Es la propia naturaleza del incentivo, donde el mayor hallazgo son las fisuras del ojo público y los apuntes de las cabezas hacia el infinito. Violencia de género y enfermedades de las más atroces, como el querer curar a alguien matándolo y no poder, en definitiva, yermas comunicaciones: «que no te dé miedo luchar por lo que deseas». Ella es como una yegua joven, morena y hermosa como la que más; y él un funcionario decidiendo lo suyo. A la dama la cabeza le dice una cosa y el cuerpo otra. El dinero le encanta: fue meretriz y panadera, ya no se da a los quijotes falsos. Comparte esa sedación azul y carcelaria del otro; incluso, ese Paseo del Arte madrileño donde anidan sus paralelismos diciendo «aquí estoy yo». Entonces, surgen dos interrogantes repletos de inquina:¿qué hacemos con los ancianos? ¿Qué es imperdonable? Dos preguntas del color de las rosas negras. La muchacha compartiría ese «A mí no me ha gustado nunca Dios», y se desnuda llenando de malos suspiros las almohadas. Bodas de sangre. Pequeños gestos que cambian el mundo frente a un solo cadáver recuperado.
– AUTOR –
SoyPedro Belmonte Tortosa, nacido en el año mil novecientos setenta y seis, según consta en mi partida de nacimiento, a las cinco y treinta y cinco horas del día siete de enero, en el Hospital de la Cruz Roja situado en la avenida Reina Victoria de Madrid… Poco más podría decirles de aquella intentona, salvo que supongo que estaba en otro desafío, exponiéndome y descubriéndome, como ahora, que vuelvo a inventarme sujeto a otras necesidades. En esa ciudad no estuve mucho tiempo, me he criado en lo que se denomina la España manchega. Ciudad Real capital es mi lugar de residencia, al menos por ahora, porque sigo buscando mi destino, dado que sencillamente resido y observo todo a falta de raíces… Resulta que un día creí tener un referente, ese espacio donde ser, estar y encontrarse, y de un tiempo a esta parte su significación -al menos para mí- ha cambiado mucho. Y no es por aquello de lo horrible que tiene que ser que te odien, es porque a veces a uno le cuentan cosas que no terminan de ser más que eso.
Podría llegar a decir que sólo me siento relativamente libre escribiendo, y eso es lo que hago cuando puedo sacar un rato y darme a mis músicas. Empecé por una esquiva y pequeña decisión, venida desde mi interior, y como no acierto a combinar todas las piezas sigo en ello. Puede que haya influido el hecho de echar en falta mucha transparencia al vivir en mundos trucados, lo cual me llevó a estudiar temas relacionados con la naturaleza dentro del sector agrario, no sintiéndome pleno, a lo que no supe responder debidamente, y proseguí… tanto, como que ejerzo y me gano la vida como técnico agrario trabajando para la Administración autonómica en calidad de funcionario de carrera. Cosas que tiene la vida, pero uno aprende. Hay días que se me hace muy cuesta arriba trabajar por aquello del bien común cuando irradia la mentalidad privada, si bien, esa perspectiva no la cambiaría por nada, es necesaria, puesto que me ha forjado como mejor persona, hijo, hermano, tío, amigo y trabajador, por más que me sienta enrarecido… Lo demás, podrán leerlo.
Por todo ello, hace años empecé a crear este proceso de cambio relativo. Esperé hasta emanciparme, cosa que hice mucho más tarde de lo previsto, consecuencia de una puesta en escena forzada y demasiadas y ninguna idea propia que poder concretar; luego, justo cuando creí poder atender a todos mis intereses, erré y tuve un resbalón, otro de tantos porque soy de armas tomar a pesar de las cautelas. Y escondí casi todo en esta caja fuerte de las letras para que no fuera una merma, sino un acicate, involucrándome en las mismas hasta la saciedad… tontamente, hasta que me planteé dotarlas de otra vida, a pesar de las dudas… De alguna manera, las consecuencias al final siempre llegan, no obstante lo hago con humildad y determinación. Llegar a todos no es una propina, menos aún una medicina cualquiera; creo saber quién soy: alguien que sabe decirle “no” a muchas cosas, como a la ingratitud, o a la pereza.
Consecuencia de ello vivo en el antes y el después, sí, el sentimiento humano puede contener conflictos ilógicos, no todo son melodías preciosas. Pero hay que vivir: cuando se acaba la partida ajedrez todas las piezas van a la misma caja. Aun así, puede que me haya precipitado al exponer toda mi vida; es otro desafío…El caso es que como siempre era demasiado pronto, y no sabía desde dónde empezar a narrar, echen ustedes cuentas conforme me lean: siempre se busca algo y se desconoce mucho más de lo que se sabe; aunque igual he perdido el juicio y ya no soy un ciudadano cualquiera.
– GUSTARÁ
A aquellos lectores que disfrutan profundizando en el alma del autor hasta lugares en los que los tiempos modernos no llegan. Gustará a los que catan, en vez de empacharse, y a los que saborean los caldos en lugar de tragárselos de una sentada. La presente obra aborda temas complejos, aunque universales, y se jacta de diseccionarlos hasta sus últimas consecuencias a los largo de sus más de setecientas páginas, caiga quien caiga. Narrativa de realismo social contemporáneo apta para lectores experimentados.
– NO GUSTARÁ
A los amantes de ritmos más frenéticos y prosa más ligera. A aquellos lectores de thriller o de composiciones más asequibles, cercanas y, en ocasiones olvidables, les costará alcanzar el final del presente volumen. El autor se desnuda en esta novela, pero no lo hace despojándose de la ropa en un momento de furia, sino que, más bien, se quita el uniforme botón a botón y pieza a pieza. Tampoco será del agrado de quienes miran hacia otro lado ante ciertos temas escabrosos, que aunque existan y nos rodeen, tratarán de alejar lo máximo posible de sus vidas.
– LA FRASE
«Las lágrimas y el sudor fueron su lenguaje silencioso. No halló buenos espíritus, sintió celos y furia de esos que caminando solos o en pareja se postraban agradables, al vigésimo cerró los ojos… y menos mal que por derecho propio volvió a abrirlos. Alcanzó con ello su propósito, que no su razón de ser. Calamitosa, estiró un poco ayudándose de un banco, imitando a una perfecta fémina capaz de gozar con la vida, falsa ciencia para quienes supieron en qué pensaba. Porque era una única cosas. Y al poco, esa veleta humana no estuvo mucho más quieta, continuó oxidándose, auspiciada por el reciente descubrimiento de un cadáver descuartizado en un descampado de esa misma ciudad, dentro de unas bolsas de deporte. Todo le conducía a ello: a matar».
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar Viento sobre el mar de Pedro Belmonte Tortosa. Una extensa obra que bebe de referencias y encuentros de los sucesos acaecidos en su anterior libro Buscadores de señales. Pero aunque contiene ciertos posos pasados de aquella, se puede leer de forma completamente independiente. El lector podrá atender a la historia de una manera completa y con una experiencia particular sin necesidad de haber leído la obra anterior. Pebeltor (acrónimo del nombre del autor) nos presenta una obra con tintes muy personales y aún no sabemos si con rasgos autobiográficos (se lo tendríamos que preguntar). Es curioso como leyendo una obra de prosa de setecientas páginas uno tiene la sensación de que el verso se cuela en muchos de sus renglones, de hecho, hay fragmentos de poesía que jalonan toda la obra, (incluso alguna nana) afianzando la sensación que nos brinda de ser una ola gigante que se acerca hacia la costa sembrando el mar de todas sus notas antes de tocar la costa. También palparemos pequeños fragmentos de grandes de la literatura, ya lo verán. De hecho, y esto está a la altura de pocos escritores, el presente libro se ejecutó entre abril y julio de 2015. Echen cuentas para imaginar cómo fluye la partitura de este ya experimentado y prolífico autor a la hora de poner negro sobre blanco. Viento sobre el mar no es una novela para lectores ocasionales o despistados del mundo del bestseller o de la cargante recomendación diaria de las cookies de Amazon. Esta obra necesita un estado emocional muy concreto para ser atacada, tanto por su extensión, como por los temas que toca y el lenguaje y gramática que emplea. Estos tres condicionantes podrían alejar al gran público de la presente obra ya que para entrar y saborear su menú largo y estrecho hay que estar bregado en mil batallas, amar la literatura más íntima y dejarse llevar por los razonamientos de un autor que no calla nada. Presuponemos la valentía y la claridad de ideas con el proyecto de este autor ya que, seguramente, a nivel editorial puede que le hayan (esto lo imaginamos nosotros) aconsejado reducir el número de paginas de la obra por temas puramente comerciales. Pero Pebeltor creemos que ha querido dejar todo por escrito antes de censurarse o recortar a su musa interior.
Viento sobre el mar es, ante todo, una profunda reflexión sobre las relaciones personales, de idas y venidas, desde el confinamiento sentimental y familiar de Cádiz a la cosmopolita y atropellada capital matritense. Desde la óptica de dos protagonistas aparentemente distantes e irreconciliables, el autor va haciendo que el viento del destino acompase sus pasos por los vericuetos de la causalidad. Ambos tienen un camino que cubrir con sus correspondientes obstáculos que superar. A los dos les envuelven los grises y las neblinas de su pasado y de su presente. Laberintos que la soledad personal y el escaso amparo de sus círculos más cercanos les obligan a sacarse ellos mismos las castañas del fuego, luchando con todo lo que se les pone por delante. De sus vivencias, de sus desalientos, de sus vacuidades y de sus tropiezos, será partícipe el lector. La narración va saltando de situación en situación y de personaje en personaje, dotando al conjunto de una lucha táctica de dos almas que no encuentran su lugar. Esta alternancia ocasionará que el lector vaya acompañando de la mano al protagonista en cada situación. Sin duda lo más característico de la presente novela es el arrojo del autor en diseccionar, a veces hasta el paroxismo, los pensamientos, unos mundanos y otros más trascendentales, de los personajes principales. No hay limitación en el tema, en el contexto o en las circunstancias. A cada página nos encontramos la excusa perfecta para analizar un discurso, que en el día a día, se nos escapa a muchos, pero que el autor ha encontrado un altavoz en su creación para exponer todo aquello que le preocupa y que no se analiza como se debería en una sociedad que corre como pollo sin cabeza hacia una meta esquiva que nunca consigue alcanzar. Seguidismo a falsos ídolos que engañan al espectador colmándole de promesas pero restándole paso a paso el vigor, hasta que cae desfallecido y sin resuello.
Aunque el autor toca todos los palos, son dos temas en concreto los que acaricia con mayor profusión. La enfermedad y la violencia familiar. Ambas temáticas se complementan en capítulos alternos para darnos la clave del poder narrativo de la obra. La enfermedad la describe y la expone como un ente complejo y, sobre todo, multidisciplinar, del que la padece y del que la contempla. Un crisol de sentimientos difíciles de conciliar pues muchas veces no se quiere mirar de frente a las terribles circunstancias en las que gravita esta pausa vital. El autor entra de lleno en el análisis emocional y en la huella y el poso que subyace en la mente de los afectados por la falta de salud. El narrador expone la relación entre la vida, la muerte y los tiempos que son necesarios para ello. El recuerdo del adiós que se evapora en el día a día y que no se percibe con ojos claros, pero que cuando aparece paraliza todas las rotativas, descubriéndose realmente de qué pasta está hecho cada individuo. Todo ello tratado con una elegancia y una investigación social muy completa. También apunta, en este realismo social, a la lógica interna de la violencia que se ejerce, se sustenta y se esconde tras los tabiques de cualquier casa. A salvo de miradas indiscretas, se lastran y se manipulan vidas que dejan su infortunio en el hogar, para salir a la calle con una sonrisa disimulada para no alertar a ojos demasiado escrutadores. Al igual que la enfermedad, la violencia familiar, ejerce una serie de condicionantes complejos en el seno de este mal; desde quien la ejerce, a quien la sufre, a quien la observa. Todo este círculo entorno a la víctima también se verá analizado por la pluma del escritor.
Pedro Belmonte Tortosa nos propone una obra que tiene muchas formas de expresarse aprovechando sus varios formatos, donde cada capítulo tiene su razonamiento lógico interno único. Embaraza a sus protagonistas de reflexiones tan exclusivas e íntimas que en ocasiones hay que degustar el plato con lentitud para encontrar la finalidad y el motivo de su exposición. Viento sobre el mar es, sin duda, una obra diferente, compleja, analítica y reflexiva no apta para todas las sensibilidades pero que, para los más atrevidos, será un auténtico banquete.
Muchas gracias por sus consideraciones.
Al tener noticias de la reseña, cerré los ojos, respiré y respiré, no quise leerla ni más vientos cambiantes… después, ya iba con otra piel… para a la postre, sí, los perfumes y las crestas de las olas tomaron su camino.
PEBELTOR
8 febrero, 2019 en 5:40 pm
Muchas gracias por sus consideraciones.
Al tener noticias de la reseña, cerré los ojos, respiré y respiré, no quise leerla ni más vientos cambiantes… después, ya iba con otra piel… para a la postre, sí, los perfumes y las crestas de las olas tomaron su camino.
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8 febrero, 2019 en 6:29 pm
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10 abril, 2019 en 9:38 am
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11 julio, 2019 en 5:49 pm
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7 octubre, 2019 en 1:39 pm
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9 enero, 2020 en 8:01 pm
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18 octubre, 2021 en 5:35 pm
Thanks foor writing
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