las situaciones ni las percepciones que describe. La prosa es llana y contenida precisamente, intuimos, para no despistar al lector de lo importante. Sólo apreciamos algún fugaz chispazo del lenguaje que podría despertar el interés del lector por términos de uso menos frecuente como “zamarrearlo”. La autora habla al oído del lector desde la cercanía de la cotidianidad de las causalidades diarias que se podrán ver identificadas en primera persona o reflejadas en alguien del entorno cercano.

Desde el prólogo, de Manolo Yagüe, uno se predispone a enfrentar el relato y mantener la atención en todo su contenido. A la expectativa. Sus citas a Alonso Quijano, Maslow y otros pueden pasar desapercibidas inicialmente pero, tal vez, introducidos ya en la lectura del denominado cuento de Isabel Sabariego quizás percibamos influencias subliminales, producto de la intención de la autora o de nuestra propia imaginación. El citado Abraham Maslow, psicólogo muy controvertido, y superado según algunos, ha sido frecuentemente utilizado como “navaja suiza” en relaciones humanas, terapias e, incluso, como base para formación comercial y mercadotecnia. En cualquier caso su presencia intuida, o no, por Claudia permite bajar un “segundo escalón” de su relato, o subir hacia la cúspide de la pirámide y descubrir nuevos estratos.

Isabel Sabariego sitúa a su personaje en una ciudad cuyo nombre no cita pero, a manera de migas de pan, nos va dejando evidentes pistas para que no tengamos dificultad en reconocerla e identificarla. Parecería que nos presenta una “prueba del algodón” para medir ese grado de interés y atención del lector reclamado en el prólogo. Curiosamente en esa ciudad habitó el padre de Alonso Quijano en el lejano año de 1605, tal vez una coincidencia o tal vez no. En definitiva, dar un paseo con Claudia por calles y plazas, visitar comercios, consultas, colegios o apartamentos en su compañía, mientras escuchamos su voz interior, resulta una enriquecedora y grata experiencia literaria.

La autora realiza un virtuoso ejercicio de narrativa contemporánea. Un cuento que toca materias de generalizada presencia en la sociedad que le rodea. Nos muestra los resortes de la vitalidad del individuo que se van modificando tanto con la edad como con los cambios de perspectiva en el conocimiento de nuestros semejantes. Una montaña rusa que sube y baja, despeina a los protagonistas, les hace gritar en libertad en lo más alto y les hace palpitar las células emotivas que creían tener ya apagadas. Pero todo lo que sube, baja… y la irresistible realidad siempre aguarda al final del camino cuando se vuelven a poner los pies en el suelo.

A veces, un paseo es suficiente para tomar una bocanada de aire prestado.


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