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EL SUFRIMIENTO DE LAS CIGARRAS

EL SUFRIMIENTO DE LAS CIGARRAS

– GUSTARÁ
A los lectores de novela contemporánea ambientada en territorio patrio y que prefieran tramas relativamente sencillas sin que estén ladeadas hacia un género muy marcado. En el presente libro cohabitan el sentimiento íntimo y reflexivo de la protagonista, el realismo social con notas de romanticismo y un poso de novela negra muy suavizada.

– NO GUSTARÁ
A aquellos lectores que se decantan por una definición estricta del género literario en sus lecturas y que este vaya hasta las últimas consecuencias. Lo romántico a lo romántico, lo social a lo social, lo negro a lo negro. El sufrimiento de las cigarras aglutina varias temáticas, sin que haya una predominancia clara en ninguna de ellas. Aunque sí es notable el espacio dedicado a lo social y familiar en la trama.

– LA FRASE
“La oscuridad se abalanzaba sobre la playa a esas horas y era difícil ver lo que estaba pasando, demasiada gente se amontonaba justo delante de ella. Pero cuando los ojos de Celia consiguieron llegar a donde todos estaban mirando, el pánico se apoderó de ella. En medio de aquella oscuridad se vislumbraba la silueta de un gato muerto. Colgando de la manivela de una de las puertas de la casa, sujeto desde el cuello por un cordel negro. Un gato blanco al que alguien había ahorcado allí mismo”.

– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar el libro El sufrimiento de las cigarras de la murciana, María Jesús Pérez Navarro. Una novela de corte contemporáneo que transita con virtuosismo a caballo entre el romanticismo adolescente y una trama algo más negra con una pizca de llamada a lo paranormal. En cualquier caso no entra, en ningún momento, en situaciones especialmente almibaradas de un lado, ni en el impacto de imágenes y descripciones más gruesas del otro. Queda pues en equilibrio entre varios géneros de los que toma prestados trazos perfectamente identificables, pero sin caer en las líneas maestras que acompañan a los mismos. En esta equidistancia tendrá que ser el propio lector el que juzgue si se le ajusta a sus gustos o no. Respecto a la estructura narrativa hay que destacar su alternancia entre dos puntos temporales: 1999 y 2009. Aunque la mayor carga recaiga sobre este último, será mediante el testimonio ológrafo por donde se creen unos vínculos con el pasado. Estos consiguen actualizar la tensión del presente sobre unos hechos pretéritos. También, la autora utiliza un recurso literario en forma de cliffhanger o gancho de tensión, consistente en prologar alguno de sus capítulos con sucesos ulteriores. Esto aboca al lector a seguir una carrera desenfrenada en la búsqueda de la resolución de los hechos expuestos. Este recuerdo anticipativo aligera la carga narrativa y espabila al lector ante los esenciales acontecimientos que están por llegar.
Este universo lleno de cigarras machos y hembras está construido entre dos mares, uno menor y el otro mayor y mediterráneo. Hay un paralelismo a la televisiva Nerja, aunque aquí el verano es azul oscuro. La Manga, forma parte del imaginario colectivo del periodo vacacional de toda familia media española junto con otros ilustres emplazamientos que han dejado su impronta en el tiempo como Torremolinos, Fuengirola, Gandía, Torrevieja o Benidorm. Pero no son solamente lugares de vacaciones, sino los espacios de los recuerdos de muchas familias y, sobre todo, de muchos jóvenes que pasaron allí sus primeros veranos. Ya fuera de la marcialidad reglamentaria colegial, experimentaron en carne propia (y con carnes ajenas) una etapa estival en la que las normas corrían la misma suerte que los castillos de arena construidos en primera línea de playa. Esta laxitud en horarios y en actividades permite a los personajes de este libro madurar aunque sea a marchas forzadas. La autora bien podría haber utilizado este “panorama para matar” para engarzar los tópicos más manidos de pandillas juveniles de correrías, helados y primeros guateques en semiclandestinidad. Pero, aunque toque tangencialmente el tema, define la novela desde una óptica más sombría, desesperanzadora, personal e íntima de la actriz principal de este folletín. Lejos quedaron las imágenes de los niños jugando a las “palas” mientras sus respectivos padres se hinchan a “tercios” en el chiringuito más cercano. Esa claridad festiva desaparece en El sufrimiento de las cigarras. Celia, la prota, lucha una guerra privada que le cerca en su Waterloo particular por varios frentes de batalla. De un lado tendrá que convivir con una familia desestructurada donde cada sardina se arrima el ascua que más calienta, la convivencia merma, los problemas aumentan y la comunicación se agosta. De otro lado, Celia, se sumerge en su “rito de paso” íntimo y cronológico que le llevará a la transmutación de crisálida a mariposa. Y, por último, primero la sospecha y después el descubrimiento de un misterio que se ha enraizado en el mismo suelo por donde pisa.
A partir de aquí seguiremos a la protagonista en su lucha por los vaivenes y embates que sufre en este lugar privilegiado bañado por dos aguas, pero que alberga los oscuros secretos de algunos de sus vecinos. Con todo, esto es una novela que huele a mar y playa. Su autora conoce a la perfección el lugar por el que transitan sus personajes y esto dota a la obra de un alto grado de consistencia geográfica interna. Como lectores nos hubiera gustado que hubiera ido más allá en los temas descriptivos, ya que los asuntos sentimentales y la relación de palabra y pensamiento de los personajes se llevan mucho más espacio (pero para gustos, colores). María Jesús Pérez Navarro tiene un lenguaje sencillo, llano y abarcable para todo tipo de lectores. Incluso, en los momentos en que la cosa se pone bien seria, no se decanta por escenas o imágenes demasiado hirientes o escabrosas (a los que nos gusta el rock and roll las podemos haber echado de menos). Este “blanqueamiento” de los momentos más duros recogerá el interés de lectores más juveniles y “young adult” que quizás son la diana de esta publicación. La autora no ha querido bajar al barro en la crudeza de ciertas situaciones que, seguramente, hubieran sido el contrapeso a una novela que basa muchas de sus bazas en el comportamiento ético e íntimo de la protagonista. Quizás bajarle el pantone hacia rutas más grises hubiera sido un acierto (júzguelo el propio lector). Donde por el contrario sí gana la novela es en la contemplación por parte del lector del funcionamiento interno de una familia que, sin histrionismos ni americananadas, va vadeando el río de la vida como puede y le dejan.
El ciclo de las cigarras o chicharras comprende varias fases. Tras poner los huevos las hembras mueren, las ninfas caen al suelo y penetran en la tierra. Allí pueden pasar de dos a diecisiete años alimentándose de la savia de las raíces de los árboles. Tras este período suben al árbol ya transformadas en adultas. Los meses cálidos son su época predilecta e incluso el macho puede morir durante la llamada de apareamiento por la presión sonora producida por su aparato estridulatorio. Los paralelismos son claros en la presente novela. No los esclareceremos para no destripar el contenido. Pero si se trata de cigarras aquí tenemos una ninfa muy particular que ha pasado bajo tierra varios años y que ahora le ha llegado el momento de reivindicarse y liberarse de la culpa y de los fantasmas de su pasado. El sufrimiento de las cigarras es, ante todo, el desafío personal de la protagonista en hallar respuesta a un misterio que le quita el sueño pero, sobre todo, a reconciliarse consigo misma y con su entorno más cercano. El trato de la violencia, tanto física como psicológica, se entreteje en toda la narración desde diferentes planos y gradaciones. La sensibilidad de la autora la denuncia sin caer en pormenores soeces y funciona muy bien como espejo de la sociedad actual.
Y, como siempre, la calidad de las obras de la editorial Caligrama en los materiales empleados, la maquetación, la composición de la portada, la corrección ortotipográfica, etc, son sobresalientes.


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