CRÓNICA DEL CREADOR DEL VIRUS – WINSTON CANARIS – AUTOPUBLICADO, 2020.
TÍTULO: CRÓNICA DEL CREADOR DEL VIRUS.
AUTOR: WINSTON CANARIS
EDITORIAL: AUTOPUBLICADO, 2020.
PÁGINAS: 150.
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– SINOPSIS –
La comunidad médica ignoró inicialmente el peligro. Después quedó atónita y desconcertada, mientras el mundo se pregunta cómo pudo hacerse realidad la pesadilla del SARS-CoV-2 y recela cada vez más de la capacidad de autoridades políticas y científicas. Eso es lo que el creador del virus supo ver antes que nadie, al decidir golpear la arrogancia y presunción infundadas de las élites científico-médicas. Y lo logró. Tuvo claro desde 2004 que no hacía falta un supervirus, aunque muchos crean que lo es, incluido los supuestos expertos. Bastaba un virus sigiloso, uno que se extendiera sin causar alarma afectando, sobre todo, a viejos y enfermos. Casi como cualquier virus de los que han asolado a la Humanidad durante milenios.
La resuelta y perturbada mente del virólogo encontró un primer aliado en un Gobierno chino que en 2003 sufrió una fuerte crisis interna a causa del brote de SARS, hasta el punto de tambalease. Estas son las memorias del responsable del desarrollo del SARS-CoV-2, de quien recibí el manuscrito a mediados de 2017. Yo, Winston Canaris, me he limitado a traducir, novelar parte del texto, pulir y publicar el relato. Durante casi dos años no comprendí cabalmente lo que me contaba. Hasta febrero de 2020, momento en que todo cobró sentido.
¿Cuánto hay de ficción y cuánto de realidad? No lo sé con seguridad, pero todo lo que cuenta está resultando clarividente, y la ciencia lo va descubriendo día a día. La narración, además, se cimenta sobre sólidas bases científicas, históricas y cronológicas que me hacen otorgar total veracidad al texto. Relata sus propios orígenes, cómo concibió y creó el virus y su relación con varios grupos de poder que impulsaron la financiación de su desarrollo con fines políticos y estratégicos. No esperen disparatadas conspiraciones de inteligencias superiores. El mundo no funciona así. Por el contrario, en estas páginas se encontrarán con la desmesura, la soberbia, la hubris y la codicia de un mundo más bien regido por la chapuza y la improvisación -como dice en un momento de lucidez uno de los protagonistas-. Los personajes no entienden ni están a la altura de lo que se traen entre manos.
Esta es la crónica de Li Yun, el primer «cazador» de virus, cuya «obra» podría abrir una nueva y estremecedora época de armas biológicas devastadoras confundidas con zoonosis y pandemias naturales.
– AUTOR –
– GUSTARÁ
A todo lector que valora el riesgo de un autor que ofrece un formato narrativamente ambiguo en el juego entre la realidad y la ficción. Esto hace que el propio lector tenga que abrazar unas premisas y desechar otras en función de sus prejuicios, su punto de vista y sus ideas preconcebidas. Este docudrama de telerrealidad será del interés tanto de conspiranoicos y descreídos, como de racionalistas que degustan la parte más científica del proceso epidemiológico que se narra.
– NO GUSTARÁ
A aquellos que prefieren el formato de novela de corte thriller de intriga clásico donde los golpes de efecto, los capítulos trepidantes y la acumulación del más difícil todavía se agolpan en cada página. Tampoco será del interés de aquellos que se aferran a sus posiciones de juicio de tal manera que no permiten entablar con ellos un diálogo que pueda cuestionar sus premisas sobre cualquier asunto.
– LA FRASE 
«Como ha sido expuesto anteriormente, queremos que el CAF12 posea una baja virulencia. Buscamos el equilibrio óptimo entre capacidad de propagación y agresividad. El modelo de virus que defendemos debe resultar asintomático o de efectos leves en la mayoría de la población, sin que provoque una mortandad por encima del 1,5%. Dicho porcentaje es más que suficiente: anteriores pandemias no tuvieron tasas mayores de letalidad, pero provocaron enormes estragos, miedo y caos. Queremos insistir en la necesidad de hacer que CAF12 se extienda con el máximo silencio y que pase desapercibido -o confundido inicialmente con otra infección- para las autoridades sanitarias. Esa es la manera de saltar los controles. De lo contrario, cualquier foco infeccioso será enérgicamente extinguido tras haber hecho saltar las alarmas. Es aquí, pues, donde nos enfrentamos al mayor reto: combinar una alta infectividad con una patogenicidad muy por debajo de la del SARS, de modo que se confunda inicialmente con algún tipo de gripe. El modelo en términos epidémicos es el virus causante de la pandemia de 1889-1890».
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar: Crónica del creador del virus. Si fuera una creación televisiva podríamos catalogarla como «docuserie«, «docudrama«, «telerrealidad» o «basado/recreado en hechos potencialmente reales«. En una época en la que la línea que separa la realidad y la ficción se acorta progresivamente, novelas como la presente ahondan en el entrechocar de verdades, mentiras y relatos conspiratorios. Aunque no nos engañemos, antes de la hiper digitalización de la sociedad moderna, también la narración era emponzoñada por fuerzas interesadas que intentaban arrimar las ascuas a su sardina. La diferencia radica en que las fuentes de conflicto narrativo eran menores y nos llegaban por medios, digamos, más institucionales y aparentemente supervisados por profesionales del periodismo, literatos, historicistas, etc. Con la llegada de la globalización comunicativa, todo individuo con acceso a internet puede subirse al púlpito de las ondas y proclamar sus soflamas a los cuatro vientos sin filtro alguno. Y lo peor, siempre habrá alguien escuchando, amplificando el mensaje y autodenominándose como profeta de tal o cual nueva corriente de pensamiento. La reflexión y el enjuiciamiento sobre los contenidos a los que somos sometidos diariamente se diluye en un mar de contradicciones, declaraciones partidistas y niconfirmosnidesmientos. Es precisamente en este mar enrarecido y en estas tierras movedizas y cambiantes donde la presente «¿novela?» hinca su filo que aguijonea al lector como cuchillo caliente en mantequilla. El presente relato de los hechos nos introduce en lo que, de todos los escenarios posibles del inicio de la pandemia de SARS-COV-2, ha podido ser uno de ellos. De formato novelado y con ruptura del contrato de verosimilitud que a todo relato de ficción se le supone entre lector y escritor, aquí nos encontramos ante una narración inclasificable en este aspecto por la desorientación que genera en el propio lector. Esto es debido, principalmente, al ingente trabajo de documentación y recreación científica que pone el autor sobre la mesa de operaciones. Con esta manera de abordar el presente asunto conocido (a medias) por todos, nos consigue «engañar» con un juego de espejos en el que el primero en no poder sostener su propia mirada pierde, tanto a los puntos, como por k.o. técnico.
Estamos atravesando días, meses, quizás años, en los que deberemos acostumbrarnos (el ser humano tiene una capacidad de adaptación innegable, aunque tengamos predilección por la confortabilidad y la certeza) a la lucha contra un agente invisible con una tasa de letalidad y de efectos secundarios que los científicos, con el paso del tiempo, irán mensurando y acotando. Ahora nos situamos en las primeras fases de la explosión contagiosa y con los gobiernos y las autoridades sanitarias haciendo lo que pueden a tenor de la información recibida (el futuro dirá si dicha información ha sido suficiente para las medidas tomadas o estas fueron ineficaces e insuficientes por falta de previsión y dejadez). Todo en el presente se ve con los ojos de la premura y la desorganización. Solo el tiempo y la pausa que dan los estudios históricos pondrá a cada responsable en su sitio. Que luego se exijan o no responsabilidades y que estas se asuman o no ya será harina de otro costal. Lo que sí está claro, volviendo al plano de la ficción, es que en estos precisos momentos se están tecleando miles de páginas acerca de esta gran pandemia del siglo XXI, con respeto al Ébola que asoma de vez en cuando su cabeza por amplias zonas del continente africano, pero que, hasta que no llegue al mundo desarrollado, se le seguirá tratando como un mal de segunda división. Ya parece que se nos olvida que allá por el lejano 2017 (la memoria de pez es flaca y cortoplacista) un ínfimo (comparado con el presente contagio de Covid19) brote de ébola llegó a España. Muchos solo recordarán el sacrificio del perro Excalibur, de la auxiliar de enfermería, Teresa Romero. No hay nada como focalizar la narración de un relato en un protagonista que empatice con el público potencial para que el mensaje llegue claro y fuerte a las masas. Ahora, lo que empezó catalogándose (por algunos) como gripe virulenta o neumonía más compleja, ha destapado sus cartas y, como dato cierto, se ha llevado por delante a, al menos, cincuenta mil compatriotas y otros miles a los que todavía no se les ha podido concretar hasta dónde llegarán las secuelas de la infección. Miles de páginas decimos, desde tesis doctorales, hasta guiones cinematográficos, ensayos de todo tipo, novelas con formato de thriller a lo Robin Cook… todo ello, tengan por seguro que se irá publicando a lo largo de los próximos años: desde los estudios científicos más sesudos, hasta las obras de entretenimiento más ociosas. Pero seguramente ninguna de ellas tendrá el prodigio de la navegación por un río tan turbulento entre el sueño y la vigilia, entre la verdad y la falsedad, entre la realidad y la conspiración, como la presente obra. Ahí radica su originalidad e interés. Sus credenciales quedan claras desde el principio (menos para algún despistado que no sepa leer entre líneas). El autor va de frente con una propuesta argumentada de telerrealidad con la que exige al lector que enjuicie el porcentaje de veracidad de la historia y la parte de mago del engaño del escritor. Al final, todo escritor de ficción es un estafador narrativo que opera en connivencia con el lector estafado. Nos dejamos que nos roben la cartera mientras miramos embobados su juego de manos sin entender muy bien dónde está el truco.
La Crónica del creador del virus envida fuerte en su propuesta. Desde una pormenorizada enumeración de los protocolos científicos y de las rutinas de laboratorio que el público en general desconoce, hasta una trama política de los entramados de los poderes en la sombra muy al estilo de John LeCarré o Frederick Forsyth. Aunque, por lógica, en apenas ciento cincuenta páginas no da espacio a sacar la artillería pesada en forma de narración de espías y dominación mundial y, seguramente, tampoco sea esta la intención del autor. Aun así, somos testigos de cómo la manipulación, la vanidad, la soberbia y el egocentrismo más exacerbado convierten a las personas en tiranos de sus propios congéneres. Esto les hace tomar decisiones motivados únicamente por la búsqueda del reconocimiento. A nadie se le escapa que el mundo se divide entre los que tienen la fusta en la mano y los que miran recelosos a la espera del próximo latigazo. La presente obra nos recuerda en ocasiones a Estallido (Wolfgang Petersen, 1995) o a Contagio (Steven Soderbergh, 2011). Winston Canaris, en un ejercicio de metraje encontrado al estilo Blair Witch Project, nos expone, desde diferentes puntos de vista y con varios recursos de óptica de narrador, un documental («un robado» en argot de paparazzi) que cautiva al lector. Este no sabrá muy bien dónde se recrea el autor y dónde introduce trazas de una pesadilla que es tan real que la podemos ver pasar en ambulancia desde la ventana de nuestra casa. Como reza el reclamo del film anterior: «Nada se expande como el miedo».
Y en medio de todo esto tenemos a negacionistas, antivacunas, intereses farmacéuticos, sin escrúpulos aprovechados que hacen su agosto personal, políticos entonando el «sálvese quien pueda» pero que no se apean de su burro, grandes inversionistas y empresarios que ven cómo se vacían sus bolsillos o grupos mediáticos que siguen el guion que les marca la amenazadora línea editorial. Y, debajo de todos ellos, el pueblo llano que no sabe ya a quién creer, qué medidas cumplir y cómo llegar a fin de mes con un trabajo precario o inexistente, además de una burocracia de la que ya no se fían y que podría, con una buena gestión de los recursos, paliar la crisis que parece que se enquistará durante bastante tiempo. En la mente de todos ellos, la gran pregunta que de tener respuesta focalizaría las iras de unos y otros en un sujeto u organismo concreto: ¿el virus lo ha creado el hombre o es pura casualidad de la zoonosis?, ¿lo sabremos algún día? En caso de ser una creación humana, ¿los responsables lo podrán ocultar lo suficientemente bien para que no salga a la luz y así puedan seguir con sus tejemanejes?, ¿qué pasaría si la ocultación es tan perfecta que se confunde con una pandemia fruto del azar natural más indetectable?, ¿no abriría esto la puerta a la creación de verdaderos monstruos víricos que se saltarían todos los medios de contención? Son más preguntas que respuestas lo que nos ofrece el autor, ¿pero no es precisamente este ejercicio de investigación y análisis personal el método más saludable para cuestionarnos cualquier hecho?
Crónica del creador del virus es un relato aterrador, de una actualidad indiscutible y raudo como la propagación del virus y el miedo inherente al mismo. Su brevedad facilita su lectura cinematográfica y le resta la carga de densidad de toda la exposición científica que, para los legos en la materia, podría llegar a aturdir y, si acaso, a aburrir. Es didáctica en ocasiones y esclarecedora en otras. Cruel por momentos y esperanzadora en algunos otros. La supervivencia como eje reflexivo de la razón de nuestra existencia y el hermetismo epidemiológico como una de las grandes armas del futuro: más económicas, menos destructivas, más focalizadas y quirúrgicamente objetivadas. Imaginemos un arma silenciosa que barra de un plumazo solamente a una etnia en concreto, a una franja de edad, a un sexo, o a los individuos que tengan alguna característica genética concreta: ¿los listos?, ¿los tontos?, ¿los pelirrojos?, ¿los altos?… El sueño de la eugenesia a la carta de algunos hecho realidad mediante un enemigo invisible que se mueve en las sombras con un rifle de francotirador.