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EL MEGÁFONO

EL MEGÁFONO

– GUSTARÁ:
A todos aquellos lectores que les gustan las historias con el acento y la mirada siempre puesta en la reflexión del mundo en el que nos ha tocado vivir y, sobre todo, en el mundo que están heredando las nuevas generaciones. En sus miedos, anhelos, sueños y formas de intentar alcanzarlos y comunicarlos eficientemente. También será del interés de todos aquellos que se plantean mil posibilidades cuando aparece un artefacto fantástico en una novela, ¿qué haría yo con esto?

– NO GUSTARÁ:
A los que busquen en la novela un ritmo de thriller trepidante que pase por encima a todas las demás premisas que plantea el autor. Los que huyen de todo lo relacionado con el espacio que ocupa “la chavalería” en la sociedad contemporánea tampoco tendrán esta lectura como su favorita.

– LA FRASE:
“Los adultos no saben escuchar, son incapaces de oír. Desconocen nuestros problemas e inquietudes. Por eso, me gustaría poder lanzar una recomendación a través de vuestro altavoz”.

– RESEÑA:
Hoy traemos a la trinchera de las reseñas literarias, El megáfono de Carlos Candel, fábula protestona y reflexiva acerca del estado de incomunicación latente que siempre ha existido (y existirá) entre el salto de etapa adolescente y juvenil a la adulta. Una delgada franja temporal que dura según el individuo y que transforma completamente su mentalidad para diferenciar, para siempre, ambas formas de pensamiento… de la más irreflexiva, idealizada, rompedora y reivindicativa, a la más normalizada, rutinaria y ortodoxa. Unos no hablan, otros no escuchan, unos gritan, otros gritan más alto. Carlos Candel nos presenta una rareza narrativa en la que expone, en un sentido paradigmático a lo El señor de las moscas (William Golding, 1954), un crisol pictórico -como el de la portada de la propia obra- que trata de aflorar los entresijos de las bambalinas de la comunicación. Deseos inconfesables que, irreflexivos, pugnan por salir en los límites del poder fáctico y de la responsabilidad y ética personal.

Ya lo dijo Spiderman (o más bien su genial creador, Stan Lee), “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y más aún, el poder de la sugestión sobre las demás personas. No somos ajenos a que quien ostenta la supremacía de la fuerza física puede dañar a sus semejantes, ni que quien detenta el poder político, legislativo o judicial puede, por medio de los mecanismos de la burocracia y el mando, reprimir las ansias de libertad y de pensamiento del individuo o de un conjunto de ellos. El megáfono, a pesar de la premisa fantástica y de ciencia ficción de sus primeras páginas, es un texto que entra dentro del marco de la novela contemporánea más urbana, social y reflexiva. No llega al lado más oscuro de las consecuencias del escenario en el que se mueve, como sí hace la novela Los chicos del maíz (Stephen King, 1978), o las películas: ¿Quién puede matar a un niño? (Chicho Ibañez-Serrador, 1976) o El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960). Es más, en este último film, los misteriosos niños de inusual aspecto nacidos el mismo día, tienen poderes telepáticos entre ellos y capacidades de lectura de mentes que obligan a realizar actos en contra de la voluntad al resto de habitantes del pueblo. Algo de todo esto nos lo vamos a encontrar en El megáfono. Pero la diferencia radica en que, mientras en El pueblo de los malditos la metáfora narrativa vas más encaminada hacia el momento de incertidumbre sobre la Guerra fría entre EE.UU y la URSS y las posibles amenazas encarnadas en las nuevas tipologías de armamento militar, en el presente libro, su autor realiza una crítica descarnada a la falta de comunicación y a los límites de la educación, el respeto y la ética entre las distintas generaciones, y, como veremos, entre los propios jóvenes, donde sus arrebatos van mucho más allá de simples pataletas de juegos de niños.

El tono de la novela es natural, sencillo y clarificador. Apto para todas las edades y clases de lectores. Si bien puede llegar más profundamente a un espectro de lectores ávidos por lecturas más cercanas a la reflexión y al pensamiento educativo o docente. Con pinceladas de novela juvenil, por los temas de propone y las circunstancias en las que se relaciona la “pandilla” protagonista no entra al fondo del asunto de una hipotética lluvia hormonal de instituto con fiestas adolescentes, magreos debajo de las gradas del campo de beisbol y cigarrillos de la risa en los baños de la tercera planta. Carlos Candel procura buscar un equilibrio entre la narración pura y el aura ejemplarizante que recorre todas sus páginas. Así el lector descubrirá que se encuentra más cerca de una fábula moderna con un artefacto misteriosos de por medio que hará dudar al propio lector de cuáles serían sus intenciones en caso de tenerlo entre sus manos. (Como ha ocurrido tantas veces: la lámpara de Aladino, el anillo único en manos de Frodo Bolsón, la capa de invisibilidad de Harry Potter, la máquina del tiempo de H.G Wells, o el mismísimo guantelete del infinito de Thanos). Las dudas que genera en el lector sobre el comportamiento que tendría en el caso de ser su poseedor es parte esencial del presente relato.

Tenemos también una velada crítica a la sociedad contemporánea, a la violencia intrafamiliar, al desapego del nido materno, al embotamiento de principios, metas y sueños. Desorientación vital al fin y al cabo que conlleva a gritar muy alto sobre todo aquello que se lleva dentro y al final es mejor que estalle en el exterior a que implosione dentro del alma. En algún programa de telerrealidad (Hermano mayor) ya hemos visto la problemática derivada de ciertos perfiles adolescentes que se han criado bien con un exceso de celo y protección o bien con una absoluta dejadez y desidia por parte de sus progenitores. Una juventud que, como veremos en este relato, tiene su personal forma de hablar y de expresarse. El autor opta por guasapear sus conversaciones para dotar al texto de mayor realismo. Este punto de cercanía será del gusto de unos y cosechará detractores del otro al hacerse, en ocasiones, un tanto mareante o confusa la lectura lineal de dichas frases.

En definitiva, Carlos Candel ha creado un magnífico relato contemporáneo sobre las luces y las sombras del tiempo que nos ha tocado vivir. Del estado de la juventud, de sus miedos, sus anhelos y su compleja forma de comunicarse en un mundo cada vez más onanista, individualista y egoísta. La puesta en escena de sus premisas más asfixiantes es un toque de atención para todos los lectores que busquen confrontación de ideas, ideales y luchas personales en su camino vital.


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