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EL MENTIROSO

EL MENTIROSO

–GUSTARÁ:
A los impenitentes buceadores de reflexiones sosegadas, a veces muy profundas y, en ocasiones, bajo el pendón de la mayor serenidad atormentada. A aquellos que encuentran placer en los entornos rurales y en los ambientes geográficos fríos y brumosos. A los que distinguen una becada de un gorrión y entienden las migraciones de las aves y su influencia en algunas comunidades. A quienes valoran el trabajo de los traductores.

– NO GUSTARÁ:
A quienes son partidarios del dinamismo literario, veloz y vibrante en el movimiento de los personajes. A los que buscan acción directa e inmediata sin circunloquios ni introversiones que, a caballo entre lo onírico y lo imaginativo, obligan a rebuscar en el alma del personaje.

– LA FRASE:
“Ni una sola carta hay. Ni una carta en todo el invierno. Pero ¿quién me iba a escribir? Siete años, nadie recuerda tanto tiempo. No, las cartas tampoco son más que un incordio. ¡Pero si hay un paquetito! Veamos. Ah, de la librería. Un librito que encargué en enero. Vaya, se han equivocado. Ya tengo ese poemario. Pero ese pobre librito ha pasado varios meses creyéndose de camino hacia un buen lector. Me lo quedaré. Cuando un libro es bueno, no importa tenerlo por duplicado. Uno para el bolsillo y otro haciendo los honores en la estantería.”

– RESEÑA:
Siempre ha resultado una prueba literaria difícil tener que lidiar con un personaje que hace confidencias a un “amigo imaginario”, especialmente si lo que transmite no se corresponde con la absoluta realidad de lo que se siente y, más bien, lo que se pretende es enmascarar acciones o sentimientos. La lucha entre lo que se es y lo que se debiera ser, entre lo que se siente y lo que se debería sentir, resulta opresiva para el protagonista. Existen autores que tienen una relación muy estrecha con la voz de su alter ego literario. En este caso Martin A. Hansen realiza un excelso ejercicio de introspección mediante la voz de su personaje principal que habla y escucha por canales multidisciplinares. Todos ellos buscan confluir en el conocimiento último del propio autor, que se consagra realmente como el protagonista de esta obra reivindicativa de la búsqueda interior y del sentido de la existencia en terrenos solitarios, desapacibles e ignotos.

Si comenzamos por la circunscripción de las acciones a una isla de reducido tamaño, donde sobra el único automóvil y, añadimos un cerco de hielo como implacable aislante, podríamos esperar incluso consecuencias dramáticas similares a Diez negritos de Agatha Christie, pero no es el caso. El aislamiento, voluntario u obligado es uno de los grandes temas de la historia de la literatura. Expertos en la materia indican que la novela ha evolucionado en la búsqueda del conflicto narrativo. Primero fue la lucha del individuo contra los rigores de la naturaleza, después vino la lucha del individuo contra la sociedad alienante y subyugante, para finalmente llegar a la etapa presente donde el individuo lucha contra la tecnología. Todo esto, lógicamente, se va desarrollando en paralelo a la línea de avances, conquistas y progresos que nos va dando los pasos evolutivos de la sociedad. En la presente obra claramente tenemos una lucha encarnizada, pero sin sangre, entre el hombre y la naturaleza, de una parte indómita y de otra inexplicable e inalcanzable. El paralelismo con el Robinson Crusoe de Daniel Defoe o el Naúfrago de Tom Hanks y Robert Zemeckis es, metafóricamente, claro. En ambos ejemplos una vez pasadas las primeras penurias en lucha directa con las fuerzas de la naturaleza llega la calma, el hastío, la rutina, y es ahí precisamente donde El mentiroso toma prestadas las mismas inquietudes de los personajes solitarios clásicos al intentar desentrañar los porqués de su apaisada y existencialista vida. (No olvidemos que Martin A. Hansen bebe de fuentes coetáneas del existencialismo y del postnihismo de autores como Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Simon de Beauvoir, Martin Heidegger o Herman Hesse). Sea con la compañía de Viernes, de Wilson o del reo encarcelado en la celda contigua de El Conde de Montecristo, el protagonista clama su discurso solitario de rabia vital en un paraje yermo y brumoso, el cual únicamente le devolverá pocas respuestas y muchas más preguntas.

El carácter, las circunstancias y ciertos comportamientos de los personajes de la historia, que se desarrolla en el norte geográfico y climatológico de Europa, pueden tener difícil comprensión para quienes habitan por debajo del paralelo 55º norte y reciben con generosidad los vitales rayos del Sol. Aquí podríamos entrar en estudios científicos acerca de la falta de absorción de la vitamina D que mayoritariamente nos llega de la luz solar y su relación con las enfermedades mentales como la esquizofrenia o la demencia. Esto también iría unido a las altas tasas de suicidios y de violencia de género que siempre se publican en relación con los países nórdicos y escandinavos. Sea por lo que sea, el aislamiento y el carácter asocial del individuo, en ocasiones, conllevan a unos estados de refugio interior, resquemor hacia el prójimo y vida de ermitaño, que le separan del resto de sus congéneres y de la propia realidad del ecosistema al que pertenecen. Hoy en día con la aparición intrusiva, imperialista y global de las redes sociales el efecto es parecido. Ya no es un aislamiento en lugares remotos e inaccesibles, sino en urbes cosmopolitas donde cada “abducido” vive dentro de un mundo irreal al que pone muros y concertinas y del que no quiere salir por voluntad propia. El individuo actual por deseo propio ha dejado de querer enfrentarse al hostil medio en el que vive para que, por medio del victimismo, sea envuelto en plástico de burbujas por papá, y así no pueda dañarse. La búsqueda tradicional del hombre se ha tornado en una desidia contemplativa y vacua.

Afrontar la lectura de El Mentiroso con precipitación privará al lector de muchas perlas del lenguaje y de la ideas, escondidas para una segunda y tercera lectura. Imposible no hacer desde aquí un reconocimiento a la traducción al idioma español de Blanca Ortiz Ostalé y sus notas a pie de página que, además de deleitar con su léxico preciso, denotan su vasta cultura y contribuyen notablemente a situar al lector menos versado en literatura, tradiciones y leyendas escandinavas. Ante todo tenemos un libro sencillo en su lectura pero complejo en sus premisas, alcance, compromiso y estructuras metafóricas en las que ahonda muy profundamente el autor para recorrer una senda de sensaciones gélidas y ritmos pausados en un escenario único que ahoga al protagonista y al propio lector.

Esta obra llegará al fondo de aquellos lectores que al observar una migración de aves se preguntan: ¿a dónde van?, ¿de dónde vienen? y, lo más importante, me dejarían volar y acompañarlos al fin del mundo si es necesario para salir de mi alienante existencia. Volar alto como Juan Salvador Gaviota. Volar lejos como sinónimo de libertad.


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