Se quedó sola en su consultorio intentando justificarse ante su juez más implacable, que no era otro más que ella misma. Sus argumentos le sonaron banales, minúsculos al compararlos con las vidas de seres humanos que se perderían irremediablemente si ella no luchaba por ellos, pero ¿cómo hacerlo?
La Medicina, desde los tiempos más remotos, ha estado relacionado con la ética, porque su objetivo, por encima de cualquier otro, siempre ha sido conseguir el bien del ser humano enfermo, según el principio hipocrático de Primum non nocere, es decir “ante todo, no hacer daño”. Pero, ¿ante una enfermedad terminal, cuando no es posible una curación, ¿qué es lo más adecuado hacer para beneficiar al enfermo? ¿Cómo elegir entre lo correcto y lo incorrecto, cómo aplicar los principios éticos y diferenciar lo bueno de lo que es malo? Cuando entran en juego los problemas existenciales de la vida y de la muerte, la responsabilidad de la oncóloga Mari Méndez, protagonista de la novela, aumenta y esta búsqueda se hace más complicada. ¿Su obediencia a la autoridad la llevará a traicionar sus pacientes, obedeciendo a las órdenes del hospital o luchará para atenderlos? La autora aborda el delicado tema de la eutanasia, y a través de ello, inspira reflexiones más amplias sobre el papel del testamento vital, la percepción y capacidad personal de decidir sobre nuestras vidas, porque solo si aceptamos nuestra finitud, seremos capaces de vivir una relación más sana con la vida y con la muerte.
– AUTORA –
Irene de Santos, nació en Caracas, el 22 de noviembre de 1961. Egresada de la Universidad Central de Venezuela en 1986. Licenciada en Idiomas, mención Traducción e Interpretación Consecutiva y Simultanea. Traductora de profesión y escritora de corazón (ficción y no ficción). Cuenta con una novela publicada El viaje de la flauta triste, editorial Lector Cómplice, año 2013, ganadora del concurso Premios Helicón, de la revista digital “La 9 Musas”, con el artículo http://www.laredverde.com.
– GUSTARÁ
A los que consideran importante la crítica social a través de la novela contemporánea. Será para todos aquellos lectores que se sienten más identificados cuando sus lecturas les acercan a los hechos cotidianos, sociales y políticos que ocurren en sus sociedades como espejo de la realidad, penurias incluidas, en las que viven.
– NO GUSTARÁ
A quienes buscan en la lectura únicamente evasión y entretenimiento y desdeñan las referencias a la problemática ética contemporánea.
– LA FRASE
“—¿Por qué no hace un esfuerzo por entender el planteamiento, doctora?
—Porque no estoy de acuerdo con él, porque va en contra de mis principios ofrecer a un paciente la muerte como alternativa, yo les ofrezco tratamiento, esperanza, y trato de motivarlos para que luchen contra la enfermedad y considero que todo el tiempo que pueda conseguir para ellos es valioso.”
– RESEÑA
Apenas atravesamos los agradecimientos de la autora y, sin tiempo para meditar sobre la frase del varias veces candidato al Premio Nobel de literatura, Haruki Murakami, que nos recuerda al río de Heráclito, en el que nadie entra dos veces, nos sumergimos de sopetón en los dominios de la corrupción, de la falta de escrúpulos, de la hipocresía, de la crueldad y de la ambición desmedida. Otros integrantes menos conocidos, pero no menos letales, del infausto ejército de jinetes del Apocalipsis que tanto mal han causado, y causan a la humanidad. Irene de Santos nos presenta una novela cargada de crítica y denuncia social donde la realidad presente, y actual en tantos países alrededor del mundo, se refugia en unos personajes de ficción construidos con tantos y tantos elementos de la más lacerante actualidad.
En “La máscara del verdugo” encontrará el lector, de una u otra manera y con mayor o menor proximidad personal, situaciones y evidencias de la realidad que vivimos, o podemos llegar a vivir, en los llamados países “civilizados” o en aquellos que hasta hace muy poco lo fueron. Irene de Santos nos obliga a reflexionar a todos, incluso a los más ingenuos optimistas, sobre la cambiante y frágil estabilidad de las llamadas sociedades del bienestar.El aleteo de una mariposa en algún lugar impensable, la llegada al poder de diablos disfrazados de políticos, indefectiblemente rodeados de serviles y ambiciosos “reptilianos”, o la elección equivocada en la caja de bombones de Forrest Gump, pueden suponer el primer detonante para una serie de catástrofes irreversibles que llevarán el dolor y la desesperación, a amplias capas de población desprevenida. Desastres comparables, si bien más silenciosos, a los que dejaron en ruinas la Cúpula de Genbaku en 1945, pero probablemente más dramáticos y duraderos en el tiempo. En el andamiaje netamente literario, y novelístico, la autora soporta su propuesta en unos personajes sólidos y creíbles en la mayor parte de la narración, con los que no será difícil empatizar y establecer lazos afectivos para la mayor parte de los lectores. De esta forma la doctora Mari Méndez encontrará a buen seguro la comprensión y la complicidad, en lo fundamental, de la mayoría de lectores por contraposición a los sentimientos negativos y de desprecio que despertará la directora, María Eugenia Melo, en su indigno papel de abyecta correa de transmisión.
También proyectarán en la obra su cara más atractiva, desde el prisma de los valores humanos, la íntegra y valiente deportista Diana San Miguel junto a su fiel esposo e hijos; la Sra. Amelia Duarte protegida por su abnegada hija Meli, junto con sus fieles sirvientes Manuela y Jacinto; y el inquebrantable sargento primero Alejandro Guerrero. En apoyo al conjunto narrativo conoceremos al jefe del Departamento de Neurología, Dr. Semprún, al abogado Dr. Esteban, y a la camarera Ana que, junto con un elenco de personajes positivos, más discretos, lucharán por defender sus altruistas valores. En el lado oscuro podremos atisbar las maniobras de otros que, a buen seguro, levantarán “ronchas” de indignación. Mencionamos inevitablemente a Julio Rivas y a su pareja, mientras dejamos al lector el descubrimiento, el repaso y el juicio a los demás. La autora enlaza con habilidad los capítulos (o apartados) de su novela, dando juego y dinamismo a los personajes en el presente, e intercalando algunas analepsis que completan la visión del lector. Si bien es cierto que el ritmo, la interacción y actitud magnánima, de algunos personajes respecto de otros, varían en la parte final, el conjunto mantiene su solidez y amenidad.
Tal vez una segunda parte permitiría a la doctora Mari Eva Méndez Díaz un amplio y merecido reconocimiento. También seguir los pasos de la señorita Amelia Rivas en sus nuevas responsabilidades. Quizás tener noticia del crecimiento del “pupilo” del sargento Guerrero y de las enseñanzas que hubiera podido obtener de él en su infancia. A lo mejor mostrarnos una herencia Olímpica de Diana San Miguel. Pero esa sería otra historia. En todo caso “La máscara del verdugo”, tal como es, merece ser leída con mucha atención y con la conciencia despierta.
En “La máscara del verdugo” encontrará el lector, de una u otra manera y con mayor o menor proximidad personal, situaciones y evidencias de la realidad que vivimos, o podemos llegar a vivir, en los llamados países “civilizados” o en aquellos que hasta hace muy poco lo fueron. Irene de Santos nos obliga a reflexionar a todos, incluso a los más ingenuos optimistas, sobre la cambiante y frágil estabilidad de las llamadas sociedades del bienestar. 
También proyectarán en la obra su cara más atractiva, desde el prisma de los valores humanos, la íntegra y valiente deportista Diana San Miguel junto a su fiel esposo e hijos; la Sra. Amelia Duarte protegida por su abnegada hija Meli, junto con sus fieles sirvientes Manuela y Jacinto; y el inquebrantable sargento primero Alejandro Guerrero. En apoyo al conjunto narrativo conoceremos al jefe del Departamento de Neurología, Dr. Semprún, al abogado Dr. Esteban, y a la camarera Ana que, junto con un elenco de personajes positivos, más discretos, lucharán por defender sus altruistas valores. 
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