FAHRENHEIT 451 (RAY BRADBURY -PLAZA Y JANÉS, 1999)
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RESUMEN:
Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel se enciende y arde. Guy Montag es un bombero y el trabajo de un bombero es quemar libros, que están prohibidos porque son causa de discordia y sufrimiento. El Sabueso Mecánico del Departamento de Incendios, armado con una letal inyección hipodérmica, escoltado por helicópteros, está preparado para rastrear a los disidentes que aún conservan y leen libros. Como 1984, de George Orwell, como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 describe una civilización occidental esclavizada por los medios, los tranquilizantes y el conformismo. La visión de Bradbury es asombrosamente profética: pantallas de televisión que ocupan paredes y exhiben folletines interactivos; avenidas donde los coches corren a 150 kilómetros por hora persiguiendo a peatones; una población que no escucha otra cosa que una insípida corriente de música y noticias transmitidas por unos diminutos auriculares insertados en las orejas.
CRÍTICA: (9,0)
La vida sin el recuerdo del pasado ni la tradición oral o escrita del conocimiento de los grandes maestros de la Historia, la Filosofía, la Ética o la Religión, nos condena al pensamiento único, a la esclavitud de los medios, y en definitiva, a la guerra por el adoctrinamiento único. Batallamos contra el ruido, la perturbación del poderoso, el grupo mediaset y su escaleta de pus y bilis, la senda marcada y rotulada por el ídolo de masas quinceañero, el futbolista multimillonario o la modela enclenque y plañidera. Te llaman loco por mirar las estrellas, oler la tierra mojada, acariciar a un perro, perder la noción del tiempo entre risas de sobremesa o traficar con sueños al abrigo de unas sábanas otoñales.
El dominio de una sociedad viene dado por el enclaustramiento de sus actividades cotidianas, de su ocio y de sus rituales. Compartimentos estancos para que todo se produzca en tiempo y forma, y que una sociedad aletargada y adormecida disfrute del sueño de los justos, con su dosis diaria de codeína “felicitante”. Llámale “Black Friday”, “San Valentín”, “Botox Day”, o “Happy Hour”, lo mismo da. Triste a lo triste, feliz a lo feliz. El calendario nos marca lo que a cada paso debemos vivir y sentir. Insensato el que se salte las normas, pues la mirada del opresor medio que nos rodea ya se ocupará de sacarnos del error en el que hemos caído. La mirada del “otro” nos afecta cada día más. Vivimos en los ojos, el juicio y la aceptación o reprobación de un tercero, que en la mayoría de ocasiones es imaginario como nos demuestra la mirada al abismo de las redes sociales.
Salvar un libro, es salvar un alma. Una pequeña semilla que nace en nuestras manos y se reproduce en nuestras mentes. Es nuestra obligación compartirla con las nuevas generaciones, o tristemente en breves fechas nadie de acordará de los errores del pasado, para cual día de la marmota, seguir tropezándonos con la misma piedra. No es simplemente la lucha de un hombre contra un sistema de valores establecidos, es la lucha de un hombre contra si mismo, ya que el sistema en mayor o menor medida se encuentra dentro de cada uno de nosotros, y es nuestra obligación detectarlo, hacerle frente y reflexionar sobre nuestras acciones y sus consecuencias en nosotros y en los que nos rodean.
La lucha tiene forma de trincheras de párrafos en cursiva y voces en la distancia que nos susurran a través de las páginas de los tiempos nuestro reflejo humano e imperfecto.
