AUTOPSIA DE LA AUTODESTRUCCIÓN – MARÍA ALEGRE GÁLVEZ – EDICIONES EN HUIDA, 2019.

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TÍTULO: AUTOPSIA DE LA AUTODESTRUCCIÓN.

AUTORA: MARÍA ALEGRE GÁLVEZ – YOUTUBE – FACEBOOK – INSTAGRAM

EDITORIAL: EDICIONES EN HUIDA, 2019 – WEB

PÁGINAS: 98.

¿DÓNDE COMPRARLO?:  AQUÍ

 

 – SINOPSIS –

Nunca me dijo quédate, tampoco vete.
Esta historia no es solo mía, esta relación tóxica ha dormido en la cama de todos. Es como un quiste que necesito sacar de mí, ponerle tapas nuevas y que amanezca en tu mesita, y no en mis sienes.

– AUTORA –

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María Alegre Gálvez nació el 27 de noviembre de 1993 en Sevilla. Desde pequeña estuvo fuertemente ligada a la Literatura ya que mostró un inusitado interés por la lectura y la escritura durante su infancia y adolescencia. Se graduó en Humanidades en la Universidad Pablo de Olavide en 2015 y realizó con éxito en la Universidad de Sevilla el Máster de Escritura Creativa y el Máster Universitario en Profesorado (MAES) especializado en Lengua y Literatura. Nunca ha dejado de escribir ni de creer en el poder de las palabras. Decía Pío Baroja que “todos los que escribimos necesitamos, por una cosa o por otra, que nos absuelvan”. Y tenía razón.

– GUSTARÁarrow-145786__340

A los que respetan la parte menos idealizada del ser humano. A quienes entienden el lirismo excesivo como una merma de la integridad poética. A quienes paladean el sabor agridulce del desánimo y la esperanza en una sola cucharada. A los que buscan en la poesía un cauce para su imaginación.

– NO GUSTARÁ arrow-145782__340.png 

A los optimistas compulsivos. A los aficionados a la evasión literaria. A los que eluden los juegos de palabras comprometidos o las enigmáticas metáforas, metonimias o sinécdoques. A los detractores del verso en cualquiera de sus formas y medidas.

– LA FRASE vintage-1751222__340.png

“Nosotros ya no podemos hacer juicios, pero quizá, en algún verso, alguien nos está salvando”.

– RESEÑAletter-576242__340.png

Hoy traemos para reseñar: “Autopsia de la autodestrucción”, de María Alegre Gálvez, un poemario en busca de la comunión anímica e intelectual del lector con pensamientos y sensaciones de la autora, autobiográficos o no (que es lo de menos), porque la muerte del corazón se inicia con el primer latido. ¿Hay algún verso, oculto en algún lugar, que no pretenda lo mismo? El poema que no se materializa en imagen, letra u objeto, perceptible por otros, no será tal por mucho que martillee el cerebro y la imaginación del creador. Y después, cuando es percibido, requiere la total atención y además, si fuese posible, el afecto del receptor para tener sentido, para sentirse vivo. A veces el círculo se cierra cuando emisor y receptor son la misma persona pero ello no elimina la necesidad de soporte. María Alegre Gálvez nos ofrece su poemario cual caja de bombones que describe los gustos de los dulces y los aloja entre cartón en consecuencia, o tabla de patés que sugiere el orden de consumo. Probablemente el lector desorientado hallará alivio, pero el buscador de sorpresas, el escudriñador de la belleza o emociones insospechadas, en forma de palabras, se sentirá un tanto encorsetado y, algunos, romperán la disciplina. Muchas veces un solo verso, una sola estrofa, una palabra, contiene toda la magia que el alma anhela o necesita. Claro que para ello es preciso que la chispa prodigiosa encuentre unidos, en un tiempo y un espacio propicios, el combustible y el comburente adecuados. Hay que reconocer que eso es muy raro. La autora refleja sutilmente alguna referencia con sus poetas muertos: Bécquer, Neruda y el predilecto Ángel González que escribió…

 

Esto no es nada
Si tuviésemos la fuerza suficiente
para apretar como es debido un trozo de madera,
sólo nos quedaría entre las manos
un poco de tierra.
Y si tuviésemos más fuerza todavía
para presionar con toda la dureza
esa tierra, sólo nos quedaría
entre las manos un poco de agua.
Y si fuese posible aún
oprimir el agua,
ya no nos quedaría entre las manos
nada.

 

La poesía y la muerte. Muerte simbólica, muerte física. Despojo de sentimientos. Desmembramiento del espíritu. Autopsia de lo que fue. Autopsia de la autodestrucción. Que lujo el de los poetas muertos que nos mostró en pantalla a un Robin Williams lleno de vida, allá por 1989, encarnando al Sr. Keating con su frase «No olviden que, a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo». María Alegre Gálvez nos regala en su libro chispas abundantes, con distinta frecuencia, tamaño, potencia e intensidad. Que esas leves centellas inicien el incendio dependerá del oportuno uso que propicie el lector. Lo que tiene en las manos, ante sus ojos, que llevará a su mente, podría producir la deflagración inicial y de ahí al horrísono estallido. ¿Casará la intención de lo creado con lo percibido? ¿Lo revelado tendrá el poder suficiente? Lo que para unos es sublime para otros resulta banal, nunca llueve a gusto de todos y, lo que es más chocante, lo banal puede trocarse en sublime, o viceversa, para el mismo “ser” en distintos momentos. Identificarse con Él o Ella podría ser el inicio del camino, pero la ruta será larga y plagada de bifurcaciones en que perderse: laberintos, risas, farolas, gatos, cigarrillos, relojes y cunetas. Además de un sinfín de otros lugares, objetos y literarios aderezos. Tampoco la afinidad obliga a la fusión del alma, de la esencia que proporciona paz o éxtasis. A veces el rechazo de los polos afines conduce a la catástrofe o, al menos, al desdén y al olvido. No hay resurrección sin muerte, en todos los sentidos. Al final, como siempre, el lector será el dueño del libro y de los sentimientos que le haya producido.

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