Hernando Gaviria aguarda la visita de unos antiguos camaradas de la Marina Real. Han transcurrido más de 40 años desde las épicas batallas que vivieron, primero en la defensa de Cartagena de Indias y luego embarcados en el navío Glorioso. Hoy desvelará un secreto celosamente guardado. Mientras espera la llegada de los marinos, rememora los acontecimientos que tuvieron lugar en el transcurso de aquella guerra contra Inglaterra, un reino que dominaba los mares merced a la flota más poderosa del mundo. Lo que le faltaba en hombres y barcos, España lo suplía con ingenio, brío y coraje pues, a pesar de ser un reino poblado de pendencieros, pícaros y hombres poco dotados para la disciplina, cuando eran amenazados se unían en pos de la causa común, alcanzando grandes gestas. En su memoria se hacen presentes las vivencias con sus camaradas artilleros navales. También las desventuras del alférez Joseph de Torres, un audaz oficial injustamente tratado y rechazado por su poderoso padre, el conde de Tamajón, tras contraer matrimonio con una joven mestiza.
– AUTOR –
Nace en 1960. Técnico de Empresas Turísticas y licenciado en Psicología, entre sus galardones: finalista en el VII Certamen de Relato Breve de Canal Literatura, ganador del II Concurs de Relats Curts Salmandon Radio, premio Limaclara de Ensayo, finalista en el XV certamen Alfonso Martínez Mena, finalista en el III Premio Ensayo Valores Universales, ganador del IV Certamen de Relatos Cortos sobre Derechos Humanos, 2º premio en el VIII Premio Intergeneracional de Ensayo, ganador del Certamen de Novela Premios Noveles de literatura 2013, primer finalista en el I Certamen Alféizar de Novela con El secreto de La Candelaria. También ha publicado La Isla Inaccesible (Ed. Alféizar, 2018).
– GUSTARÁ
En un primer lugar, a todos los lectores generalistas que gusten de buenas historias sean de la temática que sean. Ocurrió durante la Guerra de la Oreja de Jenkins gustará a un lector, principalmente adulto, que le sepa sacar el jugo a las narraciones históricas que tienen brío y son trepidantes, al mismo tiempo que buscan la fidelidad y el respeto por el pasado. Estamos ante una novela detallista en lo histórico, pero humana en el trato.
– NO GUSTARÁ
A aquellos lectores que prefieren encaminar sus esfuerzos al mundo contemporáneo y digital en lugar de dejar seducirse por tiempos remotos al creerlos pasados de moda. Se perderán así comprender que el alma humana ha sufrido y ha sido batalladora tanto ahora como antes. Pudiera tampoco ser del agrado de aquellos lectores que prefieren las historias telegrafiadas y despojadas de todo su contexto. No será del interés de aquellos que escuchan audios o pasan películas en avance rápido.
– LA FRASE
«El navío Glorioso, con graves daños en su arboladura, se estaba acercando a puerto. Habían transcurrido dos meses desde que el fuerte temporal que sufrieron tras la captura de los barcos mercantes ingleses los hubiera dejado con el navío prácticamente desarbolado, a la deriva, separado del resto de la escuadra y sin posibilidad de regresar a Ferrol. Hasta que consiguieron un mínimo de gobernabilidad, con reparaciones de fortuna en los aparejos, no pudieron maniobrar en busca de un fondeadero seguro, pero en ese momento ya se encontraban demasiado lejos de su puerto base y habían decidido arrumbar hacia el más favorable y seguro con los vientos portantes que se encontraron».
– RESEÑA
Hoy traemos para reseñar Ocurrió durante la Guerra de la Oreja de Jenkins (La historia del Alférez Joseph). Bajo este largo título, a contracorriente del acortamiento editorial contemporáneo, nos encontramos una máquina del tiempo perfectamente engrasada al servicio de la narración de unos sucesos que son un pilar de nuestra historia y que nos han traído hasta el presente. Y es que hay escenarios históricos que se van perdiendo por las arenas del tiempo, mientras que otros son honrados y glorificados hasta la saciedad. Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero tristemente a veces, incluso a los vencedores se les olvidan sus héroes. Algo que siempre ha tenido claro la potente industria cinematográfica estadounidense con sus héroes. Han conseguido magnificar sus leyendas bélicas hasta el paroxismo, han señalado a los villanos hasta la saciedad, ya fueran estos los indígenas americanos o el vietcong, y han exportado estos cánones al resto de países. En cambio, en nuestra historia no hemos sabido consolidar a una serie de personajes que nos gusten más o menos han jalonado nuestro devenir de momentos que han pasado a la posteridad, pero que son maquillados, malinterpretados, silenciados o tergiversados. Desde exploradores a militares, pasando por inventores o estrategas, muchos han pasado a un segundo plano. Hay muchos «Curros Jímenez» anónimos que a lo largo de los años han resistido cual aldea numantina o irreductibles galos de Uderzo y Goscinny para que en el presente sean enterrados por superhéroes, políticos indocumentados o famosetes impostados. Panem et circenses y todos tan contentos.
Pero ocurre, de vez en cuando, que aparecen autores que se resisten a que un delgado velo de olvido caiga sobre un tiempo glorioso en el que unos pocos se batieron a hierro y fuego contra fuerzas que los superaban en número y en tecnología. A lo largo de la historia ha habido muchos «Alamos» y «Little Bighorns» para otros. Es hora de reivindicar los nuestros. Los momentos álgidos tipo «Los últimos de Filipinas» deben ser recuperados en toda fecha y condición. En los tiempos presentes nos es difícil entender qué significaba la camaradería de la tropa que tan bien representó Stanley Kubrick en Senderos de gloria. Una serie de hombres dispuestos a morir por su bandera pero, sobre todo, por su hermano de sangre. No hay nada mejor que un enemigo común para limar las rencillas de la propia trinchera. Y es que ya lo dijo José I Bonaparte: «Si queremos dominar el mundo, antes debemos anexionarnos a los vecinos del sur, su arrojo y valentía nos dará las victorias que necesitamos. A los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros. Se indignaron con la afrenta y se sublevaron ante nuestra fuerza corriendo a las armas. Los españoles en masa se condujeron como un hombre de honor. Esa desgraciada guerra española fue una auténtica tragedia. El origen de todas las desgracias de Francia.»
¿Es entonces la presente novela un «tostón» histórico que con la excusa de contar unos hechos nos aburre con una carretilla de datos e información técnica? «Meccc, error». No, no en este caso. Existen historiadores / investigadores metidos a novelistas y aficionados a la historia metidos a novelistas. Normalmente, no suelen tener los mismos resultados narrativos. Los primeros usan el método científico hasta el límite que les da su conocimiento sobre la materia a desarrollar. Son prolijos en los detalles hasta, en ocasiones, perder la perspectiva de lo que necesita la narración. Por eso mismo es una novela y no un tratado académico. El problema es que, a veces, confunden el academismo con las funciones de la narrativa de ficción. En cambio, aquel escritor, periodista o simplemente aficionado a las distintas tramas que han jalonado la historia acostumbra a introducir un poco más de «pólvora» en sus textos. No hay que perder la perspectiva de que para muchos lectores la vía de entrada a la novela histórica es mediante el disfrute y el entretenimiento, más que con sesudos compendios eruditos. Con diferentes estilos, fidelidad a los hechos, motivación y público tenemos ejemplos como el de Patrick O`Brian, Ken Follet, Arturo Pérez-Reverte, Ildelfonso Falconés, Santiago Posteguillo, etc. Desde un mayor grado de despliegue académico hasta una apuesta mayor por el entretenimiento, todos ellos han contribuido a dar voz a muchos de los capítulos más importantes de la historia desde distintos ángulos.
¿Cuál es la apuesta de David Rotger con este título que guarda una de las anécdotas más memorables de la historia? («Ve y di a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». Y es que un buen español que se precie nunca dejará de lado su altivez, orgullo, socarronería y malafollá). Desde que el lector toma el libro en sus manos podrá observar el buen hacer de la editorial Adarve. Una notable edición que incluso no duda en introducir elementos en color, (práctica que muchas editoriales intentan evitar por el sobrecoste que conlleva) notas de autor y contenido adicional, todo dentro de una maquetación profesional. Y es que una buena forma invita a entrar en el fondo.
Ocurrió durante la Guerra de la Oreja de Jenkins huele a sangre, pólvora y sal. El autor introduce de lleno al lector en fechas convulsas, cargadas de escaramuzas bélicas de un lado y sentimientos muy humanos de otro. La novela opera como una historia dentro de una historia. El aroma del contador de relatos de fuego de campamento sobrevuela por toda la narración. Somos testigos de la camaradería y del reencuentro, una vez el tiempo ha entonado el adiós a las armas. La calma después de la tormenta. Todo se narrará y los secretos ocultos por el tiempo regresarán cuarenta años después. La novela sabe muy bien cómo alternar los momentos de mayor intensidad y brío con aquellos más introspectivos y humanos. Aunque es quirúrgica en su contenido histórico, no se deja llevar por pasajes que no estén al servicio de la propia narración y que exigen la paciencia del lector por la profundidad del contenido descriptivo. La presente novela equilibra notablemente los aspectos pormenorizados con el ágil diálogo. Su formato de capítulos cortos y fechados contribuye a una fácil asimilación del contenido, incluso para aquellos lectores que no son fieles a la cita con la novela de corte histórico. Hay momentos para lo grandioso, pero sin olvidar el sentimiento humano, palpable y visceral. La tensión entre los dos puntos temporales se toca y se siente real. Los personajes, aunque algunos de ellos grandes leyendas de nuestra historia, se dejan acariciar con delectación lectora. El autor no enfría las situaciones ni emplea la técnica de asepsia en la narración, sino que entra al trapo cual polizón Gordon Pym de turno que lo ve y escucha todo, pero que interviene lo justo para salvar el pellejo.
Pasarán por delante de los ojos del lector innumerables personajes, unos se quedarán más tiempo, otros saldrán haciendo mutis por el foro. Unos dejarán huella, otros apenas unas palabras, pero todos suman en el engrandecimiento de la narración para que el lector tome contexto y situación de todo lo que en ella ocurre. Educativa, trepidante, épica, humana… De todo hay en la presente novela que se puede adaptar a casi todas las edades y niveles, ya que no busca especialmente desarbolar el intelecto de ningún lector con piezas y contenidos enrevesados y complejos. Eso sí, aquellos que disfrutan y son amantes de los temas que aquí se tratan le sacarán mucho más jugo.
La historia del relato y de la propaganda siempre ha beneficiado a la pérfida Albión que ha subyugado al imperio español bajo el sello de la leyenda negra, incluso con el patrocinio de piratas mercenarios aupados a la categoría de Sirs… Va siendo hora de darle la vuelta a la tortilla con datos y hechos… En todas partes cuecen habas, imperio inglés incluido. Algunos fueron héroes y valientes, otros fueron piratas y cobardes. Es bueno diferenciarlos y ponerles cara a cada uno de ellos.
Hoy traemos para reseñar Ocurrió durante la Guerra de la Oreja de Jenkins (La historia del Alférez Joseph). Bajo este largo título, a contracorriente del acortamiento editorial contemporáneo, nos encontramos una máquina del tiempo perfectamente engrasada al servicio de la narración de unos sucesos que son un pilar de nuestra historia y que nos han traído hasta el presente. Y es que hay escenarios históricos que se van perdiendo por las arenas del tiempo, mientras que otros son honrados y glorificados hasta la saciedad. Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero tristemente a veces, incluso a los vencedores se les olvidan sus héroes. Algo que siempre ha tenido claro la potente industria cinematográfica estadounidense con sus héroes. Han conseguido magnificar sus leyendas bélicas hasta el paroxismo, han señalado a los villanos hasta la saciedad, ya fueran estos los indígenas americanos o el vietcong, y han exportado estos cánones al resto de países. En cambio, en nuestra historia no hemos sabido consolidar a una serie de personajes que nos gusten más o menos han jalonado nuestro devenir de momentos que han pasado a la posteridad, pero que son maquillados, malinterpretados, silenciados o tergiversados. Desde exploradores a militares, pasando por inventores o estrategas, muchos han pasado a un segundo plano. Hay muchos «Curros Jímenez» anónimos que a lo largo de los años han resistido cual aldea numantina o irreductibles galos de Uderzo y Goscinny para que en el presente sean enterrados por superhéroes, políticos indocumentados o famosetes impostados. Panem et circenses y todos tan contentos.
¿Es entonces la presente novela un «tostón» histórico que con la excusa de contar unos hechos nos aburre con una carretilla de datos e información técnica? «Meccc, error». No, no en este caso. Existen historiadores / investigadores metidos a novelistas y aficionados a la historia metidos a novelistas. Normalmente, no suelen tener los mismos resultados narrativos. Los primeros usan el método científico hasta el límite que les da su conocimiento sobre la materia a desarrollar. Son prolijos en los detalles hasta, en ocasiones, perder la perspectiva de lo que necesita la narración. Por eso mismo es una novela y no un tratado académico. El problema es que, a veces, confunden el academismo con las funciones de la narrativa de ficción. En cambio, aquel escritor, periodista o simplemente aficionado a las distintas tramas que han jalonado la historia acostumbra a introducir un poco más de «pólvora» en sus textos. No hay que perder la perspectiva de que para muchos lectores la vía de entrada a la novela histórica es mediante el disfrute y el entretenimiento, más que con sesudos compendios eruditos. Con diferentes estilos, fidelidad a los hechos, motivación y público tenemos ejemplos como el de Patrick O`Brian, Ken Follet, Arturo Pérez-Reverte, Ildelfonso Falconés, Santiago Posteguillo, etc. Desde un mayor grado de despliegue académico hasta una apuesta mayor por el entretenimiento, todos ellos han contribuido a dar voz a muchos de los capítulos más importantes de la historia desde distintos ángulos.
Ocurrió durante la Guerra de la Oreja de Jenkins huele a sangre, pólvora y sal. El autor introduce de lleno al lector en fechas convulsas, cargadas de escaramuzas bélicas de un lado y sentimientos muy humanos de otro. La novela opera como una historia dentro de una historia. El aroma del contador de relatos de fuego de campamento sobrevuela por toda la narración. Somos testigos de la camaradería y del reencuentro, una vez el tiempo ha entonado el adiós a las armas. La calma después de la tormenta. Todo se narrará y los secretos ocultos por el tiempo regresarán cuarenta años después. La novela sabe muy bien cómo alternar los momentos de mayor intensidad y brío con aquellos más introspectivos y humanos. Aunque es quirúrgica en su contenido histórico, no se deja llevar por pasajes que no estén al servicio de la propia narración y que exigen la paciencia del lector por la profundidad del contenido descriptivo. La presente novela equilibra notablemente los aspectos pormenorizados con el ágil diálogo. Su formato de capítulos cortos y fechados contribuye a una fácil asimilación del contenido, incluso para aquellos lectores que no son fieles a la cita con la novela de corte histórico. Hay momentos para lo grandioso, pero sin olvidar el sentimiento humano, palpable y visceral. La tensión entre los dos puntos temporales se toca y se siente real. Los personajes, aunque algunos de ellos grandes leyendas de nuestra historia, se dejan acariciar con delectación lectora. El autor no enfría las situaciones ni emplea la técnica de asepsia en la narración, sino que entra al trapo cual polizón 
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