LA HUMANIDAD VELADA – KARINE VIVIER – AUTOPUBLICACIÓN, 2018.

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TÍTULO: LA HUMANIDAD VELADA.

AUTORA: KARINE VIVIER: FACEBOOK

TRADUCCIÓN: MAR COBOS

EDITORIAL: AUTOPUBLICACIÓN, 2018

PÁGINAS: 184.

¿DÓNDE COMPRARLO?:  AQUÍ

 

 – SINOPSIS –

La Humanidad velada pone en escena a tres personajes que, en un momento de su vida, han perdido su humanidad a los ojos de la sociedad. Tres personajes, tres historias paralelas, una misma historia. Una primicia de novela negra.

– AUTORA –

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– GUSTARÁarrow-145786__340

A los aficionados a la novela negra y policíaca en cualquiera de sus vertientes. A quienes saborean la ordenada cadencia de una lectura sin distracciones innecesarias. A aquellos que aprecian las situaciones dramáticas “límite”, pero exentas de “casquería” vulgar y gratuita. A los lectores que son capaces de sobrecogerse y meditar sobre la delgada línea que separa la ficción de la realidad. A los que valoran la aportación del traductor en el resultado de una obra.

– NO GUSTARÁ arrow-145782__340.png 

A los admiradores de la acción atropellada, incesante y sobresaltada, que renuncian a todo reposo narrativo. A quienes gustan más de los diálogos y menos de las descripciones. A los que eligen no apesadumbrase y prefieren desconocer la podredumbre que se oculta en los rincones más insospechados de nuestra sociedad.

– LA FRASE vintage-1751222__340.png

«La niña abrió los ojos. Todo estaba negro. Sus ojos se acostumbraron poco a poco a la oscuridad y distinguió una colchoneta que había en el suelo. Estaba en el sótano. Sentía la cabeza pesada. Se pasó la mano por la frente y sintió algo pegajoso en los dedos. Era sangre. Sí, ya se acordaba. El hombre la había golpeado en la cara».

– RESEÑAletter-576242__340.png

Hoy traemos para reseñar: “La humanidad velada”, de Karine Vivier, traducida eficazmente por Mar Cobos Vera. Una novela negra donde se nos aboca a un oscuro pozo que desearíamos no hubiese existido nunca, ni siquiera en la imaginación de un escritor. Lamentablemente hemos de convivir con situaciones análogas que, en la mayor parte de las ocasiones, ni siquiera llegan a nuestro conocimiento. De esta forma, aparte de disfrutar con la ficción, acusamos un aldabonazo o campanada en el alma tan potente como si fuese propinado por la Tsar Kolokol (campana del Zar), si en algún momento hubiese funcionado, o por un noticiario de televisión mostrando el atentado de las Torres Gemelas. Con la primera bofetada nos viene a la mente un pensamiento: podemos llegar al mal absoluto. 1517674937_733884_1517675268_noticia_normal
¿Pero, qué es el mal absoluto? ¿qué importancia tiene la aplicación del término por parte de cada uno? Louis Pauwels y Jacques Bergier, creemos recordar, lo adjudicaron a flores que podrían cantar, o gritar, en el campo. Las víctimas supervivientes del holocausto nazi lo aplicarían a su experiencia, por contraposición del bien absoluto, de la lista de Schindler o de “El ángel de Budapest”, Ángel Sanz Briz. Podría adjudicarse el mal absoluto al Führer Adolfo, con sus “campos de trabajo”, echando una competición con “Papá” Stalin, y contraponiendo Auschwitz  o Sobibor a Holodomor o Katyn. Guerras y genocidios a lo grande, no importa el número de víctimas. Barbaridades antiguas y modernas: El incendio de Roma; el sitio de Numancia narrado por Apiano; la toma de Massada según Flabio Josefo; Ruanda, con los hutus exterminando tutsis; Camboya con Pol Pot, ahí está dicho todo. El Terror de la Revolución francesa; las sucesivas guerras yugoslavas; Verdun; las bombas terroristas de la ETA; el Estado Islámico y sus crueles consecuencias. Pero en algún momento hay que finalizar la lista. Yendo hacia atrás y adelante en el tiempo, y recorriendo el atlas al azar, no habría lugar ni espacio en estas notas para relacionar tanto mal.
ct-john-wayne-gacy-timelineEntonces, ¿y el mal “minorista”? ¿podría ser mal absoluto?. Cuando las víctimas en serie, pongamos por caso, no llegaran a cien. ¿Fue Jack, el que iba por partes, un malvado absoluto? ¿Tal vez el cinematográfico personaje Hannibal Lecter (procedente de la pluma de Thomas Harris y magistralmente interpretado por el genial Anthony Hopkins) se llevaría la palma? ¿Qué decir de Charles Manson? ¿o del  Payaso Asesino, John Wayne Gacy? De nuevo los ejemplos son casi inabordables por numerosos. El mal que representan es casi insoportable pero, a nuestro juicio, quedan más escalones. Arriba, en ese siniestro “ranking” se encuentran los que se valen de su autoridad moral o familiar para ejercer abusos de todo tipo, que siempre dejan secuelas, y que llegan incluso a la tortura y a la muerte de la víctima inerme. Reservamos el “top”, el “number one”, para esas bestias con forma humana que tienen a la infancia indefensa, física e intelectualmente, como blanco para su propio “uso” o para su infame comercio y, además, por cualquier medio a su alcance fuerzan, propician y obtienen la colaboración de otros menores para sus abyectos fines. Ahora sí habremos dado con el mal absoluto. (¿Recuerdan el caso de Jeffrey Epstein que todavía sigue abierto?) Los expertos psiquiatras, psicólogos, lingüistas y otros expertos se enzarzan en discusiones académicas sobre los significados y aplicación correcta de las palabras, pedofilia, paidiofilia, pederastia, parafilia, etc. Todos términos procedentes de la antigua Grecia, culta y civilizada, que más de un pederasta moderno querría para sí. Por nuestra parte, carentes de conocimientos y experiencias al respecto, dividimos el campo “grosso modo” entre los pedófilos –que tienen atracción sexual por los menores- y los pederastas que llevan dicha atracción hasta el abuso sexual y más allá. No hay más comentarios.
los-sin-nombreTodo lo anterior es una introducción (posiblemente excesiva) para definir el libro de Karine Vivier como la representación del mal absoluto, (recordamos en este punto la película de Jaume Balagueró, Los sin nombre, de 1999, basada en la novela de Ramsey Campbell. En ella se desglosa y se reflexiona acerca de los engranajes del mal absoluto). En una narración ágil, sin artificios, directa y amena, enfrentamos una novela negra que nos hará pasar, en cualquier caso, un rato entretenido. Podemos simplemente ceñirnos al relato novelesco o hacer comparaciones morales y jurídicas entre Dedé y Denis o entre Judith y Marybonne. Todos tienen su parte responsable en el intenso drama (o dramas) pero el grado de culpa no es en ningún modo comparable. La autora nos presentará algunos prismas sobre cuyas facetas no solemos detenernos habitualmente, a pesar de que son sobradamente conocidos. Nos muestra al recluso Denis Papin con sus actitudes, reflexiones y temores muy creíbles. El comportamiento del guardia Malek también es verosímil y encaja perfectamente en el ambiente. Todo nos lleva a configurar un desenlace que podría guardar sorpresas. Es frecuente ver que los accidentes, e incidentes, más significativos para la vida (y la muerte) de las personas se producen por nimias series de casualidades, y pequeños despistes, que conducen a que alguien esté en el lugar erróneo en el momento equivocado o, al revés, a que alguien esté ausente de su puesto en el instante preciso. El matrimonio de Judith y Alain se verá profundamente afectado por una de esas circunstancias que habrán de pagar muy caro.
bcce63d2a681bf27fecf35f0e03537abKarine Vivier nos va retratando a sus personajes con una cadencia acorde al sentido que la narración va desarrollando. Vemos como Dedé, en su faceta más zalamera, se introduce en la vida de una desconcertada y trastornada viuda para devolverle parte de su ilusión anterior, a cambio de un precio inasumible. Otra viuda, Brigitte Vasseur, toma carta de naturaleza en la vida de su nuevo y metamorfoseado vecino, de incierto nombre, y con calzador, se acomoda en ella. La autora nos permite seguir las pesquisas de la policía, encaminadas a encontrar a la niña Hélène. Nos asomamos así a una labor ordenada y metódica en lo profesional que, quizás, se resiente y afloja en el flanco personal y sentimental de alguno de sus miembros femeninos. La niña Marie, años antes y en otro contexto, no precisó búsqueda. “La humanidad velada” nos hace descubrir, con profundo pesar, las consecuencias nefastas que acarrean los cerebros desajustados que ponen a prueba la pericia y la paciencia de profesionales como Céline Vermont, la psicóloga. Karine Vivier nos inquieta en grado sumo con los personajes como Raoul y especialmente sus oscuros y presumiblemente poderosos clientes. Prevemos con horror el futuro de seres inocentes, cuya ilusión está puesta en un pasador rosa, unas gafas de Mickey o un teléfono con el que jugar a Angry Birds.
Hemos disfrutado y padecido con una novela negra, digna del género. El mal absoluto.

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