Una fría noche de febrero, el cuerpo del falangista Julio Monte aparece acuchillado frente a las puertas del club Sexy Sadie, al que solía acudir con unos viejos amigos. Uno de estos amigos decide investigar el crimen, al margen de la labor policial, sin llegar a imaginar que esto le obligará a reabrir heridas del pasado que condicionarán todas las decisiones de su vida futura.
– AUTOR –
Germán Ramírez Lerate nació en Cádiz en 1998. Graduado en Ingeniería Informática por la Universidad de Cádiz. Narrador y poeta. En el año 2014 fundó la revista literaria digital Sombra del Paraíso, dedicada a la publicación de jóvenes autores. Amante de la música, del cine de suspense y de la narrativa hispanoamericana, Historia de un fotógrafo, una camelia y un bisturí es su primera novela publicada.
– GUSTARÁ
A los aficionados a la novela negra y policíaca con algún leve toque filosófico e introspecciones psicológicas. A los que saborean los claroscuros de la noche en los ambientes marginales de las grandes ciudades. A los que profundizan tras las capas de maquillajes baratos y neuronas errantes en busca de conexiones congruentes.
– NO GUSTARÁ
A los detractores de los géneros negro y policíaco. A quienes prefieren planteamientos y desarrollos lineales, con los buenos y los malos, los muertos y los vivos, plenamente identificados del principio al fin.
– LA FRASE
“Como nadie hablaba, me levanté de la silla, recogí mi chaqueta y me marché tras desear las buenas noches a todos los contertulios. Mientras recorría el pasillo, pensaba en la cínica cortesía de mi despedida: escondía cierta malicia, pues no desconocíamos que aquella sería otra noche de lamentos para todos nosotros. Por primera vez en mucho tiempo, me pregunté, casi atemorizado: “¿Qué pensarán de mí todos estos mequetrefes?”, lo cual denotaba mi inseguridad, consecuencia de la crisis onírica y la soledad a la que debía enfrentarme”.
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar: Historia de un fotógrafo, una camelia y un bisturí, de Germán Ramírez Lerate. Una novela negra que nos aboca a una primera reflexión: la belleza de una camelia viva y vigorosa, en su maceta, que dice mucho a favor de sus cuidadores. Incluso cuando, cercenada, adorna la solapa de algún caballero ilustre, como el insigne bibliófilo Antonio Odriozola Pietas, puede darse por bueno su sacrificio. No digamos cuando está destinada a convertirse en té, especialmente rojo, porque ofrece su inmolación y posterior inmersión en agua hirviendo en aras de un bien superior, el “five o´clock”. Es verdad que otras compañeras, como la vulgar margarita, permiten que les sean arrancados sus pétalos en un binario interrogatorio de enamorado y que muchas otras especies esperan estoicas la inmersión de sus tallos cortados en el agua de un jarrón, para embellecer, efímeramente, una estancia o el pie de una sepultura. Pero la camelia, todo el mundo lo sabe, está destinada al soleado tiesto, a la humeante taza o a la solapa. Condenar a una camelia a languidecer, agonizar y morir en la oscuridad de un cajón de escritorio es un acto de tal crueldad que estremece y es impropio de cualquier persona en su sano juicio. Pues eso, ni más ni menos, acontece en el lugar de trabajo del fotógrafo. De esta forma, el autor arranca su novela y nos muestra un simbólico eslabón más en la dramática cadena vivencial de un soñador rechazado por el éxito profesional y acogido por la miseria cotidiana de lo vulgar y lo rastrero.
Germán Ramírez Lerate conduce a su protagonista, en compañía de otros, por el sórdido mundillo de los burdeles donde, en una lejana “similitud laboral” con los Soprano, tienen su habitual lugar de reunión, timba y tertulia, personajes de toda laya. Encontramos próximos, cuando no mezclados, al exaltado Julio Monte, al psicoanalista Ramírez Nitchen (Freud para los amigos), al impenitente bebedor Augusto Torrehermosa, al escritor incomprendido Custodio Flores, a Lady Mary, a Miss Marple, a madame Matilda y demás fauna habitual del Sexy Sadie. A nadie sorprende excesivamente la muerte del fundador del “Partido Montista” que proporciona el eje de la trama y que el autor aprovecha para introducirnos en una entretenida investigación. Esta, oficialmente, correrá a cargo del inspector Andreu Oliver pero culminará de forma un tanto sorprendente. Previamente, nos presentará a Ana, autora de “Elegías Negras” y, en un guiño a las obras autopublicadas, también “generatriz” de “Historia de un fotógrafo, una camelia y un bisturí”. Con Ana de la mano, el fotógrafo devenido en investigador, alternará su tiempo entre el “Cuaderno de sueños”, polivalente trampa onírica que pretende equilibrar su espíritu, y el escudriñamiento de rocambolescas pistas. Si a esas alturas el lector piensa que falta “el típico periodista” se equivoca, pues acto seguido, llega la reportera Alba Manzanares que, en representación de “La crónica mundana”, se incorpora a la historia. Es momento de sumergirse y dejarse llevar por la trama de esta novela negra que, con las habituales licencias del género, mantiene el interés y un ritmo razonable.
Pasado el tiempo, Germán Ramírez Lerate nos “reenfoca” el caso a través de la bibliografía de Ana Steiner y propone al lector un juego de equilibrios mezcla de retazos y recuerdos literarios, musicales, cinematográficos, sueños, confesiones y reflexiones, que abren túneles al pasado de algunos personajes ya conocidos y sus interacciones, a veces complejas y dramáticas, con otros nuevos. Todavía hay sitio para nuevas tragedias que ninguna fuerza ni “Superfuerza” podrá evitar, resulta evidente que los designios del Director son inexorables. Al terminar la novela, el lector adicto e incondicional tendrá muchos motivos para la satisfacción y el agradecimiento. Los más exigentes encontrarán muchas razones para no arrepentirse de su lectura.