Sin lugar a dudas, es la novela de ciencia-ficción más desquiciada, humorística y gamberra de la galaxia. Los personajes son canela y ambrosía fina. La historia en la que se desarrolla no podría ser menos y ocurre todo lo estrambóticamente posible en un mundo sideral mucho más grande y matizado de lo que nos creemos los simples terrícolas. Un notabilísimo acierto acaece cuando creemos que todas las peripecias de sus granados personajes nos llevan por los derroteros de la aleatoriedad, el chiste y el despiporre, y es cuando nos despabila con un elegante giro de los acontecimientos, (cómo no podría ser de otra manera en este género). Llegamos a descubrir una revelación filosófica-existencial sobre el hombre y su lugar en el mundo. Llegados a este punto a lo mejor ya no nos reímos tanto.
Es un libro que hay que leer en algún momento de la vida. Es la ejemplificación de una aventura completamente desinhibida, desestructurada y completamente tronchante. Es la “Space Opera Nivola” que podría decir Unamuno. De asombrosa imaginación, permanecerá en la retina. Dónde el monolito y el hueso de Kubrick halló el sentido de la evolución humana aquí digamos que teniendo un poso parecido, monolito y hueso son monologuistas del club de la comedia…(y muy buenos). Arthur Dent y su amigo Ford Prefect, (sí, sí, Prefect)…nos harán gozar de la amistad más apoteósica de la vía Láctea.
Nos vemos en el restaurante del fin del mundo…llevad al menos una toalla, que tiene muchos usos.
RESUMEN:
Un jueves a la hora de comer, la Tierra es demolida para poder construir una nueva autopista hiperespacial. Arthur Dent, un tipo que esa misma mañana ha visto cómo echaban abajo su propia casa, considera que eso supera lo que una persona puede soportar. Arthur huirá de la Tierra junto a un amigo suyo, Ford Prefect, que resultará ser un extraterrestre emparentado con Zaphod Beeblebrox, un pirata esquizoide de dos cabezas, en cuya nave conocerá al resto de personajes que lo acompañarán: un androide paranoide y una terrícola que, como él, ha logrado escapar. Douglas Adams fue el creador de toda una serie de manifestaciones de la Guía del autoestopista galáctico: primero fue novela radiofónica, luego se convirtió en libro, series televisivas y teatrales, un juego de ordenador, cómics y toallas de baño. La película ascendió hasta las cumbres de la producción cinematográfica. Esta edición cuenta con entrevistas y materiales a partir del rodaje de la misma.