La ciudad Edén se ha convertido en un lugar inhóspito y peligroso desde la llegada de un extraño virus encargado de convertir a los seres humanos en animales. Lena es una adolescente independiente, fuerte y decidida acostumbrada a lidiar con los peligros del Nuevo Mundo. Leo es un joven peculiar, pusilánime e inseguro que lleva prácticamente toda su vida encerrado en un búnker. Cuando ambos se conocen, emprenden un viaje con un único propósito que cambiará el futuro de su existencia. En el camino, los secretos más recónditos de la humanidad irán saliendo a la luz, y los jóvenes deberán enfrentarse a una naturaleza salvaje que ha olvidado cómo era el Viejo Mundo.
– AUTOR –
“Mi padre compró un ordenador en 1995. Yo solamente tenía 4 años. En sus brazos me enseñó a dibujar. Lo primero fue un círculo rojo. A partir de ese momento el mundo se hizo más creativo. Cuando empecé a ver el mundo con otros ojos, dibujar, bailar y escribir era la mejor manera de evadirme. Autodidacta, pragmático, crítico y empático. Antes de empezar ampliando mis estudios en el ámbito del diseño y la creatividad, tuve mi primer contacto con ellos en Bachiller Artístico, donde comencé a interesarme también por el mundo audiovisual. Aparte de comercio y marketing, he adquirido estudios de diseño gráfico y edición de vídeo. Admiro a la gente curiosa y los círculos rojos como comienzo de un todo. Nunca dejaré de crear”.
– GUSTARÁ
A aquellos que les interese las consecuencias literarias de una sociedad decrépita que salta por los aires y que deja huérfanos a un pequeño grupo de supervivientes desnortados. Estos últimos, primero deberán asumir su nueva condición para, a continuación, forjarse de nuevo un lugar seguro en el que continuar con su vida. Será también para lectores de novela corta, sencilla, pero con una velada reflexión acerca de la evolución moral y ética del género humano en la relación con sus semejantes.
– NO GUSTARÁ
A los acérrimos lectores de novela postapocalíptica que gustan de extensiones de varios cientos de páginas donde la descripción de la caída, supervivencia y refundación de la sociedad es el pilar básico de la narración. Estos lectores prefieren una pausa necesaria para armar una compleja red arquitectónica argumental que abarca el fin del mundo desde numerosas ópticas. Tampoco será para aquellos que buscan guerras de clanes a lo Mad Max o peleas interminables con hordas insaciables de zombis hambrientos. La víspera del fin del mundo es una historia mínima, una fotografía del desastre en los ojos de dos adolescentes que se hacen más preguntas que respuestas tienen a su alcance.
– LA FRASE
«…El Gobierno aún no se ha pronunciado ante lo ocurrido en los últimos meses. La población ha descendido considerablemente por las repentinas desapariciones. La histeria colectiva comienza a ser incontrolable y cada vez son más las denuncias y quejas recibidas por parte de la ciudadanía. Sobre las varias hipótesis que se barajan, diversos vídeos de gente anónima han llegado a la redacción confirmando una de las teorías más complicadas de explicar y comprender. Todo tipo de especies animales caminan por la ciudad sin rumbo y generando el caos entre los transeúntes, incluso algunos de esos seres han sido…».
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar: «La víspera del fin del mundo», una fábula postapocalíptica que basa su peso narrativo en una mezcla de inquietudes vitales más allá de la clásica apuesta por la supervivencia, tan propia de este género novelesco, y que tan bien han transitado numerosos escritores de fantasía y ciencia ficción. Es, en el enfoque y la temporalidad, donde la aportación de cada escritor ha puesto el particular foco de sus intenciones. La historia de la literatura, que recorre el camino en paralelo al de nuestros miedos, nos ha regalado todo tipo de vueltas de tuerca a la sociedad que desaparece en el polvo del tiempo. Podemos manejar para ello un buen puñado de ejemplos clásicos en los que la lucha del hombre por ver el amanecer de un nuevo día es el centro de la narración. Tenemos a virus, bacterias y demás enemigos infinitesimales que asolan la humanidad de manera más o menos realista o científica (Apocalipsis, Stephen King, 1978; La peste escarlata, Jack London, 1912; La carretera, Cormac McCarthy, 2006; o El último hombre, Mary Shelley, 1826). También recordamos las novelas que abordan dicho fenómeno desde la óptica de la transformación humana a demonios infectados o zombificados (Soy leyenda, Richard Matheson, 1954; Guerra mundial Z, Max Brooks, 2006; o la franquicia Resident Evil que, desde 1996, ha llegado a la televisión, al cine, al manga y a los videojuegos). No podemos olvidar tampoco el apocalipsis nuclear (El canto del cisne, Robert McCammon, 1987). También tenemos consecuencias más originales o complejas (Hijo de los hombres, P.D. James, 1992; El día de los trífidos, John Wyndham, 1951; La invasión de los ladrones de cuerpos, Jack Finney, 1955; y la que comparte muchos puntos en común con la presente: La isla del doctor Moreau, H.G Wells, 1896).
La víspera del fin de mundo opera en dos planos narrativos. El primero es el de la clásica aventura de supervivencia de una pareja de adolescentes que, por azares del destino (y de la pandemia) juntan sus diferentes personalidades y caracteres para salir adelante en un mundo dominado por las bestias y por el resto de humanos (no siempre coincidentes y con distintas tonalidades de agresividad como podrá comprobar el lector). Ambos irán descubriendo, con sus propios ojos, la violenta sociedad en la que se ha convertido su mundo y que les ha despojado de la confortabilidad de su rutina diaria. Mediante la mirada y la narración de su compañero de fatigas, se reunirán las piezas del rompecabezas y las lagunas vitales (incluso en la historia de un personaje ajeno al texto principal. Atención al primer capítulo). Mientras la relación se intensifica y descubren (y se descubren) todo lo que tienen en común, el autor va desgranando (creemos que es su intención) una interesante reflexión acerca del Homo homini lupus que diría el filósofo inglés, Thomas Hobbes. Se cuestionará la validez de la constante evolución darwiniana que presupone el inexorable avance cuando lo que realmente pudiera existir es una montaña rusa de involuciones y fracasos sociales. De otro lado, señala la posibilidad de que la explicación de muchas de las preguntas que nos planteamos en la sociedad moderna se encuentren en el instinto primario más elemental y primigenio. La pureza del animal «no racional» frente a la cúspide de la pirámide alimenticia que es el ser humano. Es el ejemplo del animal que caza y mata por pura supervivencia mientras que el hombre, en ocasiones, lo hace por mera diversión, hastío, envidia o venganza. Recordamos en este punto pasajes de La metamorfosis, Kafka, 1915; El señor de las moscas, William Golding, 1954; o, ya que estamos con las moscas, la película homónima, La mosca, David Cronenberg, 1986 (drama clásico de ciencia ficción que acerca la temática de la presente novela con la reflexión acerca de qué parte de humano tienen los animales y qué parte de animal tenemos los humanos). Muchos acontecimientos, tristemente luctuosos que vemos cada día, parece que no tienen mucha más explicación que la aparición de la bestia que algunos tienen en su interior y que bordea el análisis de la ciencia y la medicina moderna (atención al personaje de Kevin/La bestia en Múltiple, M. Night Shyamalan, 2017) o toda la variada bibliografía sobre la transmutación licantrópica y el recorrido filosófico interior que conlleva. Incluso tenemos una interesantísima reflexión en la película Shrek, acerca de qué te hace humano, qué asusta a los demás y, por lo tanto, qué miedo conlleva a la caza al diferente.
La presente novela también tiene una química de rito de paso de la pareja protagonista a la que, solamente, les queda hacer de tripas corazón para sobrevivir. Esto confronta directamente con la sociedad contemporánea en la que el adolescente no quiere (o no puede) salir del nido paterno para recorrer el mundo bajo su responsabilidad y con sus propios medios. En tiempos de bonanza, la sociedad se puede permitir hacer selfies en los espejos del baño pero, cuando Dios reparte una mala mano de naipes, no hay más remedio que apretar los dientes y tirar hacia adelante. Esta dualidad también queda de manifiesto en la presente obra. Hombro con hombro, a lo Last of us, las heridas se tornarán en cicatrices y los recuerdos en armas para seguir caminando. En esta huida hacia adelante digna de The end of the fucking world, Lena y Leo crecerán subiendo de dos en dos los escalones, ya que no tienen ninguna alternativa menos costosa.
La víspera del fin del mundo transita por elementos reflexivos a lo largo de toda su extensión. Ahonda más en el contexto vital que en la ficción aventurera. Fruto de estos momentos, el lector podrá entrever reivindicaciones sobre el mantenimiento del medioambiente, la superpoblación y el superconsumo tan característico de las sociedades occidentales. Todo ello tachonado con el autoconocimiento personal de la pareja protagonista y de los vínculos que los entrelazan con su destino. Es precisamente en un mundo que ha muerto de éxito y sobreexplotación cuando las historias mínimas, como la presente, se abren camino para juntar lo que antes estaba separado. En una sociedad que evita la mirada del semejante, cuando se cruza con él por la calle, llega un momento de crisis global en el que se está obligado a levantar la mirada y posarla en aquel que ha sobrevivido y lucha para fundar un nuevo destino sobre las cenizas digitales del anterior.
La presente novela, de apenas 125 páginas, es de fácil lectura, tanto por su sencillez argumental como por el lenguaje empleado por el autor que da protagonismo, humanidad y naturalidad a la pareja protagonista en lugar de perderse en rocambolescas peripecias propias de este género. Mediante esta cercanía con el lector, el autor consigue dotar a su obra de la realidad de la flaqueza y el drama de sus protagonistas y de los secundarios que se van colando en la trama hasta que cobran el significado final que cierra el círculo de la narración. La víspera del fin del mundo también habla de esperanza y sueños futuros mediante notas y apuntes salteados por toda la obra. Uno de ellos es la música como eje vertebrador y arma contra el drama del desaliento y la falta de fuerzas. Es precisamente, con el recuerdo de las letras de varias canciones, como el alma del superviviente se mantiene a flote. Sobre el entendimiento, la cohabitación, la integración y la coexistencia entre los diferentes (que no lo serán tanto. Estén atentos a la lectura) circunvala este nuevo mundo que está condenado a entenderse.
¿Será verdad que la música amansa a las fieras?, ¿Serán Leo y Lena los nuevos Rómulo y Remo amamantados por la loba Luperca?