La edad de la inocencia sigue desgranándonos la saga amorosa de Ludivina, una heroína torpe en amores. Esta vez, la encontramos en la edad madura, en un momento ingrato e incómodo para la mujer, amén de silenciado y denostado, como es la menopausia. Una época que viene preñada de desconcierto, un momento vital en el que Ludivina pecará de inocente, pensando de manera muy equivocada, que ella es quien manda en su vida amorosa. Tras múltiples avatares, descubrirá cuán equivocada está, tendrá la certeza absoluta de que todo escapa a su control y sabrá que si algo puede empeorar, empeorará. Descubrirá que la vida es cruel con sus acólitos y seguirá firme en su idea de que la única defensa posible es una carcajada a tiempo. Solo la belleza nos puede salvar de la mediocridad y del absurdo. Por ello, este particular viaje de la heroína huyendo del Amor, transitará por los parajes de la literatura, el cine y la música, el arte en definitiva, que es el lugar feliz donde querríamos permanecer para siempre, elevándonos por encima de lo mundano.
— AUTORA –
Teresa Escosa nace en Zaragoza en 1972, en un día otoñal, pero luminoso. Licenciada en Filología Hispánica, tras varias peripecias personales y laborales, los avatares de la vida la llevan hasta Madrid, donde ejerce de profesora de Secundaria de Lengua Castellana y Literatura desde 2002. Ya de niña trasteaba con las palabras y las historias, y tras largos años de diletante confesa, publica su primera novela, Círculo de sufrimiento, fruto de experiencias, recuerdos, extravíos, invenciones y percepciones.
— GUSTARÁ
A los lectores que se dejan seducir por obras con tintes originales y diferenciadores en su planteamiento. La edad de la inocencia agradará a ese tipo de lectores que gustan de ser introducidos en un juego narrativo en el que las reglas habituales del género se rompen y permiten la libertad total de discursos entre personajes y narrador. El vertiginoso ritmo de la presente obra es el ideal para aquellos que quieran hacer un descanso entre lecturas más sesudas y exigentes.
— NO GUSTARÁ
A los lectores canónicos del género novelado que huyen de experimentos con gaseosa en forma de nivolas libertinas. No será la lectura ideal de los que buscan construcciones narrativas clásicas donde cada elemento esté en su lugar y nada se salga del plan previsto y, menos, que la cuarta pared se abra a nuevas reformulaciones.
— LA FRASE
«Intenso Drama era un soplagaitas, un energúmeno psicótico, un paranoico, una de esas personas que, sin conocerte de nada, afirma que el universo ha conspirado para ponerte en su camino, te manda mensajes de buenos días y de buenas noches, te llega a hastiar con ese entusiasmo absurdo al cual debes poner límites antes de que te devore con su cursilería».
— RESEÑA
Hoy traemos para reseñar, La edad de la inocencia (Círculo de sufrimiento II), de Teresa Escosa. Una fábula en clave de tragicomedia que continúa la historia de una Ludivina ya entrada en la madurez. Y como dice la sabiduría popular: «De aquellos polvos, estos lodos». La mujer inocente, que fue la protagonista, cree haber superado los tropiezos vitales y amatorios de su juventud, pero, aunque se vista de seda, Ludivina se queda. Siempre le acompañará una maldición en forma de desventuras que no es capaz de eliminar. Ni con la perspectiva de los años pasados ni con la reflexión sosegada del autoconocimiento consigue desligarse de los líos, las inseguridades y las recaídas en los mismos pecados de sus años de mocedad.
Teresa Escosa recrea su personal diario de Bridget Jones mediante la utilización de numerosos recursos narrativos y expositivos que sirven para que el lector entre de lleno en el juego que propone la autora. La multitud de referencias literarias, musicales y cinematográficas, junto con la interpelación al lector y el juego de vidrieras multicolores con infinidad de reflejos personales e íntimos, consiguen despertar la curiosidad e interacción del lector. Con elementos y formas cercanas al guion serializado, la protagonista va desgranando sus sueños y anhelos mientras reparte dosis de cinismo y acidez crítica con el mundo que le rodea. Encontrar un lugar de equilibrio personal queda en utopía cuando ella misma se mete en mil fregados y camisas de once varas.
Autora, narradora y protagonista se funden, en ocasiones, en un sainete tragicómico para desglosar la épica rutinaria de un personaje que vive al día e intenta sobrevivirse de los embates de la sociedad y de las propias trampas que ella misma se pone. Los palos en las ruedas abundan en la narración. Un teatro de guiñoles para un público que grita ¡que viene la bruja, que viene la bruja!, pero al que no hacen caso. Ludivina vive su propio sueño en el que idealiza los sucesos y escenarios de su entorno hasta darse de bruces con la realidad más caprichosa. En La edad de la inocencia hay tiempo para la reflexión, la autodeterminación suicida, la fuga de un cerebro caprichoso y visceral… Además, de una pizca de querer ver arder el mundo con uno mismo dentro.
Y a pesar de la acidez, el escarnio público (y privado) y el chascarrillo maledicente, la autora vetea, cual cordero mechado, una serie de flechas con el objetivo de una dura diana de cavilación. En ellas va insertando una calculada dosis de veneno (ni para provocar la muerte, ni para pasar desapercibido). Dentro de una aparente inocencia entretenedora podemos hallar a un Gregorio Samsa recién despertado y listo para un día más de rutina encorsetadora hasta que la percepción cambia y el alma (junto con el cuerpo que lo sabe) se rebelan. Si hay que pagar un alto precio, se paga. Todo sea por adquirir unas nuevas baterías para el altavoz con el que Ludivina se enfrenta al mundo. Y como toda heroína tiene su némesis, en la presente obra el enfrentamiento será contra el cosmológico, ancestral y metafórico mal kingniano encarnado en un Pennywise machacón, metomentodo y funambulista que desequilibra las hormonas de la protagonista. Un It que asusta más por lo que esconde que por lo que muestra. Si en Red (Domee Shi, 2022) la metáfora del color rojo era la llegada primaveral del período femenino (evitando la crudeza del tono de Carrie, ya que estamos hablando del maestro de Maine), en la presente obra somos testigo del otoño de la menopausia. Un momento marcado en la agenda para recordar que el arroz y los días de ciertos vinos y rosas tienen fecha de caducidad.
Comenzará entonces la pelea con la sociedad y con ella misma, pero con un gran aliado, la propia narradora, que a su vez es apoyada por la autora. Con este triángulo virtuoso la protagonista vadeará los ríos que hagan falta sin desfallecer (o de hacerlo, intentará que no se note). El Ave Fénix tiene demasiados emails pendientes de responder en la carpeta de entrada para amilanarse con tonterías. Así que Ludivina cogerá carretera y manta. Con una singladura de un ratito a pie y otro caminando (Manolo García dixit) hará frente a gigantes y jóvenes efebos que se creen muy duchos en el catre, pero que adolecen de la experiencia de la carne de cañón que ha estado en muchas batallas.
Entre interludios, reflexiones con doble personalidad y metaficción, la obra va estableciendo su propia personalidad. Los Cary Grants y los Don Drapers reformulan sus códigos de seducción y la protagonista no tiene más remedio que asumir su nuevo estatus y las recetas contemporáneas del toma y daca amatorio del tren digital. Ludivina transita como el juego de espejos de Lewis Carroll que se contraponen en pantallas infinitas con trazas de la parodia y sátira de Sin noticias de Gurb (Eduardo Mendoza, 1990). Rápida, cambiante, frenética, libertina, policromática… La edad de la inocencia (Círculo de sufrimiento II) se salta reglas y convenciones para llevar al lector a un pasatiempo simpático y juguetón.