La voz de su conciencia llama a Pablo Santacruz, dueño de una pequeña herencia, a sentirse representante del misterioso señor X, sobre cuya realidad la humanidad entera ha discutido durante siglos. A pesar de sus dudas angustiosas sobre esa llamada, acepta la tarea y se rodea de discípulos. En la India, Bonifacio predica el placer frente al sacrificio. Daniel, el santón, proclama la supresión del deseo. Benjamín, en Estocolmo, invita a su auditorio a guiarse solo por la tradición y ofrece unas pruebas alucinantes de la existencia del señor X. Eulogio expone, en un oasis africano, sus ideas pesimistas sobre el hombre. Pablo Santacruz se enamora de una mujer casada, Ariadna, y ambos predican, por los alrededores de su lugar natal, un anarquismo igualitario. De vuelta a Marviva, cada uno relata su experiencia y Eulogio los sorprende al describir una organización terrorista —la HOPIO— que quiere acabar con el hombre y a la que persigue la policía. Más tarde, todo se complica y se torna confuso e inesperado…
– AUTOR –
Escritor y catedrático de Filosofía, es autor de otras quince obras —poesía, ensayo y novelas—, además de un gran número de poemas y artículos aparecidos en prensa. Entre los elogios recibidos por la crítica figuran los incluidos en el diario El Mundo (17-02-2012) o el propio Luis María Anson, quien llegó a calificar como «imprescindible para entender la España de hoy» su obra La revolución democrática de España (Ed. Áltera). Otros títulos como, El resplandor y la ceniza (Mandala Ed.), La secta del fin del siglo(Mandala Ed.), Un extraño viaje (Ed. Áltera) y el ensayo ¿Por qué Marx se equivocó? (Ed. Caudal), se encuentran entre sus obras más aplaudidas. Además de lo literario, su compromiso social culmina con la fundación de la revista independiente Ideas-90, dedicada al pensamiento actual. https://www.elimparcial.es/gabriel-albendea/autor/362/
–GUSTARÁ
A cualquiera que disfrute reflexionando sobre los profundos vericuetos de la Filosofía y de la Teología, con independencia de su grado de formación en estas materias. A los que gustan de un rápido tránsito literario entre la meditación y la acción. A quienes saben extraer sustancia de lo profundo y de lo superfluo.
– NO GUSTARÁ
A los partidarios de “la separación de poderes” entre el ensayo y la novela policíaca. A los que busquen una novela de misterio convencional, con buenos y malos, con policías y delincuentes clásicos. A aquellos que, superado el título, esperen encontrar un tratado formal de teología exegética o histórica.
– LA FRASE
«Estamos ya a principios del siglo veintiuno y aún no ha muerto el señor X, aunque muchos anunciaran su defunción hace tiempo con alborozo, a veces reprimido. Incluso en algunos lugares está más vivo que nunca. ¿De dónde extrae su fuerza, su poder, su desmesurada grandeza ese señor? ¿Es de la miserable condición humana de donde extrae su vigor?».
– RESEÑA
La cátedra de Filosofía del autor se manifiesta con arrolladora fortaleza en esta obra donde, de manera muy elegante y sutil, nos conduce por sendas de pensamiento, meditación y debate que ponen al descubierto su alma docente. Incluso, para los menos versados o como recordatorio para especialistas, desliza una velada invitación a la lectura, o relectura según el caso, de obras fundamentales. El misterio del señor X es una fábula trascendente y metareligiosa que funciona mucho mejor en su ornamento que en su capacidad de narrativa novelada. La metáfora recorre sus páginas y nos lleva a contenidos bíblicos más o menos conocidos, pero dotando a cada escena de una modernidad arquetípica, en un juego de búsqueda de oquedades en la moral y la ética de una sociedad que corre como pollos sin cabeza. Gabriel Albendea indaga y desconcha capas superficiales de modelos de comportamiento, líneas de educación profética y resortes de adoctrinamiento formativo entre los distintos canales que comportan una religión: Dios, apóstoles, credo y fieles.
Esa potencia intelectual desequilibra la parte meramente lúdica (y lúcida) de entretenimiento que, aparentemente, nos ofrece y presenta como poco elaborada, y tal vez precipitada, ante expectativas de mero pasatiempo. El autor llegado cierto momento narrativo rompe con la estructura que estaba llevando para acercarse de una manera completamente diferente al propósito de su obra. Nace aquí un thriller policíaco un tanto atropellado y difícil de complementar con las postulaciones a las que nos había acostumbrado hasta el momento. Este golpe de timón tiene una doble lectura; de un lado agradará a los lectores que esperaban que la trama se quitará el arnés de seguridad y se lanzará por el tobogán más empinado y, de otro lado, desorientará a aquellos que estaban siguiendo el juego pausado, reflexivo y contemplativo anterior. Estos últimos lectores lo verán como un disparo en el pie. Los primeros, en cambio, aplaudirán ahora con las orejas al ver que la tensión guionizada aparece súbitamente.
Indudablemente, desde el inicio onírico de las peripecias del protagonista, debemos estar predispuestos a ser conducidos a cualquier escenario, sólido o etéreo, donde los personajes se comporten de manera heterodoxa e imprevisible. Esto no es óbice para que alguno de ellos mantenga la coherencia esperada de principio a fin.Cuando el lector se encuentra enfrascado en la disección y análisis de las ideas que esparcen los personajes en sus prédicas, intentando ordenarlas y adecuar aquellas que considera de conveniente aplicación en su vida cotidiana, se encuentra por sorpresa con una tremenda aceleración de acontecimientos que llevan a la conclusión con una velocidad inusitada. Dicha finalización precipitada nos puede haber privado de una mayor introspección en cada uno de los personajes participantes, ya que existen varios perfiles muy interesantes para el objetivo reflexivo final propuesto por el autor. Obviando las peripecias policíacas que podrían ser el aspecto más endeble de la narración, El misterio del señor X es una pieza original, distinta a los lugares comunes habitados en temáticas muy parecidas. La aglutinación de dos realidades narrativas diferentes y contadas de maneras tan distintas puede no calar en el lector medio, pero, en ningún caso, podemos restarle ni un ápice de valentía a la forma en que plasma su verbo. Vemos un leve paralelismo con la novela de Carlos Ruiz Zafón, El juego del Ángel. La formación estructural y arquitectónica de una religión aglutinadora de distintas sensibilidades, de base anarquista, libre y heterodoxa. De sus limitaciones y de su falta de discurso unidireccional nacerán las disidencias internas y, como última consecuencia, la traición de Judas. Este es el juego que nos propone el autor, profundo en sus premisas, pero flojo en su puntilla final.
Casi no queda tiempo para extender las consideraciones fuera del mundo personal, microcosmos del yo, a las influencias humanas y sociales a nivel global que proyecta la milenaria trayectoria del señor X . Pero la resolución del caso se impone. Queda para cada uno la reflexión sobre qué parte de este “palíndromo literario” se adecua a sus gustos y expectativas. Pero, en todo caso, su lectura es un ejercicio altamente recomendable, sobre todo por su frescura literaria tal y como corren los tiempos de despropósitos editoriales de youtubers rebuznadores con sus palmeros cegados y agradecidos a juego.
Friedrich Nietzsche mató a Dios con «diurnidad» y alevosía. Pero Dios cual Michael Myers en noche de difuntos renace de su letargo e hibernación y, de vez en cuando, se desata en su Fury Road particular. Una huida sin retorno en busca del sentido de su propia existencia en la Santa Madre Iglesia de la postmodernidad robótica alienante. Y, todo ello, encerrado en los márgenes del papel y la tinta como metáfora teológica que predicaba el maestro de Hipona, «cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros». Todos hemos contribuido a ello, «tu quoque, fili mi!». Dios ha muerto, ¡Viva Dios!