BETAMAX: UNA COMEDIA CON SUPERPODERES – J. OLLOQUI – EDITORIAL DRAKUL (2018)
TÍTULO: BETAMAX: UNA COMEDIA CON SUPERPODERES
AUTOR: J. OLLOQUI FACEBOOK TWITTER
EDITORIAL: EDITORIAL DRAKUL FACEBOOK TWITTER
PÁGINAS: 398
¿DÓNDE COMPRARLO?: AQUÍ
– SINOPSIS –
Bienvenido al mundo de Max Betamax, un fotógrafo para adultos protestón, egoísta, gruñón, apático, cicatero, y algo machista. Max sospecha que su novia tiene un lío con su jefe, y comparte piso a la fuerza con su amigo Junior, un inadaptado social. Pero resulta que Max tiene superpoderes, así que es el único que puede salvar al mundo de una gran amenaza. Amenaza que, por cierto, él mismo ha contribuido a crear.
¿Qué ocurriría si un tipo normal y corriente adquiriera superpoderes de la noche a la mañana? J. Olloqui describe una historia en la que escasean las gestas épicas, los actos heroicos, los exóticos supervillanos, o los trajes ajustados. Por el contrario, abundan los individuos mezquinos y perezosos que buscan su propio interés o eluden sus responsabilidades, lo que convierten a Betamax, una comedia con superpoderes en algo mucho más realista, pero también infinitamente más divertido.
– AUTOR –
J. Olloqui nació en Madrid durante los años setenta, así que es hijo del baby boom y víctima de la EGB. Ama la literatura popular, el cine, los cómics y la música pop, y por eso está siempre cabreado. De vocación literaria temprana, pronto se desvió del camino de las letras al descubrir el pop durante su adolescencia. Fue entonces cuando decidió que ya no quería ser escritor, sino rockero, porque los rockeros ligan más que los escritores (lo cual es falso, porque ligan lo mismo, es decir, nada).
En su juventud formó parte de varios grupos, grabó discos, fue improvisado productor musical, y estuvo de gira más tiempo de lo que la Constitución española debería permitir. Al tiempo, colaboró en algunos fanzines de la época. También cursó la carrera de Ciencias Empresariales, lo que solo sirvió para aumentar su estupor ante el extraño funcionamiento de la realidad.
Con la llegada del nuevo siglo publicó cuentos y artículos en diversas publicaciones, tanto en papel como en la red. Co-presentó un programa en CVB Radio llamado Cultura Pop, que fue cancelado de forma abrupta cuando se descubrió que esta emisora formaba parte del entramado empresarial de Ausbank. Por fortuna su trabajo se limitaba a presentar un programa, así que las autoridades no consideraron oportuno enviarle al talego.
En el año 2013 salió al mercado su primera novela ¡Malditos terrícolas! Por el momento, nadie ha amenazado con adaptarla a la gran pantalla.
–GUSTARÁ
A aquellos lectores que se atreven con historias contadas de una manera diferente. Lo suficientemente fantásticas para gustar a unos, pero igualmente realistas, sociales y urbanamente contemporáneas para gustar a otros. Aficionados a las lecturas ágiles, directas y valientes que huyen de los formalismos que encorsetan los géneros novelescos y que no les dejan progresar. Este libro pide a gritos su adaptación cinematográfica, pero ojo, que si la productora llegara hasta las últimas consecuencias se tendría que dejar los dineros. Aquellos que viven o conocen la ciudad de Madrid, tampoco se la podrán perder.
– NO GUSTARÁ
A aquellos aficionados a los géneros literarios archivados dentro de compartimentos estancos que no se dejan seducir por argumentos que «flirtean» con varias realidades narrativas diferentes pero engarzadas en un mismo producto. Tampoco gustará a aquellos lectores refinados respecto a la corrección lingüística con situaciones irreverentes y, a veces, un tanto surrealistas.
– LA FRASE 
«El aire helado me azota las mejillas. Un leve hormigueo me recuerda que mi cuerpo no tiene ninguna de sus extremidades en contacto con el suelo. No puedo reprimir un grito de alegría. Increíble. ¡Estoy volando! El sentimiento de vértigo que debería notar ha desaparecido completamente, y advierto que volar me resulta extremadamente sencillo. Tan sencillo como pensar. O como diría Junior, tan sencillo como enfocar. La sensación que experimento es difícil de describir. Difícil no, imposible. Esto es lo más increíble que me ha ocurrido nunca.»
– RESEÑA
Corría el año 1995 cuando Álex de la Iglesia estrenaba El día de la bestia (seguramente su mejor película hasta la fecha, con permiso de La Comunidad). Los que tuvimos la suerte de poder verla en el cine nos sorprendió el tratamiento que se le daba a la ciudad de Madrid dentro de una película fantástica en todos los ricos sentidos. El cine español ha explotado la capital como platea de rodaje en todos los géneros. Desde la comedia más amable de Paco Martínez Soria, pasando por su faceta histórica en ¿Dónde vas Alfonso XII?, muchas películas sobre La Guerra Civil española, hasta llegar al Almodóvar de los años ochenta y sus personajes delirantes, hiperrealistas, transgresores, urbanos, nocturnos e inclasificables. Pero nos seguíamos fijando en todo lo relacionado a persecuciones de coches, robos de bancos, naves extraterrestres y batallas medievales, al cine extranjero y, principalmente, al norteamericano. Con El día de la bestia muchos descubrimos que existía la posibilidad de ver Madrid, y el cine español, desde otra óptica. Era posible crear en nuestro país una película de acción fantástica y de humor negro (Pulp Fiction se estrenó en EE.UU en 1994) con un presupuesto contenido y unos efectos especiales notables. Se podía compaginar el humor más ácido con persecuciones a tiros en la Noche de Reyes, huidas suicidas encaramándose al edificio Capitol o contar con un desenlace y apostilla posterior propios de un blockbuster de cine americano. Poco después en 1997 se estrenaría Abre los ojos de Alejandro Amenábar por si no había quedado claro que la ficción más fantástica era posible en un Madrid que hasta recientes fechas había sido plató de géneros más tradicionales e históricamente más pegados a nuestra cultura.
Y llegamos a Betamax: Una comedia con superpoderes. Obra puramente urbanita que magnifica la ciudad de Madrid en sus múltiples y jugosas andanzas quijotescas de su pareja protagonista. Desfilaremos en este viaje catártico hacia terrenos ignotos por escenarios tan reales como cotidianos, como pueden ser las torres Kio, la M-30, la estación de Príncipe Pío, la Plaza Mayor o las calles y plazas del Madrid más castizo de tascas, güiris, Cortylandia, vermú de barril, afterhours para trasnochadores y chocolate con churros de buena mañana. Todo ello aderezado con personajes imposibles de catalogar, defensores de su coto de caza particular y de sus ideales tan utópicos como, finalmente, económicos. Sin estos «descerebrados» personajes secundarios el apellido de «Una comedia con superpoderes» perdería mucha de su magia. Lo suyo sería enumerarlos a continuación para mostrar al lector el heterogéneo grupo de almas perdidas en una ciudad que devora por dentro al que pilla con el paso cambiado, pero ellos mismos se merecen que sea el propio lector el que vaya descubriendo como van asaltando a la pareja protagonista por los caminos de esta obra. (En el siglo XVII hubiera sido un claro spoiler haber descubierto las desventuras a las que se tuvieron que enfrentar Don Quijote y Sancho. Pues aquí somos de la misma opinión, callaremos pues).
Suma Betamax una coletilla a su título: «Una comedia con superpoderes». Personalmente siempre nos han chirriado las aclaraciones o explicaciones en los títulos de los libros, ya que en la mayoría de ocasiones venden un producto que no se corresponde con la realidad, pero para sorpresa del lector, aquí está plenamente justificado. Aunque después viene nuestra segunda reticencia; el término «comedia», que normalmente promete lo que finalmente no cumple. No es la primera vez que se indica en la portada de un libro, de una página especializada, de la propia editorial, o de aquellos que te recomiendan: «Te vas a reír un montón con este libro, se te saltarán las lágrimas». Vade retro. No hagan caso. Verán el libro muy bien situado en el lineal de El Corte Inglés o de la Fnac y puede que el escritor sea un famosete, la portada será muy colorista y el título tendrá algún tipo de doble sentido o juego de palabras… pero es una emboscada. Estas promociones de mercadotecnia engloban libros tan variopintos como pueden ser los de los chistes de Lepe, de youtubers haciendo gala de su fagovergüenza comiendo sin límites en un Mcdonalds, diarios varios (el de Bridget Jones incluido), influencers haciendo el memo, recopilatorios de gilimemes y toda la consecuente jauría desinhibida de la tetralogía del terror del caca, pedo, culo, pis. No vamos a hacer aquí apología del humor inteligente para erigir a Les Luthiers, a Tricicle, a Quino, a Forges o a Mingote como únicos garantes de la verdad e ingenio humorístico, pero mientras que de ellos hay mucho que aprender, del género de flatulencias en lugares cerrados está casi todo dicho.
Betamax, en cambio, como comedia (o más bien tragicomedia) está perfectamente delineada y programada, ya no para hacernos llorar de la risa, sino para algo mejor, para torcer el gesto, negar con la cabeza y decir por lo bajo «la madre que lo parió» esbozando mientras una pequeña mueca de incredulidad. J. Olloqui da en el clavo. Nos ofrece unas situaciones límites pero dentro de una cotidianidad que asusta. Hay tiempo para todo. Discusiones de pareja desquiciantes, celos muy ácidos, profesiones que dan mucho juego en el relato, realidades muy españolas pero tamizadas por la hipérbole y la ironía. Hay momentos que recuerdan al gran John Kennedy Toole en La conjura de los necios y, sobre todo, a un personaje que ya descubrirán que es la viva imagen del desastroso Ignatius Really. Betamax, brillante en ocasiones, despliega la alas de su telón en entremeses muy bien acompasados y medidos. Subyace también una crítica directa (la indignación del personaje protagonista nos la revela a cada paso) a muchas facetas de la vida contemporánea que deben ser siempre enjuiciadas, en este caso desde la socarronería, ya que, efectivamente, como así atestigua el gran Max Betamax, estamos muy cerca de irnos a la mierda… Pero es precisamente ahí cuando surge un gran poder.
Llegamos a la parte de los superhéroes. En consonancia con todo lo anterior podrán descubrir que aquí hay pocas capas, máscaras, grandes músculos y gadgets para vencer a los supervillanos de turno. Tampoco los poderes llegarán por un rayo cósmico, radiación o la picadura de algún pequeño arácnido. Esto es la España del Pasodoble, del gazpacho y de la siesta a la fresca. Los poderes y su utilización irán en consonancia. Eso sí, en la lucha se emplearán a partes iguales las nueva técnicas aprendidas, con un afilado verbo que intentará menoscabar las habilidades del rival. Del villano diremos poco, pero sí es verdad que cuenta con la lucidez y el ingenio de Lex Luthor y con la locura y las ganas de ver arder el mundo del Joker. Mucho se ha escrito sobre el mundo de los superhéroes desde el nuevo espejo del panteón de dioses griegos hasta la consagración de la metáfora de los «salvadores del mundo» de los fascismos y comunismos del siglo XX. Lo que aquí nos presenta J. Olloqui no llega a las altas cotas de idealización del héroe, pero no cae tan bajo del reconocido salvador del necesitado por parte de Super López o de Torrente, aunque su espíritu yace más en este segundo apartado. Nos alejamos de los ideales clásicos de El Capitán Trueno o Jabato y nos acercamos más a unos tipos tan normales que por sus venas más que la lucha por la justicia y la libertad, corren los impulsos por sentimientos más mundanos como, el egoísmo, la supervivencia, la venganza y las ansias de poder. «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad» que sentenciaba el Tío Ben, a un sobrino adolescente, enamoradizo y desnortado. Y así es, las líneas de la legalidad y la ética son muy finas cuando se nos pone en las manos la posibilidad de ostentar un poder inconmensurable que puede subyugar al resto de la humanidad. Aquí tendremos reflexión ya que el autor nos empuja al diván del psicólogo. Pero no se preocupen, mientras reflexionamos, caerán una buena ducha de mamporros y situaciones extenuantes.
Mientras, en España, tristemente estábamos dándonos de palos entre hermanos, en 1938 en EE.UU. Jerry Siegel y Joe Shuster publicaron el número 1 del que es seguramente el superhéroe más importante de la historia del cómic. Superman. (Al que en la portada del presente libro se le hace un claro homenaje). Dicho cómic salió a la venta por 10 centavos. Hoy en día se calcula que quedan menos de cien ejemplares en el mundo, habiéndose vendido el último en más de tres millones de dólares, convirtiéndose en el cómic más valorado de la Historia. Esperemos que Max Betamax se revalorice y su autor con él. Esta obra va por la decimoquinta edición, solamente por eso deben darse cuenta de la importancia que tiene y que debería tener en el panorama español de las letras. Y, por supuesto, entendemos que en breve debería adaptarse a la gran o pequeña pantalla. La producción no sería barata pero la rentabilidad, creemos, estaría asegurada. Esperemos que algún directivo de Netflix tome buena nota. Como le diría un pastillero a otro en un afterhours «Esta es mierda de la buena, colega».
Resumiendo: En Betamax, tenemos lo mejor de la cuna y pilar del frikismo y de la cultura pop de los años ochenta y noventa. Leeremos comedia de calidad, con situaciones fáciles de desmigar por un lector avezado y con una mochila de sinsabores vitales que le haya dejado las marcas de las correas en la piel. Tendremos la ocasión de contemplar una nueva vuelta de tuerca al género de superhéroes como muy bien acertó M.Night Shyamalan con su película El protegido (ahora trilogía con Split y Glass). Gustará a un espectro muy amplio de lectores que quieran entrar en un mundo de barrio muy reconocible, pero con un crisol fantástico que asusta por el alto nivel desarrollado por el autor. Spiderman nos lo vendieron como el superhéroe del pueblo, accesible y que podría ser tu vecino, con problemas económicos, familiares, sentimentales, universitarios, etc. Pues bien, si eso creíamos que eran problemas de «andar por casa», verán a Max Betamax, nuestro fotógrafo indignado, nihilista y kafkiano, intentando abrirse un hueco en un Madrid hostil, asfixiante, frustrante y muy competitivo. Y llegados al final de la montaña rusa, a alguno le quedará la duda de si la conclusión del relato, como pasa muchas veces, puede llegar a defraudar. Pues no, no defrauda y deja un poso, incluso de esperanza (y de nostalgia), en un mundo carcomido por la mala leche y la mala gente.
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1 octubre, 2018 en 12:16 pm
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10 enero, 2019 en 10:15 pm
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