Araceli, asesora fiscal, fue asesinada mientras estaba en su despacho. A pesar de que le dio al ladrón todo lo que pedía, la mató. Si era un robo en el que la víctima no opuso resistencia, ¿por qué la mataron? ¿Había otros intereses? El inspector Zalo Alonso y la forense Carmela Archer se adentran de nuevo en los entresijos de un crimen en la ciudad de Lugo. Mientras tanto, Sara, la mujer del inspector, en una investigación médica, encuentra por casualidad un pasado turbio que pasó inadvertido. Aficionada a la novela policíaca, encuentra lo que no quisiera haber encontrado: un pasado que le dicen que no debe remover.
– AUTORA –
Áurea L. Lamela (Lugo, 1959) es psiquiatra y escribe novela policiaca. Ha publicado cuatro novelas: Nadie Sabía (2012), Buena gente (2014), Sin criterio (2016), Red de sombras (2018). Se desarrollan en una ciudad de provincias tan apacible desde fuera como convulsa por dentro. Desde una ciudad así, ejerce su profesión y colabora ocasionalmente en diferentes medios con poesía, ensayos y relatos. Una venganza improvisada (Esstudio Ediciones) será la quinta novela que publica con sus principales protagonistas: el inspector Zalo Alonso, la forense Carmela Archer; y cómo no, con Sara, la mujer del inspector, médica y una lectora empedernida de novela policíaca.
– GUSTARÁ
A los amantes del crimen y, en concreto, al que se cuela dentro de la idiosincrasia española. Será del interés de los lectores que prefieren tintes realistas y plausibles en las tramas en las que se sumergen, en lugar de narrativas más teatralizadas, efectistas y cinematográficas. Lectura para aquellos que respetan la investigación policial y forense desde un punto de vista científico. También será para todos aquellos lectores interesados en levantar las alfombras de lo peor que alberga el alma humana.
– NO GUSTARÁ
Principalmente a los lectores de thriller peliculero y con golpes de efecto a cada página. Aunque la presente novela emplea el diálogo como clave de bóveda para su avance, este es sosegado, reiterativo en ocasiones y camina con pies de plomo. Su reparto coral y la entrada y salida de muchos personajes hacen que el lector tenga que mantener la atención sin escalonar en exceso la lectura so pena de perderse en las tramas. No será del interés de aquellos que solo quieren ir al grano y que carezcan de la paciencia suficiente para acompañar la labor policial investigadora. Se les quedará corto a aquellos que gustan de elaboradas secuencias descriptivas de espacios y escenas.
– LA FRASE
«Y así reflexionaba Sonsoles, como tantas otras veces cuando se distraía con su pasado; cuando de repente, ocurrió ya no un revés, sino aquel sobresalto mortífero. Entró el hombre con la media en la cabeza ese sábado por la mañana de finales de noviembre, gris y lluvioso. Las tres solas. Exigiendo con un cuchillo que le abrieran la caja fuerte».
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar: Una venganza improvisada, de Áurea L. Lamela. La escritora y psiquiatra lucense vuelve con su pareja criminal predilecta: el inspector Zalo Alonso y la forense Carmela Archer. Aunque esta vez el protagonismo de ambos se ve incrementado por la mujer del inspector que llevará el peso de una trama paralela a la principal relacionada con el seguimiento de una enfermedad endocrinológica que une a personas, aparentemente, sin relación y de la que se arrogará como principal sabueso. Esta investigación tendrá que realizarla con discreción ya que su círculo más cercano no confía en que sus pesquisas deriven en algo positivo, sino más bien en un camino sin salida y en una pérdida de tiempo. Pero ella continuará en el tajo; gracias a ello, por supuesto, la trama evolucionará y los descubrimientos inquietantes saldrán a la luz. Paralelamente, y como presentación de la novela, nos encontramos con un atraco que deriva en tragedia donde, como no podría ser de otra manera en el género negro o policial, no encajan todos los cabos. Existen demasiados elementos extraños en el suceso, varios intereses contrapuestos y una serie de circunstancias que llevarán al atril de la sospecha a un nutrido grupo de personajes, testigos y demás parroquianos implicados de una u otra manera.
El género negro ha cambiado, se ha tecnificado, digitalizado y protocolizado. Esto no significada que los ases en la manga, las persecuciones de película, y las resoluciones impactantes y, en ocasiones, antinaturales, no sean, todavía parte de la ficción literaria que mantiene la tensión narrativa. El lector también se «entretiene» con los cruentos hechos que se relatan y que podrían estar ocurriendo al mismo tiempo que disfruta de su lectura al abrigo del vértigo de la calle. Aunque el género negro o policíaco siempre se ha caracterizado por ser hijo de su tiempo y coetáneo de la problemática criminal del momento, es cierto que la evolución camina hacia el realismo social. Hoy en día, la construcción narrativa se acerca al documental «basado en hechos reales» o a las reconstrucciones criminales (véase la programación televisiva de varias cadenas de TDT, sobre reportajes criminológicos, principalmente de importación estadounidense). Lo que en los años 50 comenzó con una notable carga caricaturesca acerca de la vida del lumpen y la mafia de los bajos fondos (ajustes de cuentas por drogas o alcohol, femmes fatales, peligrosas infidelidades, crímenes pasionales, robos de mafias organizadas; todo ello en localizaciones deprimidas: puertos, arrabales, guetos…) se ha convertido en un relato fiel a la sociedad actual. Ahora es un espacio propicio de debate televisivo, radiofónico y de las redes sociales.
Truman Capote marcó un antes y un después en el género con A sangre fría, etiquetada por el propio autor como «non fiction novel». El realismo de su análisis criminal, más allá del puro hecho luctuoso, le concedió el favor de crítica y público. Capote señala y analiza factores más allá de los hechos. Cobra vida y sentido la psicología y sociología del entorno por encima de la concreción del suceso. Se empieza a hablar de la sociedad, el sistema y los valores como pieza fundamental de la cuestión criminal, tanto en la ficción como en la no ficción, que cada vez tienen sus límites más indefinidos. La locura de la sociedad se percibe cada vez más cerca y amenazante en los terribles hechos que suceden, tristemente, día a día. Michael Haneke en 1997 lo llevó más lejos con su película Funny Games; un caso de análisis clínico que parte de la ficción para estamparnos en la cara lo que sucede en la realidad. Recordemos que España no está exenta de estos crímenes deleznables y mediáticos como los ya clásicos de la masacre de Puerto Hurraco, las niñas de Alcásser o los más recientes crímenes de José Bretón, Ana Julia Quezada, Asunta Basterra o José Enrique Abuín Gey «El chicle». El alcance mediático de estos execrables crímenes y el seguimiento policíaco y judicial, casi, en tiempo real, han llevado a la novela negra española a que se pegue al terreno y se vaya alejando de la fantasía, el humor, la caricatura o el simple entretenimiento.
Una venganza improvisada centra el tiro en la investigación policial de un lado y en la clínica y médica del otro. La autora pone a disposición del lector toda la información, mediante un uso extenso de las pruebas testificales. Un amplio grupo de personajes y sospechosos hacen que la labor policial del uso de la entrevista llegue hasta cotas extenuantes, esto, unido al cotejo de líneas telefónicas, de cámaras de seguridad y de cruces de información, recrean el día a día de la realidad de la técnica policial y forense. Las largas horas de vigilancia en coches disfrazados de camioneta de reparto de floristerías o el seguimiento «a los malos» al amparo de las farolas de la noche es una parte insignificante y pretérita, comparada con la ingente cantidad de información y documentación que hay que cribar en cada caso. Ya no es suficiente el ingenio y las dotes deductivas de Sherlock Holmes. Lo que Áurea L. Lamela pone de manifiesto a lo largo de toda la narración es la realidad de los modernos métodos de investigación, lo tedioso de navegar por callejones sin salida, las interminables horas de entrevistas sin relación con el caso y lo complejo de ciertas tramas cuando la Omertá, bien por el miedo a posibles represalias, bien por ocultar intereses en la causa aunque no sean siempre criminales, emponzoñan y complican hallar al culpable. No siempre, pero en ocasiones, son las «inocentes» y sin reproche penal, infidelidades las que traen de cabeza a los investigadores, ya que nadie es capaz de confesarlas a no ser que se encuentren con el agua al cuello al ser acusados de algo bastante peor.
La autora saca a la luz tramas muy de actualidad como es el caso de las actuaciones al margen de la legalidad y la reglamentación vigente en el ámbito de la salud. Los pacientes que acuden a los mismos, bien por desconocimiento, bien por necesidad, quedan al arbitrio de la impericia de los delincuentes y de la falta de profesionalidad de las instalaciones en las que estos ejercen su falsa cualificación. También seremos testigos del dinero «siempre es el maldito dinero» (frase en boca de muchos personajes de este género) el que lleva a varios personajes a perder los papeles y a caer en el clásico juego de las deudas y los ajustes de cuentas. Otro tema a tratar es el inmobiliario, con sus correspondientes «buitres» y ganas de dinero rápido. También caen pullas sobre los aspectos más oscuros de las pseudociencias espirituales y homeopáticas, «sanadoras» de cuerpo y espíritu, falsos mesías, vientres de alquiler, intereses familiares enfrentados, cuchilladas del pasado que no han terminado de cicatrizar, envidias, engaños, burlas… Veremos cómo se presentan muchos sospechosos, algunos culpables de poca y otros de mucha categoría, silencios cooperantes, cómplices, encargos… Todo es posible en la red de telaraña que forma la autora con una extensa y denodada investigación hasta llegar a la resolución del crimen en sus últimas páginas (como marca la tradición).
Áurea L. Lamela ha configurado un tratado sociológico de investigación criminal que no busca tanto las escenas intrépidas y bizarras como el pulso a la técnica policial y forense. La autora se centra en el laborioso día a día de los investigadores que ya no llevan gabardina, sombrero, ni fuman en pipa. Ni siquiera se rigen por corazonadas o por casualidades, sino que afrontan las pesquisas con un método científico, tedioso en ocasiones, pero más fiel a la realidad que las correrías cinematográficas de las lecturas más cercanas al tono del thriller. Bajo esta técnica iremos conociendo las motivaciones de un amplio plantel de personajes que, aunque no estén libres de los clichés del género, se adaptan mejor a la realidad contemporánea de la sociedad española. Una venganza improvisada pone en valor el denodado esfuerzo de una gran parte de los profesionales de este país, así como de personas anónimas que no se contentan con respuestas preestablecidas por el sistema, al tiempo que critica las grandes dolencias y carestías del alma humana más oscura y miserable.